/ miércoles 29 de enero de 2020

El ardid político de Trump en Irán

Por: Mónica Rocha Herrera

No cabe duda de que el presidente Trump, al sacar a Estados Unidos del pacto nuclear multinacional firmado con Irán en 2015, desperdició una oportunidad de oro para contener las ambiciones nucleares de Irán.

Irán está volviendo a su programa nuclear, así como también ha robustecido su poder militar en misiles, drones y capacidades cibernéticas. Prácticamente bombardea bases norteamericanas en Irak un día sí y otro también.


El pacto nuclear multinacional tuvo un sentido geopolítico para frenar a Irán de enriquecer uranio y crear su propio arsenal nuclear. Irán siempre insistió que el desarrollo de su capacidad nuclear era con fines pacíficos, pero los demás suscriptores del pacto nuclear, los P5+1 (es decir, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China + Alemania), no le creyeron. Tenían razón.


En condiciones normales, desarrollar capacidades nucleares no es sinónimo de hacerse de un arsenal nuclear con fines bélicos. Pero viniendo de Irán, Occidente mantiene sus dudas. Sin embargo, conforme al derecho internacional, el hecho de que Irán desarrolle un programa nuclear no es ilegal. No es políticamente aceptable, pero eso no lo hace ilegal. La Corte Internacional de Justicia declaró en 1996 en una Opinión Consultiva sobre la legalidad de utilizar armas nucleares, que no encontraba nada ilegal en ello.

Sobre todo, como recurso a la legítima defensa ante un ataque armado conforme a la Carta de la ONU en su artículo 51.


La Corte que no menospreció los efectos devastadores del uso de estas armas, dijo que éste tampoco está prohibido en ningún tratado internacional. Simplemente porque no existe. Así es, no hay un tratado internacional que prohíba el uso de las armas nucleares, sólo tratados o acuerdos específicos que restringen su producción o proliferación, como el que renunció Trump que contuvo a Irán en su programa nuclear.


Lo que sí es ilegal conforme al derecho internacional es la continua ola de ataques con misiles iraníes a bases norteamericanas en el territorio de un tercer Estado, en este caso Irak. Irán justificó su respuesta armada por la muerte de Soleimani conforme al artículo 51 de la Carta de la ONU que reconoce la legítima defensa ante el ataque armado en contra de un Estado Miembro, (en este caso, ellos mismos) por parte de Estados Unidos en dicha ocasión.


La pregunta es ¿Irán fue atacado militarmente? La respuesta es no. Si se invoca el artículo 51 de la Carta de la ONU debe haber un ataque armado de por medio que justifique responder armadamente. Irán no fue atacado militarmente, al menos por ahora. Además, no hay nada en la Carta de la ONU ni tampoco en el derecho internacional que avale que un Estado responda en legítima defensa en contra de otro Estado en territorio de un tercer país, es decir Irak, sólo porque se asesinen a sus nacionales - por muy importantes que estos sean.


El suceso Soleimani y los continuos bombardeos de Irán a Estados Unidos en Irak no son en realidad un asunto del derecho internacional ni tampoco de guerras. Es geopolítico y de desgaste. Para Irán, la presencia de los Estados Unidos en la región es una amenaza que no les conviene confrontar en una guerra directa con el ejército más poderoso del mundo. Pero tampoco podemos obviar el desastre que Estados Unidos ha creado en la región, desestabilizándola con el irresponsable vacío de poder que dejó en Irak tras la guerra del 2003. A esto se agrega el subsecuente ascenso de los fundamentalismos islámicos más violentos como el del Estado Islámico, que no está del todo muerto.


Si Estados Unidos permanece en la región, como todo parece indicar, tendrá que lidiar con el enemigo invisible: inestabilidad y tensión regional, guerras de poder y tácticas de guerrilla, terrorismo, refugiados y crisis políticas que se extienden en un territorio que va desde Afganistán hasta el Golfo Pérsico y el Levante. Se antoja una lucha sin fin, que incite a insurgencias regionales, ataques terroristas, pero no una guerra regional ni mucho menos total.


Irán se perfila como potencia regional nuclear -que no debería ser humillada- como tampoco menospreciar su papel en una región plagada de milicias y células terroristas. Estados Unidos, por su parte, está sumido en un torbellino interno donde su política exterior, sea hacia Irán, Ucrania o Corea del Norte, siempre estará supeditada a dinámicas de política interna. Lo peligroso para Estados Unidos es que, en esta ocasión, la disputa con el país persa parece más un asunto personal, un ardid político de Trump que sólo a él le conviene y que hace para distraer la atención pública interna de lo que realmente le interesa. En tanto, Estados Unidos juega con fuego mientras pierde liderazgo mundial. La pregunta es ¿Se darán cuenta?

