/ martes 22 de septiembre de 2020

El caos electoral que se avecina

Hace veinte años escribí un libro que publicó el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM denominado “Deficiencias del Sistema Electoral Norteamericano”. En él presenté una reseña de la larga historia de acusaciones de fraude existentes en ese sistema y sus vulnerabilidades, impropias de un país que presume de ser un modelo democrático pero cuyo sistema debe estar entre los peores del mundo tanto en su diseño como en su operación. Baste decir que no puede ser bueno un sistema que permite al perdedor de la elección llevarse el triunfo, lo cual ha ocurrido dos veces en los últimos 20 años, por tratarse de un método indirecto en el cual los votantes no tienen una incidencia inmediata en el resultado ya que votan por electores intermedios. Cada estado cuenta con cierto número de estos electores según su población y ellos eligen al presidente. Eso da por resultado que el número de los denominados “votos electorales” sea distinto al que resultó de la elección popular.

Además de esa deficiencia esencial, el sistema estadounidense no tiene congruencia ni unidad. No existe en el país una autoridad electoral unificada ya que cada estado establece su propia normatividad, incluso en cada condado el diseño de las boletas puede ser distinto. No existe un registro nacional de electores como en nuestro país y cada persona se puede inscribir prácticamente donde quiera, ¡increíblemente! hasta en el mismo día de la elección. Las normas para comprobar el domicilio difieren de estado a estado, en algunos basta con residir 20 días antes de la elección para poder votar. Dado el desorden que impera en la forma de registrarse y la existencia de un procedimiento de voto anticipado, puede ocurrir que una persona inscrita en un estado vote ahí un mes antes de la jornada electoral mediante boletas que se solicitan por anticipado y luego se traslade a otro estado y emita otro voto sin que exista un control nacional sobre el padrón.

Estas debilidades suponen una tremenda amenaza para la estabilidad política de Estados Unidos. Ya Trump se ha lanzado contra del voto por correo como un procedimiento que puede dar lugar a la manipulación de la elección y en ese sentido tiene razón, pero lo preocupante es que puede servir para desafiar la legitimidad del resultado y llevar a un verdadero caos a la pseudo democracia estadounidense.

El voto por correo y el voto presencial anticipado que deberían ser instrumentos para facilitar la participación democrática son verdaderos agujeros negros en el sistema, que dan lugar a una altísima dosis de desconfianza. Los ciudadanos pueden votar con mucha anticipación al día de la elección. De hecho las elecciones se iniciaron el viernes pasado pues desde ese día, de acuerdo a las normas, las personas pueden votar en las oficinas electorales de cada condado. Esto equivaldría a que en los comités municipales electorales los votantes en México pudieran acercarse desde mes y medio antes del día de la elección a depositar sus votos cuyo resguardo resulta incierto. Además, todas estas oficinas dependen del gobierno local en turno; no hay una autoridad electoral autónoma pues en cada Estado la Secretaría de Gobierno es la encargada de organizar y supervisar la elección. Las boletas para ausentes (absentee ballots), se pueden distribuir desde 46 días antes del día que se reciben los votos en las casillas y se usan a través de dos mecanismos: ya sea que se marquen y se manden por correo o que las personas las llenen y las depositen en la oficina de la autoridad electoral del condado cualquier día previo a la jornada electoral.

De acuerdo a las normas, en algunos estados un elector puede llevar físicamente las boletas de hasta tres electores adicionales para entregarlas previamente al día de la elección. Este interesante procedimiento da lugar no solo al acarreo de votantes sino realmente al acarreo de votos sin que exista un verdadero control sobre quién marcó la boleta y si efectivamente la persona que la lleva responde al mandato del elector original. Otro punto de incertidumbre es el hecho de que la votación que se envía por correo puede depositarse hasta el mismo día de la elección y llegar al condado correspondiente en los siguientes 10 días. Esto implica que no se tendrá certeza sobre el número de los votos recibidos efectivamente emitidos al concluir la jornada electoral, ya que faltará contar todos aquellos que hayan llegado durante los 10 días subsecuentes.

