/ sábado 18 de julio de 2020

El binomio trágico: pobreza-violencia

México no ha podido avanzar en la erradicación de la pobreza, ni en mejorar la calidad de vida de la clase baja, porque siempre aparece un nuevo problema que genera más pobres.

Antes eran las crisis económicas sexenales, la fuga de capitales internacionales y otros factores económicos provenientes principalmente de los Estados Unidos.

La situación actual no es para asustarse, sino para ponerle remedio, porque el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) registró que entre 2008 y el 2018 aumentó casi en tres millones el número de pobres al pasar de 49 millones 500 mil a 52 millones 400 mil.

Empero, un análisis del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, elaborado por Curtis Huffman y Héctor Nájera, estima que al menos 22 millones de ciudadanos pasaron a formar parte de los registros de pobreza extrema entre febrero y mayo, los meses más críticos de la pandemia. Este indicador ha alcanzado niveles desalentadores.

Los poderosos, los ricos, no se ensucian con la pobreza, pero sí la exhiben para que todos los demás pongamos atención en erradicarla, mientras ellos lo hacen con ahínco para sostenerla.

Cuando era jefa de gobierno del entonces Distrito Federal (1999-2000), la hoy prisionera Rosario Robles, declaró que no había democracia que pudiera gobernarse con 30 millones de pobres, en ese entonces.

Efectivamente, Robles Berlanga tenía muy en cuenta a los desposeídos para la estadística, pero no para erradicarla. Prueba de ello es que se encuentra prisionera por ser la madre de la Estafa maestra, esa sucia estrategia que realizó cuando estuvo al frente de la Secretaría de Desarrollo Social (hoy extinta) y que destinó millones de pesos a universidades públicas para “investigar” sobre la pobreza, pero realmente desviaron los recursos a campañas priistas entre 2013 y 2015.

DESPUÉS DE LA PANDEMIA “SEGUIRÁ EL HAMBRE”

En una entrevista colectiva, de esas que se dan en la banqueta de la calle, se le hicieron algunas preguntas al empresario Ricardo Salinas Pliego, sobre la situación del país y un atrevido reportero le preguntó que seguiría después del coronavirus.

La respuesta del propietario de Televisión Azteca fue contundente, bárbara y veraz: “Seguirá el hambre.”

Que un millonario hable del hambre es paradójico, porque esa la sufren a diario quienes no tienen ni qué comer y ellos no van a restaurantes ni asisten a ostentosos convivios.

En México es tan lacerante la pobreza que de los sin fortuna, precisamente se agarran los capos de la droga para encontrar criminales, entre esa gente buena que se vuelve mala por hambre, por necesidad, ante la falta de un futuro halagüeño.

El panorama de las colonias populares, marginales o rurales donde el hambre se vive día a día y se pelea por sobrevivir, confirman ese trágico binomio pobreza-violencia.

De acuerdo con el Coneval, Ecatepec es el municipio con el mayor porcentaje de gente en pobreza. Empero, también es el lugar donde, según la encuesta de Consulta Mitofsky, donde se percibe más violencia, inseguridad e injusticia.

Mientras los ricos y poderosos, por hora, ganan millones de dólares o de euros, un campesino debe vivir agachado sobre el surco, muchas veces sin la suerte de que germine la cosecha. O bien, se puede conformar con percibir un salario diario de 185.86 pesos diarios como obrero de una fábrica y una jornada de 9 horas.

Es una cadena de la cual resulta complicado romper algún escalón porque se gana poco, se gasta mucho, se vive mal, sin oportunidades, sin educación, sin seguridad, sin alimento, sin vestimenta, sin calzado y a la lista puede aumentársele cuantas carencias se observan a diario.

Algunos dirán que prefieren morir de hambre pero honrados, lo cual es moralmente correcto, pero también hay aquellos que, ante una urgencia como salvar la vida a un ser querido, son capaces de cualquier cosa, sin importar si es o no correcto.

ECATEPEC PADECE TODOS LOS FLAGELOS

La pobreza permea toda la República Mexicana. Según cifras difundidas por el Coneval, hay 190 municipios donde el 95 por ciento de sus habitantes vive en algún tipo de pobreza. Prácticamente el total de sus pobladores luchan a diario para sobrevivir al hambre, el hampa y la inseguridad.

Los cuatro municipios más pobres, o sea donde la gente no tiene ni para comer, son Ecatepec, en el Estado de México; la capital de Puebla; Iztapalapa, en la Ciudad de México; y León, Guanajuato. Si se observa, son zonas urbanas, donde el desarrollo debería garantizar un mejor nivel de vida, empero eso no ocurre.

Ante ese escenario la pregunta es ¿qué está fallando si siempre se dijo que el progreso es la tabla de salvación para erradicar la pobreza y generar la igualdad? La respuesta no es simple, como lo quieren hacer parecer los gobernantes de todos los niveles. Un programa social o la entrega de recursos a diestra y siniestra, no garantizan que cumplirán su objetivo.

En periodo de campañas políticas, los mexicanos han escuchado por décadas promesas, sólo eso, y han visto pocos o nulos resultados, lo que ha motivado su enojo hacia las instituciones y los gobernantes.

Esta época de pandemia debió sensibilizar más a la población por el aislamiento que le fue impuesto, sin embargo no ocurrió porque los índices de violencia en la vía pública y al interior de las casas se incrementó exponencialmente.

Ahora que regrese la vida a la “nueva normalidad”, las autoridades deben cuidar las calles, porque los delitos se incrementarán a la misma velocidad con que han muerto miles de mexicanos por coronavirus.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com

México no ha podido avanzar en la erradicación de la pobreza, ni en mejorar la calidad de vida de la clase baja, porque siempre aparece un nuevo problema que genera más pobres.

