/ jueves 23 de septiembre de 2021

El amor en tiempos de pandemia (III)

No hay duda de que la Humanidad ha elegido un camino tortuoso a partir del momento en que Prometeo le entrego el fuego civilizador. La sociedad ha avanzado pero no lo suficiente para acoger y entender la fuerza del amor. ¿Qué le falta a esta sociedad en que vivimos? El amor -a lo que ya me referí en el artículo I del tema que me ocupa- es en palabras de Einstein luz que ilumina a quien lo da y lo recibe, el amor es gravedad porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras, el amor es potencia porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la Humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor es Dios y Dios es amor. El amor revela y desvela, por él se vive y se muere. Esta fuerza lo explica todo y da sentido mayúsculo a la vida.

Una respuesta formidable, tal vez única para ver las fallas de nuestro mundo social -donde el Derecho tiene por cierto un sitio de primer rango-, lo da Teilhard de Chardin elevándose a una zona en que logró ver lo que sólo por ceguera artificial nos está vedado. Las siguientes palabras suyas tal vez lo expliquen, trazando una fina comunicación con el mensaje de Einstein. “El amor es la más universal, la más formidable, y la más misteriosa de las energías cósmicas.

¿Le es verdaderamente posible a la Humanidad continuar viviendo y creciendo sin interrogarse francamente sobre lo que ella pierde de verdad y de fuerza sin la increíble potencia de amar? Esta energía extraña del amor. ¿No será ella, simplemente, y en su esencia, la atracción misma ejercida, sobre cada elemento consciente, por el Centro en formación del Universo?” Aquí Teilhard habla de un Centro “en formación” del Universo. O sea, de un punto de concentración cósmica que se está formando en el Universo, y cuya esencia es el amor que ejerce su poder sobre cada elemento consciente.

En otras palabras, el Universo se halla en proceso de formación y desde su eje central influye poderosamente sobre cada elemento consciente. Así pues, estamos siendo formados, creados, bajo la fuerza del amor. Reconozco que a primera vista, digamos, no es fácil de entender lo anterior. A mi me parece evidente la coincidencia o identificación del pensamiento de Teilhard con el de Einstein; siendo que Teilhard se refiere en concreto al “progreso espiritual” y Einstein a la “energía cósmica”. Lo sorprendente es que esa espiritualidad es una energía cósmica que Einstein entiende como amor. Einstein, el físico y matemático, llega a la misma conclusión que Teilhard aunque por otro camino.

Lo indiscutible es que hay algo que en su materialidad es identificado y estudiado por la física, pero que en su substancia y por las características que lo distinguen es equivalente al amor. Repito que ello y a primera vista no es fácil de entender. Pero si se logra captar algo de la idea del proceso creador, en formación, se verá que el hombre, el ser humano, es corresponsable del mismo en tanto se deje amar y en tanto ame, en tanto despliegue la fuerza cósmica que lo anima mediante un acto, supongo, que de voluntad consciente (lo que repercute, por cierto, en la conducta que es tan importante en el Derecho).

Teilhard nos deja la idea de algo maravilloso, estamos siendo creados y tenemos parte en ello, somos parte consciente de ello. Debemos serlo. ¿No será, me pregunto, que la zozobra que hoy vive el mundo reclama un estado de “sosiego amoroso”? Al efecto el primer paso sería desterrar toda clase de violencia. Yo insisto en evocar siempre y en estos terrenos por los que ahora ando el cambio moral, espiritual e incluso físico que vivió el hombre del Renacimiento al pasar de una edad a otra. ¿No estaremos hoy en el dintel, en el pórtico, de un nuevo tiempo? Las palabras de Einstein y de Teilhard parecen confirmarlo. Sin embargo, el fantasma sigue allí, es decir, el miedo al amor que la Humanidad sigue en gran parte considerando como un mero efluvio, como una nube evanescente tan peligrosa como la pandemia.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho raulcarranca

