/ jueves 26 de mayo de 2022

El agua del molino | Otra vez el presidente golpea a la UNAM

¿Estará mal informado el Presidente? ¿O hay una intención aviesa para golpear a la Universidad? Varias veces lo ha hecho durante los últimos meses, muy a pesar de las pruebas contundentes que se le han presentado para refutarlo. La pregunta es por qué ataca el Presidente. La verdad es que por la que él supone omisión de médicos de la UNAM, aunque lo cierto es que en acatamiento a una disposición expresa de la Secretaría de Salud el área de medicina de la Universidad sí ha apoyado a los hospitales en la crisis sanitaria, obviamente dentro de lo autorizado por la autoridad correspondiente. Lo cierto es que por el gran prestigio de la UNAM no se pueden ni se deben tolerar mentiras, ni tampoco calumnias. Se trata nada manos que de la Universidad de la Nación. El que afirma está obligado a probar (“Onus probandi”: carga de la prueba). En tal virtud y habida cuenta de lo irrefutable que sostiene la Universidad, no queda a la vista sino la prueba lógica, deducida impecablemente de los hechos, de que el Presidente presenta como prueba… lo que él dice; en otros términos, su palabra es la prueba. E incluso debió probar, comprobar y demostrar la información que supuestamente recibiera al respecto. La consecuencia de lo anterior es indiscutible, a saber, el Presidente ofrece como prueba su palabra.

Ahora bien, esto es inaceptable en un jefe de Estado y de Gobierno poque de suyo pone de manifiesto una actitud omnímoda que ofende a la opinión pública. En efecto, la insistencia del Presidente en atacar a la Universidad revela que ve en ella algo que no le gusta

porque estorba a sus intereses hegemónicos que se traducen en el grave inconveniente, para él, de que la Universidad es una prueba contundente de que lo que hace y dice en contra de ella carece de todo fundamento. ¿Consecuencia de ello? Su sinrazón contra la razón. Hay quienes muy generosamente creen que el Presidente tiene todo el derecho de opinar. De acuerdo, pero que opine fundado en el Derecho y que lo pruebe y no remitiéndose a su única palabra como prueba. En tal virtud yo sostengo que no ha sido mal interpretado como él mismo lo dice porque la única interpretación posible, y prácticamente prueba categórica, es que la Universidad es lo opuesto a él. Lo que veo muy claro es que mientras más golpea a la Máxima Casa de Estudios más resalta ésta como sede del conocimiento y de la libertad de expresión del pensamiento. En conclusión, habida cuenta de que el Presidente no pudo probar su dicho, sólo quedan dos o tres opciones a elegir como posibles razones de su absurda afirmación: la ignorancia, la intención aviesa o la imprudencia llevada al máximo. A elegir ya que la lógica es clara: no fue capaz de probar su afirmación. En cambio, repito, la historia de la Universidad es prueba absoluta y contundente del papel que ella ha tenido en México. ¿Niega o desconoce el Presidente la realidad histórica de México? La realidad, repito, es que con su falsa afirmación él probó algo, y que es lo que no pudo probar. “Pruebo que no pruebo”, y no es galimatías. Se trata de un revoltijo de ideas.

El anterior es, pues, un retrato de quien nos gobierna. ¿No le parece, lector? Recuerdo por cierto una afirmación notable de Einstein quien dijo que un hombre, tratando de probar lo imposible… lo probó.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


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¿Estará mal informado el Presidente? ¿O hay una intención aviesa para golpear a la Universidad? Varias veces lo ha hecho durante los últimos meses, muy a pesar de las pruebas contundentes que se le han presentado para refutarlo. La pregunta es por qué ataca el Presidente. La verdad es que por la que él supone omisión de médicos de la UNAM, aunque lo cierto es que en acatamiento a una disposición expresa de la Secretaría de Salud el área de medicina de la Universidad sí ha apoyado a los hospitales en la crisis sanitaria, obviamente dentro de lo autorizado por la autoridad correspondiente. Lo cierto es que por el gran prestigio de la UNAM no se pueden ni se deben tolerar mentiras, ni tampoco calumnias. Se trata nada manos que de la Universidad de la Nación. El que afirma está obligado a probar (“Onus probandi”: carga de la prueba). En tal virtud y habida cuenta de lo irrefutable que sostiene la Universidad, no queda a la vista sino la prueba lógica, deducida impecablemente de los hechos, de que el Presidente presenta como prueba… lo que él dice; en otros términos, su palabra es la prueba. E incluso debió probar, comprobar y demostrar la información que supuestamente recibiera al respecto. La consecuencia de lo anterior es indiscutible, a saber, el Presidente ofrece como prueba su palabra.

Ahora bien, esto es inaceptable en un jefe de Estado y de Gobierno poque de suyo pone de manifiesto una actitud omnímoda que ofende a la opinión pública. En efecto, la insistencia del Presidente en atacar a la Universidad revela que ve en ella algo que no le gusta

porque estorba a sus intereses hegemónicos que se traducen en el grave inconveniente, para él, de que la Universidad es una prueba contundente de que lo que hace y dice en contra de ella carece de todo fundamento. ¿Consecuencia de ello? Su sinrazón contra la razón. Hay quienes muy generosamente creen que el Presidente tiene todo el derecho de opinar. De acuerdo, pero que opine fundado en el Derecho y que lo pruebe y no remitiéndose a su única palabra como prueba. En tal virtud yo sostengo que no ha sido mal interpretado como él mismo lo dice porque la única interpretación posible, y prácticamente prueba categórica, es que la Universidad es lo opuesto a él. Lo que veo muy claro es que mientras más golpea a la Máxima Casa de Estudios más resalta ésta como sede del conocimiento y de la libertad de expresión del pensamiento. En conclusión, habida cuenta de que el Presidente no pudo probar su dicho, sólo quedan dos o tres opciones a elegir como posibles razones de su absurda afirmación: la ignorancia, la intención aviesa o la imprudencia llevada al máximo. A elegir ya que la lógica es clara: no fue capaz de probar su afirmación. En cambio, repito, la historia de la Universidad es prueba absoluta y contundente del papel que ella ha tenido en México. ¿Niega o desconoce el Presidente la realidad histórica de México? La realidad, repito, es que con su falsa afirmación él probó algo, y que es lo que no pudo probar. “Pruebo que no pruebo”, y no es galimatías. Se trata de un revoltijo de ideas.

El anterior es, pues, un retrato de quien nos gobierna. ¿No le parece, lector? Recuerdo por cierto una afirmación notable de Einstein quien dijo que un hombre, tratando de probar lo imposible… lo probó.


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