Independientemente del resultado de la elección, dadas las amenazas ya lanzadas por Donald Trump, lo que podemos esperar es un cruzamiento de acusaciones recíprocas sobre manipulación de la elección, acusaciones de fraude, de manipulación de las boletas y toda suerte de chanchullos que han existido en el sistema norteamericano desde hace más de un siglo pero que ahora saldrán a la superficie y conducirán seguramente a un caos cuyo desenlace resulta difícil de prever.

eduardoandrad1948@gmail.com

Hace veinte años escribí un libro que publicó el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM denominado “Deficiencias del Sistema Electoral Norteamericano”. En él presenté una reseña de la larga historia de acusaciones de fraude existentes en ese sistema y sus vulnerabilidades, impropias de un país que presume de ser un modelo democrático pero cuyo sistema debe estar entre los peores del mundo tanto en su diseño como en su operación. Baste decir que no puede ser bueno un sistema que permite al perdedor de la elección llevarse el triunfo, lo cual ha ocurrido dos veces en los últimos 20 años, por tratarse de un método indirecto en el cual los votantes no tienen una incidencia inmediata en el resultado ya que votan por electores intermedios. Cada estado cuenta con cierto número de estos electores según su población y ellos eligen al presidente. Eso da por resultado que el número de los denominados “votos electorales” sea distinto al que resultó de la elección popular.

Además de esa deficiencia esencial, el sistema estadounidense no tiene congruencia ni unidad. No existe en el país una autoridad electoral unificada ya que cada estado establece su propia normatividad, incluso en cada condado el diseño de las boletas puede ser distinto. No existe un registro nacional de electores como en nuestro país y cada persona se puede inscribir prácticamente donde quiera, ¡increíblemente! hasta en el mismo día de la elección. Las normas para comprobar el domicilio difieren de estado a estado, en algunos basta con residir 20 días antes de la elección para poder votar. Dado el desorden que impera en la forma de registrarse y la existencia de un procedimiento de voto anticipado, puede ocurrir que una persona inscrita en un estado vote ahí un mes antes de la jornada electoral mediante boletas que se solicitan por anticipado y luego se traslade a otro estado y emita otro voto sin que exista un control nacional sobre el padrón.

Estas debilidades suponen una tremenda amenaza para la estabilidad política de Estados Unidos. Ya Trump se ha lanzado contra del voto por correo como un procedimiento que puede dar lugar a la manipulación de la elección y en ese sentido tiene razón, pero lo preocupante es que puede servir para desafiar la legitimidad del resultado y llevar a un verdadero caos a la pseudo democracia estadounidense.

El voto por correo y el voto presencial anticipado que deberían ser instrumentos para facilitar la participación democrática son verdaderos agujeros negros en el sistema, que dan lugar a una altísima dosis de desconfianza. Los ciudadanos pueden votar con mucha anticipación al día de la elección. De hecho las elecciones se iniciaron el viernes pasado pues desde ese día, de acuerdo a las normas, las personas pueden votar en las oficinas electorales de cada condado. Esto equivaldría a que en los comités municipales electorales los votantes en México pudieran acercarse desde mes y medio antes del día de la elección a depositar sus votos cuyo resguardo resulta incierto. Además, todas estas oficinas dependen del gobierno local en turno; no hay una autoridad electoral autónoma pues en cada Estado la Secretaría de Gobierno es la encargada de organizar y supervisar la elección. Las boletas para ausentes (absentee ballots), se pueden distribuir desde 46 días antes del día que se reciben los votos en las casillas y se usan a través de dos mecanismos: ya sea que se marquen y se manden por correo o que las personas las llenen y las depositen en la oficina de la autoridad electoral del condado cualquier día previo a la jornada electoral.

De acuerdo a las normas, en algunos estados un elector puede llevar físicamente las boletas de hasta tres electores adicionales para entregarlas previamente al día de la elección. Este interesante procedimiento da lugar no solo al acarreo de votantes sino realmente al acarreo de votos sin que exista un verdadero control sobre quién marcó la boleta y si efectivamente la persona que la lleva responde al mandato del elector original. Otro punto de incertidumbre es el hecho de que la votación que se envía por correo puede depositarse hasta el mismo día de la elección y llegar al condado correspondiente en los siguientes 10 días. Esto implica que no se tendrá certeza sobre el número de los votos recibidos efectivamente emitidos al concluir la jornada electoral, ya que faltará contar todos aquellos que hayan llegado durante los 10 días subsecuentes.

Independientemente del resultado de la elección, dadas las amenazas ya lanzadas por Donald Trump, lo que podemos esperar es un cruzamiento de acusaciones recíprocas sobre manipulación de la elección, acusaciones de fraude, de manipulación de las boletas y toda suerte de chanchullos que han existido en el sistema norteamericano desde hace más de un siglo pero que ahora saldrán a la superficie y conducirán seguramente a un caos cuyo desenlace resulta difícil de prever.

eduardoandrad1948@gmail.com