Antes eran las crisis económicas sexenales, la fuga de capitales internacionales y otros factores económicos provenientes principalmente de los Estados Unidos.

La situación actual no es para asustarse, sino para ponerle remedio, porque el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) registró que entre 2008 y el 2018 aumentó casi en tres millones el número de pobres al pasar de 49 millones 500 mil a 52 millones 400 mil.

Empero, un análisis del Programa Universitario de Estudios del Desarrollo de la UNAM, elaborado por Curtis Huffman y Héctor Nájera, estima que al menos 22 millones de ciudadanos pasaron a formar parte de los registros de pobreza extrema entre febrero y mayo, los meses más críticos de la pandemia. Este indicador ha alcanzado niveles desalentadores.

Los poderosos, los ricos, no se ensucian con la pobreza, pero sí la exhiben para que todos los demás pongamos atención en erradicarla, mientras ellos lo hacen con ahínco para sostenerla.

Cuando era jefa de gobierno del entonces Distrito Federal (1999-2000), la hoy prisionera Rosario Robles, declaró que no había democracia que pudiera gobernarse con 30 millones de pobres, en ese entonces.

Efectivamente, Robles Berlanga tenía muy en cuenta a los desposeídos para la estadística, pero no para erradicarla. Prueba de ello es que se encuentra prisionera por ser la madre de la Estafa maestra, esa sucia estrategia que realizó cuando estuvo al frente de la Secretaría de Desarrollo Social (hoy extinta) y que destinó millones de pesos a universidades públicas para “investigar” sobre la pobreza, pero realmente desviaron los recursos a campañas priistas entre 2013 y 2015.

DESPUÉS DE LA PANDEMIA “SEGUIRÁ EL HAMBRE”

En una entrevista colectiva, de esas que se dan en la banqueta de la calle, se le hicieron algunas preguntas al empresario Ricardo Salinas Pliego, sobre la situación del país y un atrevido reportero le preguntó que seguiría después del coronavirus.

La respuesta del propietario de Televisión Azteca fue contundente, bárbara y veraz: “Seguirá el hambre.”

Que un millonario hable del hambre es paradójico, porque esa la sufren a diario quienes no tienen ni qué comer y ellos no van a restaurantes ni asisten a ostentosos convivios.

En México es tan lacerante la pobreza que de los sin fortuna, precisamente se agarran los capos de la droga para encontrar criminales, entre esa gente buena que se vuelve mala por hambre, por necesidad, ante la falta de un futuro halagüeño.

El panorama de las colonias populares, marginales o rurales donde el hambre se vive día a día y se pelea por sobrevivir, confirman ese trágico binomio pobreza-violencia.

De acuerdo con el Coneval, Ecatepec es el municipio con el mayor porcentaje de gente en pobreza. Empero, también es el lugar donde, según la encuesta de Consulta Mitofsky, donde se percibe más violencia, inseguridad e injusticia.

Mientras los ricos y poderosos, por hora, ganan millones de dólares o de euros, un campesino debe vivir agachado sobre el surco, muchas veces sin la suerte de que germine la cosecha. O bien, se puede conformar con percibir un salario diario de 185.86 pesos diarios como obrero de una fábrica y una jornada de 9 horas.

Es una cadena de la cual resulta complicado romper algún escalón porque se gana poco, se gasta mucho, se vive mal, sin oportunidades, sin educación, sin seguridad, sin alimento, sin vestimenta, sin calzado y a la lista puede aumentársele cuantas carencias se observan a diario.

Algunos dirán que prefieren morir de hambre pero honrados, lo cual es moralmente correcto, pero también hay aquellos que, ante una urgencia como salvar la vida a un ser querido, son capaces de cualquier cosa, sin importar si es o no correcto.

ECATEPEC PADECE TODOS LOS FLAGELOS

La pobreza permea toda la República Mexicana. Según cifras difundidas por el Coneval, hay 190 municipios donde el 95 por ciento de sus habitantes vive en algún tipo de pobreza. Prácticamente el total de sus pobladores luchan a diario para sobrevivir al hambre, el hampa y la inseguridad.

Los cuatro municipios más pobres, o sea donde la gente no tiene ni para comer, son Ecatepec, en el Estado de México; la capital de Puebla; Iztapalapa, en la Ciudad de México; y León, Guanajuato. Si se observa, son zonas urbanas, donde el desarrollo debería garantizar un mejor nivel de vida, empero eso no ocurre.

Ante ese escenario la pregunta es ¿qué está fallando si siempre se dijo que el progreso es la tabla de salvación para erradicar la pobreza y generar la igualdad? La respuesta no es simple, como lo quieren hacer parecer los gobernantes de todos los niveles. Un programa social o la entrega de recursos a diestra y siniestra, no garantizan que cumplirán su objetivo.

En periodo de campañas políticas, los mexicanos han escuchado por décadas promesas, sólo eso, y han visto pocos o nulos resultados, lo que ha motivado su enojo hacia las instituciones y los gobernantes.

Esta época de pandemia debió sensibilizar más a la población por el aislamiento que le fue impuesto, sin embargo no ocurrió porque los índices de violencia en la vía pública y al interior de las casas se incrementó exponencialmente.

Ahora que regrese la vida a la “nueva normalidad”, las autoridades deben cuidar las calles, porque los delitos se incrementarán a la misma velocidad con que han muerto miles de mexicanos por coronavirus.

Y hasta la próxima semana, en este mismo espacio.

manuelmejidot@gmail.com