/ sábado 9 de febrero de 2019

El cine: Un nuevo lenguaje

Cuando el 17 de febrero de 1913, Thomas Alva Edison presentó en Nueva York la primera prueba pública de cine sonoro, ni siquiera imaginaba lo que el hecho en sí representaba en el futuro de la humanidad. Sólo parecía reflejar la incredulidad de sus inventores. A este respecto, es famosa la frase del francés Claude Antoine Lumiere, fallecido en 1911: “señor Meliés, nuestro invento no es para venderlo. Puede ser explotado algún tiempo como una curiosidad científica, pero no tiene ningún interés comercial”.

La imaginación y la visión emprendedora de los empresarios vendrían después. De una distracción de feria a inicios del siglo 20, el cine se convirtió en una necesidad de entretenimiento social, que producía millones y millones de dólares hace diez años. Los testimonios que podrían aportarse serían interminables. Los alemanes definieron bien este fenómeno: “traumfabrik”, “fábrica de sueños”, dios bicéfalo -arte e industria- parte insustituible del género humano.

El historiador húngaro Arnold Hauser dice que, de máximo exponente de evasión de la realidad, el cine se ha convertido en testigo del mundo, en juez -consciente o no- de una sociedad que se debate en su propia dinámica. Por su parte, el famosísimo mimo inglés Charles Chaplin reconocía que el cine es una de las más grandes formas de arte, la que mejor puede traducir el nuevo dinamismo del mundo moderno. Y André Malraux ha opinado que el medio cinematográfico es como un universo en el que cada día se nos anuncia que va a desaparecer; sólo que, como el sol, vuelve a salir al día siguiente.

El cine ha tenido crisis, y graves. El impacto de la televisión comercial, aparecida a mediados del siglo 20 representó una competencia fuera de serie para la industria cinematográfica, que le obligó a cambiar su estructura, los viejos y gastados métodos de producción y los formatos de filmación, revelado, edición, proyección, distribución y exhibición de las películas. Las salas se adecuaron a un número menor de espectadores, y los sistemas visuales y de sonido han rebasado la capacidad de comprensión de los cinéfilos.

Cada día, la tecnología aporta elementos que magnifican el espectáculo y los temas han superado los límites de las normas establecidas a fin de asegurar la presencia de los consumidores. Es otro lenguaje: reinventado, redescubierto y renovado para dar la pelea a la televisión. Nuevos caminos tiene el cine.

Hoy el cine es una de las maravillas de la humanidad. Gracias a su gran y moderna tecnología ha superado con creces a la televisión. Disfrutamos las modernas películas en las que viajamos a los confines del universo y que se producen en series que duran 30 años, al estilo de la Guerra de las Galaxias, o aquellas que hacen llorar por horas a los cine espectadores con reediciones de filmes antiguos, o las que reviven una y otra vez a King Kong, a Godzilla, a Tarzán, a James Bond, a Indiana Jones, E.T., las tres o cuatro versiones de Parque Jurásico. La realidad en las películas es muy vívida hoy en día. Cómo no lo va a ser: recuerdo que estando en Nueva York en la década de los setentas, acudí a ver la primera versión de Tiburón; al aparecer en la pantalla las tremendas y gigantescas hileras de dientes del sanguinario animal, la mayoría de los espectadores levantábamos los pies del suelo y se soltaban gritos atroces. Los efectos especiales de los norteamericanos George Lucas y Steven Spielberg le han dado a los filmes nuevas dimensiones.

Tantas y tantas muestras del talento del hombre, cientos, miles de mundos alucinantes ante nuestros ojos de espectadores asombrados y confusos. Imágenes que danzan con soltura en la pantalla para construir rutas de ensueño, nuevos caminos de fantasía, melodías jamás escuchadas, un lenguaje para todos, para que todos tengamos oportunidades más sólidas de convivencia en el planeta.

Argumentos, encuadres, secuencias, palabras que danzan en el tiempo, coreografías sin más límites que la imaginación… Todo cabe en el mapa de la memoria y el recuerdo… En las cintas de celuloide cupo todo de los cineastas posesionados de sus objetivos predilectos: el gusto por la música, la admiración por el artista como creador, la fascinación por un mundo que se mostraba con todo su legado tradicional pleno de códigos vitales, el descubrimiento de realidades paralelas que se reiteran una y otra vez en el presente…

Las palabras del director italiano Pier Paolo Pasolini siguen siendo válidas para quienes pensaban, al estilo del mago Walt Disney, que todo es ficción y fantasía para públicos formados por quienes murmuran, aplauden, silban, patean, asienten o niegan, jamás sin rostro ni nombre: “El cine expresa la realidad mediante la realidad. Es una especie de ideología personal, de vitalidad, de amor a vivir dentro de las cosas, dentro de la vida, dentro de la realidad. Expresándome con el cine no salgo nunca de la realidad, estoy siempre con la humanidad, con lo que más me interesa en la vida: “la vida misma”.

pacofonn@yahoo.com.mx

Cuando el 17 de febrero de 1913, Thomas Alva Edison presentó en Nueva York la primera prueba pública de cine sonoro, ni siquiera imaginaba lo que el hecho en sí representaba en el futuro de la humanidad. Sólo parecía reflejar la incredulidad de sus inventores. A este respecto, es famosa la frase del francés Claude Antoine Lumiere, fallecido en 1911: “señor Meliés, nuestro invento no es para venderlo. Puede ser explotado algún tiempo como una curiosidad científica, pero no tiene ningún interés comercial”.

