/ jueves 16 de junio de 2022

El agua del molino | Ser presidente

En las noticias se lee que siete diputados federales aspiran o son considerados como candidatos a la Presidencia de la República en 2024. Al respecto la más elemental curiosidad, el enterarnos de algo trascendente para el país, nos lleva a preguntar por qué quieren ser Presidente. Lo primero que salta a la vista es que por una de dos razones: o satisfacer un apetito político personal o convicción política, o sea, querer servir de acuerdo con un ideario y darle a México algo que se considera importante o fundamental. Ahora bien, aparte de ello ¿por qué una persona, un individuo, busca ser Presidente de su país? La política, entre otras cosas, es un “compromiso social”, una pasión casi irrefrenable guiada a menudo por el deseo de ser considerado importante, casi casi excepcional; sin que se tenga en cuenta el tiempo que dura esa situación y descuidando, que es lo grave o delicado, la atención a uno mismo. Me explico. Julio César decía que ser político es ver a los demás sin verse a sí mismo. ¿Generosidad? Cicerón pensaba por su parte que quien se reconoce no necesita que lo reconozcan los demás. A mayor abundamiento hay algo que hemos de tener muy en cuenta y que es la sed de poder, el deseo irrefrenable de mandar y de ser obedecido, tema en el que Freud ha dado lecciones magistrales. ¿Se trata del abandono de yo por el tú o por el usted?

Los anteriores son defectos o peligros a los que toda democracia se halla expuesta, siendo que lo opuesto equivaldría a renunciar al orden social y en consecuencia al caos; constando que ese orden es una especie de desorden disimulado en el sentido de que no resuelve problemas fundamentales para la vida en sociedad: la paz, la concordia, la eliminación de la violencia, las guerras, la desigualdad económica. En rigor estricto todos vivimos una democracia a medias, y eso de que “será un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, como se deduce de la fr. II inciso a) del artículo 3º constitucional, son palabras sin sentido real. Es un propósito. ¿Pero tienen en cuenta todo lo anterior quienes aspiran a ser presidente? Y si lo tuvieran es evidente que el tamaño del reto es gigantesco. La gran pregunta es ¿quién se cree con los alcances para enfrentar dicho problema? La condición humana de la que hablara André Malraux mide esos alcances y deja al ser humano en condición de aprendiz del bien. Son miles los que gobiernan en distintos planos para irla apenas pasando y a lo sumo ponen un ladrillo en medio de un universo. Y muy pocos, contados, son los que tienen conciencia del reto al que se enfrentan. Por ello ser Presidente supone virtudes morales que desconocen el holgazán, el improvisado, el apático, el soberbio y el ignorante; y lo que queda a flote en medio de esa verdadera tempestad de contradicciones es la ambición, el deseo ardiente y quemante de conseguir poder y riquezas a toda costa y sin escrúpulos, dignidades y fama que se esfuman como el vapor. Pareciera que la consigna a la que está sometida nuestra especie es ir paso a paso y dar estos con “coraje pasivo” si cabe el término, lo que no implica contradicción sino conocimiento de lo que somos para llegar a ser lo que seremos. Tal es la dialéctica de una vida honesta y congruente, consciente de un destino que vamos descifrando y conociendo poco a poco. ¿Lo sabrán los aspirantes presidenciales? ¿O los ciega acaso la obsesión de poder?


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL


Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca

En las noticias se lee que siete diputados federales aspiran o son considerados como candidatos a la Presidencia de la República en 2024. Al respecto la más elemental curiosidad, el enterarnos de algo trascendente para el país, nos lleva a preguntar por qué quieren ser Presidente. Lo primero que salta a la vista es que por una de dos razones: o satisfacer un apetito político personal o convicción política, o sea, querer servir de acuerdo con un ideario y darle a México algo que se considera importante o fundamental. Ahora bien, aparte de ello ¿por qué una persona, un individuo, busca ser Presidente de su país? La política, entre otras cosas, es un “compromiso social”, una pasión casi irrefrenable guiada a menudo por el deseo de ser considerado importante, casi casi excepcional; sin que se tenga en cuenta el tiempo que dura esa situación y descuidando, que es lo grave o delicado, la atención a uno mismo. Me explico. Julio César decía que ser político es ver a los demás sin verse a sí mismo. ¿Generosidad? Cicerón pensaba por su parte que quien se reconoce no necesita que lo reconozcan los demás. A mayor abundamiento hay algo que hemos de tener muy en cuenta y que es la sed de poder, el deseo irrefrenable de mandar y de ser obedecido, tema en el que Freud ha dado lecciones magistrales. ¿Se trata del abandono de yo por el tú o por el usted?

Los anteriores son defectos o peligros a los que toda democracia se halla expuesta, siendo que lo opuesto equivaldría a renunciar al orden social y en consecuencia al caos; constando que ese orden es una especie de desorden disimulado en el sentido de que no resuelve problemas fundamentales para la vida en sociedad: la paz, la concordia, la eliminación de la violencia, las guerras, la desigualdad económica. En rigor estricto todos vivimos una democracia a medias, y eso de que “será un sistema de vida fundado en el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo”, como se deduce de la fr. II inciso a) del artículo 3º constitucional, son palabras sin sentido real. Es un propósito. ¿Pero tienen en cuenta todo lo anterior quienes aspiran a ser presidente? Y si lo tuvieran es evidente que el tamaño del reto es gigantesco. La gran pregunta es ¿quién se cree con los alcances para enfrentar dicho problema? La condición humana de la que hablara André Malraux mide esos alcances y deja al ser humano en condición de aprendiz del bien. Son miles los que gobiernan en distintos planos para irla apenas pasando y a lo sumo ponen un ladrillo en medio de un universo. Y muy pocos, contados, son los que tienen conciencia del reto al que se enfrentan. Por ello ser Presidente supone virtudes morales que desconocen el holgazán, el improvisado, el apático, el soberbio y el ignorante; y lo que queda a flote en medio de esa verdadera tempestad de contradicciones es la ambición, el deseo ardiente y quemante de conseguir poder y riquezas a toda costa y sin escrúpulos, dignidades y fama que se esfuman como el vapor. Pareciera que la consigna a la que está sometida nuestra especie es ir paso a paso y dar estos con “coraje pasivo” si cabe el término, lo que no implica contradicción sino conocimiento de lo que somos para llegar a ser lo que seremos. Tal es la dialéctica de una vida honesta y congruente, consciente de un destino que vamos descifrando y conociendo poco a poco. ¿Lo sabrán los aspirantes presidenciales? ¿O los ciega acaso la obsesión de poder?


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