/ viernes 12 de agosto de 2022

El arte como constructor de paz  

Por Viridiana Rodríguez


Muchas veces se habla de los procesos de construcción de paz desde vías legales, institucionales y teóricas, dejando a un lado la influencia que las acciones comunitarias tienen para la creación de estos procesos. Cuando hablamos de paz, esta se percibe como algo muy lejano a nosotros, sin embargo, es importante recordar que la paz también es resultado de un conjunto de relaciones humanas, en donde se promueve el diálogo y la cooperación. Podemos encontrarla y construirla en lugares de convivencia con elementos que nos unan, como la creación de espacios a través del arte.

El arte no solamente cumple una labor estética, sino que a lo largo de la historia ha tenido una gran influencia en las luchas sociales. Es por eso que no podemos verlo únicamente como algo que ha marcado la historia del arte, pues también ha sido un estandarte para la lucha y la resignificación de muchas causas sociales. A través de este, es posible crear paz desde lo inmediato, dentro de nuestros círculos más cercanos, reconstruyendo en conjunto tejidos sociales con elementos en común que nos conecten los unos con los otros sin importar cuales sean las narrativas que nos han hecho diferenciarnos y volvernos ajenos.

Uno de los factores de la ausencia de paz es la polarización, ya que se comienza a ver a la “otredad” como algo ajeno a mí, con quien no puedo convivir. Este sentimiento nace y se fortalece generalmente desde los discursos de odio, que se van heredando de generación en generación sin siquiera ser cuestionados. El arte nos da la oportunidad de crear conexiones y reconstruir las narrativas desde espacios comunitarios que integren a las personas, dejando a un lado estas ideologías.

Podemos ver imágenes en la frontera de Tijuana (Plumas Atómicas, 2019), en donde se han realizado murales y juegos que promueven la convivencia entre las personas, aunque entre ellas esté físicamente una separación que ha sido puesta para dividir a la población. Sin embargo, al ser creados estos lugares, se demuestra que la paz puede ser construída, que esta existe fuera de la academia y está presente en nuestra vida cotidiana. Cuando vemos a dos personas, en diferentes lados de la frontera, usando estos espacios, nos damos cuenta que esos discursos pueden ser erradicados con la convivencia, incluso sin decir palabras, a través del arte.

Es por eso que, el arte nos brinda la oportunidad de crear nuevas dinámicas, narrativas sociales y la resignificación de espacios que incluso los vuelve más valioso porque se derriba y se combate esta ideología a través de métodos pacíficos, como lo es la pintura, el grafiti, etcétera.

Por Viridiana Rodríguez


Muchas veces se habla de los procesos de construcción de paz desde vías legales, institucionales y teóricas, dejando a un lado la influencia que las acciones comunitarias tienen para la creación de estos procesos. Cuando hablamos de paz, esta se percibe como algo muy lejano a nosotros, sin embargo, es importante recordar que la paz también es resultado de un conjunto de relaciones humanas, en donde se promueve el diálogo y la cooperación. Podemos encontrarla y construirla en lugares de convivencia con elementos que nos unan, como la creación de espacios a través del arte.

El arte no solamente cumple una labor estética, sino que a lo largo de la historia ha tenido una gran influencia en las luchas sociales. Es por eso que no podemos verlo únicamente como algo que ha marcado la historia del arte, pues también ha sido un estandarte para la lucha y la resignificación de muchas causas sociales. A través de este, es posible crear paz desde lo inmediato, dentro de nuestros círculos más cercanos, reconstruyendo en conjunto tejidos sociales con elementos en común que nos conecten los unos con los otros sin importar cuales sean las narrativas que nos han hecho diferenciarnos y volvernos ajenos.

Uno de los factores de la ausencia de paz es la polarización, ya que se comienza a ver a la “otredad” como algo ajeno a mí, con quien no puedo convivir. Este sentimiento nace y se fortalece generalmente desde los discursos de odio, que se van heredando de generación en generación sin siquiera ser cuestionados. El arte nos da la oportunidad de crear conexiones y reconstruir las narrativas desde espacios comunitarios que integren a las personas, dejando a un lado estas ideologías.

Podemos ver imágenes en la frontera de Tijuana (Plumas Atómicas, 2019), en donde se han realizado murales y juegos que promueven la convivencia entre las personas, aunque entre ellas esté físicamente una separación que ha sido puesta para dividir a la población. Sin embargo, al ser creados estos lugares, se demuestra que la paz puede ser construída, que esta existe fuera de la academia y está presente en nuestra vida cotidiana. Cuando vemos a dos personas, en diferentes lados de la frontera, usando estos espacios, nos damos cuenta que esos discursos pueden ser erradicados con la convivencia, incluso sin decir palabras, a través del arte.

Es por eso que, el arte nos brinda la oportunidad de crear nuevas dinámicas, narrativas sociales y la resignificación de espacios que incluso los vuelve más valioso porque se derriba y se combate esta ideología a través de métodos pacíficos, como lo es la pintura, el grafiti, etcétera.