La imaginación y la visión emprendedora de los empresarios vendrían después. De una distracción de feria a inicios del siglo 20, el cine se convirtió en una necesidad de entretenimiento social, que producía millones y millones de dólares hace diez años. Los testimonios que podrían aportarse serían interminables. Los alemanes definieron bien este fenómeno: “traumfabrik”, “fábrica de sueños”, dios bicéfalo -arte e industria- parte insustituible del género humano.

El historiador húngaro Arnold Hauser dice que, de máximo exponente de evasión de la realidad, el cine se ha convertido en testigo del mundo, en juez -consciente o no- de una sociedad que se debate en su propia dinámica. Por su parte, el famosísimo mimo inglés Charles Chaplin reconocía que el cine es una de las más grandes formas de arte, la que mejor puede traducir el nuevo dinamismo del mundo moderno. Y André Malraux ha opinado que el medio cinematográfico es como un universo en el que cada día se nos anuncia que va a desaparecer; sólo que, como el sol, vuelve a salir al día siguiente.

El cine ha tenido crisis, y graves. El impacto de la televisión comercial, aparecida a mediados del siglo 20 representó una competencia fuera de serie para la industria cinematográfica, que le obligó a cambiar su estructura, los viejos y gastados métodos de producción y los formatos de filmación, revelado, edición, proyección, distribución y exhibición de las películas. Las salas se adecuaron a un número menor de espectadores, y los sistemas visuales y de sonido han rebasado la capacidad de comprensión de los cinéfilos.

Cada día, la tecnología aporta elementos que magnifican el espectáculo y los temas han superado los límites de las normas establecidas a fin de asegurar la presencia de los consumidores. Es otro lenguaje: reinventado, redescubierto y renovado para dar la pelea a la televisión. Nuevos caminos tiene el cine.

Hoy el cine es una de las maravillas de la humanidad. Gracias a su gran y moderna tecnología ha superado con creces a la televisión. Disfrutamos las modernas películas en las que viajamos a los confines del universo y que se producen en series que duran 30 años, al estilo de la Guerra de las Galaxias, o aquellas que hacen llorar por horas a los cine espectadores con reediciones de filmes antiguos, o las que reviven una y otra vez a King Kong, a Godzilla, a Tarzán, a James Bond, a Indiana Jones, E.T., las tres o cuatro versiones de Parque Jurásico. La realidad en las películas es muy vívida hoy en día. Cómo no lo va a ser: recuerdo que estando en Nueva York en la década de los setentas, acudí a ver la primera versión de Tiburón; al aparecer en la pantalla las tremendas y gigantescas hileras de dientes del sanguinario animal, la mayoría de los espectadores levantábamos los pies del suelo y se soltaban gritos atroces. Los efectos especiales de los norteamericanos George Lucas y Steven Spielberg le han dado a los filmes nuevas dimensiones.

Tantas y tantas muestras del talento del hombre, cientos, miles de mundos alucinantes ante nuestros ojos de espectadores asombrados y confusos. Imágenes que danzan con soltura en la pantalla para construir rutas de ensueño, nuevos caminos de fantasía, melodías jamás escuchadas, un lenguaje para todos, para que todos tengamos oportunidades más sólidas de convivencia en el planeta.

Argumentos, encuadres, secuencias, palabras que danzan en el tiempo, coreografías sin más límites que la imaginación… Todo cabe en el mapa de la memoria y el recuerdo… En las cintas de celuloide cupo todo de los cineastas posesionados de sus objetivos predilectos: el gusto por la música, la admiración por el artista como creador, la fascinación por un mundo que se mostraba con todo su legado tradicional pleno de códigos vitales, el descubrimiento de realidades paralelas que se reiteran una y otra vez en el presente…

Las palabras del director italiano Pier Paolo Pasolini siguen siendo válidas para quienes pensaban, al estilo del mago Walt Disney, que todo es ficción y fantasía para públicos formados por quienes murmuran, aplauden, silban, patean, asienten o niegan, jamás sin rostro ni nombre: “El cine expresa la realidad mediante la realidad. Es una especie de ideología personal, de vitalidad, de amor a vivir dentro de las cosas, dentro de la vida, dentro de la realidad. Expresándome con el cine no salgo nunca de la realidad, estoy siempre con la humanidad, con lo que más me interesa en la vida: “la vida misma”.

pacofonn@yahoo.com.mx