/ lunes 29 de marzo de 2021

El asalto del Presidente contra el INE

López Obrador reinstala el modus vivendi del “partido único” y se ha convertido en el principal promotor de las candidaturas de Morena -y sus partidos satélites- que competirán el 6 de junio: no tiene empacho en ser abiertamente el principal estratega de Morena, a sabiendas de que viola el 134 constitucional y las reglas legales de competencia electoral.


Todo indica buscará a cómo dé lugar, influir en el resultado de la elección, en especial contra lo que ya se avisora será una especie de plebiscito sobre su gobierno. Su personalidad autocrática reacciona ante todo lo que se le oponga: incluidos partidos políticos de cualquier signo: todos son “neoliberales”; aunque nunca le hemos oído una definición sobre lo que él considera ser neoliberal; lo son simplemente porque se le oponen a sus decisiones; nada más sencillo que repetir de manera sencilla esos epítetos.


AMLO es un hombre inconfiable; la primera mentira de consecuencias trascendentales fue decir no tocaría el NAICM, pero su primera decisión al llegar a la presidencia fue montar un acto teatral de una consulta a modo, para decidir derrumbar una obra en su 40% de construcción, por supuesto, ya con los planos del aeropuerto pírrico en Santa Lucía que no responderá a la necesidad de México de un aeropuerto acorde a la exigencia y seguridad aerodinámica internacional. La lista es larga, este hombre es tozudo en su determinación de controlarlo todo, pasa por encima de las instituciones a las que literalmente las está mandando al diablo.


Pero hay tres acontecimientos de real preocupación que lo tienen de mal humor y elucubra cómo controlar: su animadversión a la exigibilidad de los derechos de las mujeres, particularmente de las feministas; el evidente descontrol del manejo de la pandemia y sus consecuencias (más de 202,000 decesos oficiales, truene de micro y pequeñas empresas, desempleo, desgarriate en la compra a cuentagotas de vacunas, desastre económico); y su clara determinación para desaparecer como organismo autónomo al Instituto Nacional Electoral INE. Si Ricardo Salinas es el alter ego de López Obrador, se ha evidenciado claramente su intención de “matar al INE” como una seria determinación ante la cual no podemos quedarnos callados y debemos impedir este peligroso propósito contra la incipiente democracia que estamos construyendo.


Hoy no hay ningún organismo autónomo, ni el Poder Judicial, incluyendo el Tribunal Electoral, que no se vea amenazado o controlado por el Presidente. En el caso del Poder Legislativo impedir perder el control de la Cámara de Diputados es una estrategia de guerra.


Nadie puede sorprenderse que por ser garante de la Ley en la competencia, organización y calificación de las elecciones en todo el país, el INE le estorba al Presidente López Obrador y por lo tanto lo tiene en la mira para destruirlo y desaparecerlo. Primero le quitó presupuesto, influyó en los cambios de las consejerías, ataca a su consejero Presidente y a las decisiones del Consejo General, y hoy abiertamente desde el púlpito de Palacio Nacional en sus mañaneras le difama para desacreditarlo y darle la embestida de muerte. Obvio decir que si eso pasa, México estará al borde de una inestabilidad política y social que dará al traste con el país, incluidos los simpatizantes genuinos de AMLO que confiaron actuaría en serio contra la corrupción y por los pobres.

López Obrador reinstala el modus vivendi del “partido único” y se ha convertido en el principal promotor de las candidaturas de Morena -y sus partidos satélites- que competirán el 6 de junio: no tiene empacho en ser abiertamente el principal estratega de Morena, a sabiendas de que viola el 134 constitucional y las reglas legales de competencia electoral.


Todo indica buscará a cómo dé lugar, influir en el resultado de la elección, en especial contra lo que ya se avisora será una especie de plebiscito sobre su gobierno. Su personalidad autocrática reacciona ante todo lo que se le oponga: incluidos partidos políticos de cualquier signo: todos son “neoliberales”; aunque nunca le hemos oído una definición sobre lo que él considera ser neoliberal; lo son simplemente porque se le oponen a sus decisiones; nada más sencillo que repetir de manera sencilla esos epítetos.


AMLO es un hombre inconfiable; la primera mentira de consecuencias trascendentales fue decir no tocaría el NAICM, pero su primera decisión al llegar a la presidencia fue montar un acto teatral de una consulta a modo, para decidir derrumbar una obra en su 40% de construcción, por supuesto, ya con los planos del aeropuerto pírrico en Santa Lucía que no responderá a la necesidad de México de un aeropuerto acorde a la exigencia y seguridad aerodinámica internacional. La lista es larga, este hombre es tozudo en su determinación de controlarlo todo, pasa por encima de las instituciones a las que literalmente las está mandando al diablo.


Pero hay tres acontecimientos de real preocupación que lo tienen de mal humor y elucubra cómo controlar: su animadversión a la exigibilidad de los derechos de las mujeres, particularmente de las feministas; el evidente descontrol del manejo de la pandemia y sus consecuencias (más de 202,000 decesos oficiales, truene de micro y pequeñas empresas, desempleo, desgarriate en la compra a cuentagotas de vacunas, desastre económico); y su clara determinación para desaparecer como organismo autónomo al Instituto Nacional Electoral INE. Si Ricardo Salinas es el alter ego de López Obrador, se ha evidenciado claramente su intención de “matar al INE” como una seria determinación ante la cual no podemos quedarnos callados y debemos impedir este peligroso propósito contra la incipiente democracia que estamos construyendo.


Hoy no hay ningún organismo autónomo, ni el Poder Judicial, incluyendo el Tribunal Electoral, que no se vea amenazado o controlado por el Presidente. En el caso del Poder Legislativo impedir perder el control de la Cámara de Diputados es una estrategia de guerra.


Nadie puede sorprenderse que por ser garante de la Ley en la competencia, organización y calificación de las elecciones en todo el país, el INE le estorba al Presidente López Obrador y por lo tanto lo tiene en la mira para destruirlo y desaparecerlo. Primero le quitó presupuesto, influyó en los cambios de las consejerías, ataca a su consejero Presidente y a las decisiones del Consejo General, y hoy abiertamente desde el púlpito de Palacio Nacional en sus mañaneras le difama para desacreditarlo y darle la embestida de muerte. Obvio decir que si eso pasa, México estará al borde de una inestabilidad política y social que dará al traste con el país, incluidos los simpatizantes genuinos de AMLO que confiaron actuaría en serio contra la corrupción y por los pobres.