Por: Mónica Rocha Herrera

No cabe duda de que el presidente Trump, al sacar a Estados Unidos del pacto nuclear multinacional firmado con Irán en 2015, desperdició una oportunidad de oro para contener las ambiciones nucleares de Irán.

Irán está volviendo a su programa nuclear, así como también ha robustecido su poder militar en misiles, drones y capacidades cibernéticas. Prácticamente bombardea bases norteamericanas en Irak un día sí y otro también.


El pacto nuclear multinacional tuvo un sentido geopolítico para frenar a Irán de enriquecer uranio y crear su propio arsenal nuclear. Irán siempre insistió que el desarrollo de su capacidad nuclear era con fines pacíficos, pero los demás suscriptores del pacto nuclear, los P5+1 (es decir, los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU: Estados Unidos, Inglaterra, Francia, Rusia y China + Alemania), no le creyeron. Tenían razón.


En condiciones normales, desarrollar capacidades nucleares no es sinónimo de hacerse de un arsenal nuclear con fines bélicos. Pero viniendo de Irán, Occidente mantiene sus dudas. Sin embargo, conforme al derecho internacional, el hecho de que Irán desarrolle un programa nuclear no es ilegal. No es políticamente aceptable, pero eso no lo hace ilegal. La Corte Internacional de Justicia declaró en 1996 en una Opinión Consultiva sobre la legalidad de utilizar armas nucleares, que no encontraba nada ilegal en ello.

Sobre todo, como recurso a la legítima defensa ante un ataque armado conforme a la Carta de la ONU en su artículo 51.


La Corte que no menospreció los efectos devastadores del uso de estas armas, dijo que éste tampoco está prohibido en ningún tratado internacional. Simplemente porque no existe. Así es, no hay un tratado internacional que prohíba el uso de las armas nucleares, sólo tratados o acuerdos específicos que restringen su producción o proliferación, como el que renunció Trump que contuvo a Irán en su programa nuclear.


Lo que sí es ilegal conforme al derecho internacional es la continua ola de ataques con misiles iraníes a bases norteamericanas en el territorio de un tercer Estado, en este caso Irak. Irán justificó su respuesta armada por la muerte de Soleimani conforme al artículo 51 de la Carta de la ONU que reconoce la legítima defensa ante el ataque armado en contra de un Estado Miembro, (en este caso, ellos mismos) por parte de Estados Unidos en dicha ocasión.


La pregunta es ¿Irán fue atacado militarmente? La respuesta es no. Si se invoca el artículo 51 de la Carta de la ONU debe haber un ataque armado de por medio que justifique responder armadamente. Irán no fue atacado militarmente, al menos por ahora. Además, no hay nada en la Carta de la ONU ni tampoco en el derecho internacional que avale que un Estado responda en legítima defensa en contra de otro Estado en territorio de un tercer país, es decir Irak, sólo porque se asesinen a sus nacionales - por muy importantes que estos sean.


El suceso Soleimani y los continuos bombardeos de Irán a Estados Unidos en Irak no son en realidad un asunto del derecho internacional ni tampoco de guerras. Es geopolítico y de desgaste. Para Irán, la presencia de los Estados Unidos en la región es una amenaza que no les conviene confrontar en una guerra directa con el ejército más poderoso del mundo. Pero tampoco podemos obviar el desastre que Estados Unidos ha creado en la región, desestabilizándola con el irresponsable vacío de poder que dejó en Irak tras la guerra del 2003. A esto se agrega el subsecuente ascenso de los fundamentalismos islámicos más violentos como el del Estado Islámico, que no está del todo muerto.


Si Estados Unidos permanece en la región, como todo parece indicar, tendrá que lidiar con el enemigo invisible: inestabilidad y tensión regional, guerras de poder y tácticas de guerrilla, terrorismo, refugiados y crisis políticas que se extienden en un territorio que va desde Afganistán hasta el Golfo Pérsico y el Levante. Se antoja una lucha sin fin, que incite a insurgencias regionales, ataques terroristas, pero no una guerra regional ni mucho menos total.


Irán se perfila como potencia regional nuclear -que no debería ser humillada- como tampoco menospreciar su papel en una región plagada de milicias y células terroristas. Estados Unidos, por su parte, está sumido en un torbellino interno donde su política exterior, sea hacia Irán, Ucrania o Corea del Norte, siempre estará supeditada a dinámicas de política interna. Lo peligroso para Estados Unidos es que, en esta ocasión, la disputa con el país persa parece más un asunto personal, un ardid político de Trump que sólo a él le conviene y que hace para distraer la atención pública interna de lo que realmente le interesa. En tanto, Estados Unidos juega con fuego mientras pierde liderazgo mundial. La pregunta es ¿Se darán cuenta?

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