No hay duda de que la Humanidad ha elegido un camino tortuoso a partir del momento en que Prometeo le entrego el fuego civilizador. La sociedad ha avanzado pero no lo suficiente para acoger y entender la fuerza del amor. ¿Qué le falta a esta sociedad en que vivimos? El amor -a lo que ya me referí en el artículo I del tema que me ocupa- es en palabras de Einstein luz que ilumina a quien lo da y lo recibe, el amor es gravedad porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras, el amor es potencia porque multiplica lo mejor que tenemos y permite que la Humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor es Dios y Dios es amor. El amor revela y desvela, por él se vive y se muere. Esta fuerza lo explica todo y da sentido mayúsculo a la vida.

Una respuesta formidable, tal vez única para ver las fallas de nuestro mundo social -donde el Derecho tiene por cierto un sitio de primer rango-, lo da Teilhard de Chardin elevándose a una zona en que logró ver lo que sólo por ceguera artificial nos está vedado. Las siguientes palabras suyas tal vez lo expliquen, trazando una fina comunicación con el mensaje de Einstein. “El amor es la más universal, la más formidable, y la más misteriosa de las energías cósmicas.

¿Le es verdaderamente posible a la Humanidad continuar viviendo y creciendo sin interrogarse francamente sobre lo que ella pierde de verdad y de fuerza sin la increíble potencia de amar? Esta energía extraña del amor. ¿No será ella, simplemente, y en su esencia, la atracción misma ejercida, sobre cada elemento consciente, por el Centro en formación del Universo?” Aquí Teilhard habla de un Centro “en formación” del Universo. O sea, de un punto de concentración cósmica que se está formando en el Universo, y cuya esencia es el amor que ejerce su poder sobre cada elemento consciente.

En otras palabras, el Universo se halla en proceso de formación y desde su eje central influye poderosamente sobre cada elemento consciente. Así pues, estamos siendo formados, creados, bajo la fuerza del amor. Reconozco que a primera vista, digamos, no es fácil de entender lo anterior. A mi me parece evidente la coincidencia o identificación del pensamiento de Teilhard con el de Einstein; siendo que Teilhard se refiere en concreto al “progreso espiritual” y Einstein a la “energía cósmica”. Lo sorprendente es que esa espiritualidad es una energía cósmica que Einstein entiende como amor. Einstein, el físico y matemático, llega a la misma conclusión que Teilhard aunque por otro camino.

Lo indiscutible es que hay algo que en su materialidad es identificado y estudiado por la física, pero que en su substancia y por las características que lo distinguen es equivalente al amor. Repito que ello y a primera vista no es fácil de entender. Pero si se logra captar algo de la idea del proceso creador, en formación, se verá que el hombre, el ser humano, es corresponsable del mismo en tanto se deje amar y en tanto ame, en tanto despliegue la fuerza cósmica que lo anima mediante un acto, supongo, que de voluntad consciente (lo que repercute, por cierto, en la conducta que es tan importante en el Derecho).

Teilhard nos deja la idea de algo maravilloso, estamos siendo creados y tenemos parte en ello, somos parte consciente de ello. Debemos serlo. ¿No será, me pregunto, que la zozobra que hoy vive el mundo reclama un estado de “sosiego amoroso”? Al efecto el primer paso sería desterrar toda clase de violencia. Yo insisto en evocar siempre y en estos terrenos por los que ahora ando el cambio moral, espiritual e incluso físico que vivió el hombre del Renacimiento al pasar de una edad a otra. ¿No estaremos hoy en el dintel, en el pórtico, de un nuevo tiempo? Las palabras de Einstein y de Teilhard parecen confirmarlo. Sin embargo, el fantasma sigue allí, es decir, el miedo al amor que la Humanidad sigue en gran parte considerando como un mero efluvio, como una nube evanescente tan peligrosa como la pandemia.


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