Hay cosas que todos los seres humanos, sin importar nuestro origen, reconocemos y tenemos en común. No necesitamos hablar el mismo idioma para entender el significado de una sonrisa, ni conocer a alguien para ver cuando siente dolor, porque es algo estamos programados para reconocer por naturaleza.
Las pinturas, las historias, la música y todas las diferentes expresiones de emoción humana siguen las mismas reglas. El arte es subjetivo, pero también es un idioma global que todos podemos entender de una forma u otra.
Los humanos aprendemos a dibujar antes que escribir, aprendemos a cantar antes de hablar, a bailar antes de caminar y a entender la música antes que las palabras. El arte es innato y no lo podemos evitar, lo necesitamos para entendernos a nosotros mismos y a los demás.
La Organización Mundial de la Salud publicó un estudio en 2019 que identificaba los efectos positivos del arte en la salud mental, los sentimientos de soledad y el bienestar en general, así como en las relaciones humanas, ya que el arte funciona como un lugar neutral donde las ideas y las diferentes opiniones son bienvenidas (The Guardian, 2023).
El arte nos permite ver, sentir y escuchar aspectos de nuestra humanidad que no se pueden explicar de otro modo. Tiene tanto poder que históricamente se ha usado como instrumento de guerra, de protesta, de unión y, sobre todo, de paz.
¿A qué voy con todo esto? En momentos y situaciones donde el mundo se polariza, el arte es de las pocas cosas que nos puede centrar en el hecho de que todos somos humanos y que nada es tan negro ni tan blanco; vivimos en un mundo de colores.
Hoy te invito a ver esa película, escuchar esa canción, admirar esa pintura, a bailar. ¡Siente! Y, sobre todo, sé consciente de que ese simple acto te conecta con 8 mil millones de personas más.