/ miércoles 23 de marzo de 2022

El clasismo está en la 4T

Las burlas de los críticos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) al comercio informal que apareció durante la inauguración fueron tachadas de “clasismo”. No podemos negar que la discriminación por apariencia, clase social o actividad económica existe en nuestra sociedad. Sin embargo, es bastante ridículo el nivel de “análisis” al que llegamos al negar la posibilidad de discutir la informalidad.

De entrada, es inverosímil que la venta de artículos con la imagen del presidente López Obrador o la preparación de antojitos mexicanos haya ocurrido sin la anuencia de los directivos del nuevo aeropuerto, nuestros disciplinados militares. Todo se trató de un montaje para cuestionar las actitudes “fifís” de la oposición, pero a su vez reproduciendo el racismo, clasismo y discriminación prevalecientes al interior del grupo en el poder.

Pareciera que en México está prohibido hablar de calidades, de orden, de comercio formal. Hemos romantizado la informalidad a tal grado que si hace unas décadas se estigmatizaba el ambulantaje, ahora la letra escarlata recae en quienes pagan renta por un local.

La fotografía de un tanque de gas y un anafre en pleno pasillo del AIFA son las imágenes que no necesita el proyecto para garantizar su certificación internacional. Ninguna aerolínea estadounidense se interesará en volar a Santa Lucía con los riesgos que implica el manejo ambulatorio y no regulado de combustibles en la terminal. La señora de los tlacoyos y las quesadillas fue simplemente utilizada para una escenografía populista desde el mismo discurso mezquino de confrontación que emana de Palacio Nacional.

Está claro que el clasismo es un defecto inherente a nuestra sociedad. A toda. Es obvio que necesitamos políticas públicas para combatirlo. Sin embargo, es ridículo que los señalamientos respecto a los acabados del aeropuerto, aún en obras, de Santa Lucía, o la presencia de venta informal de alimentos o recuerdos, signifiquen más clasismo que quienes acarrearon a esos vendedores para mostrarlos como una escenografía que alimente la polarización.

Esos vendedores informales no estarán mucho tiempo allí, su rol como “objetos” de la “Cuarta Transformación” es finito y determinado por las dinámicas del debate y la polarización nacional. Quienes los utilizaron dejarán de necesitarlos en unos días, pero fuera del entorno del aeropuerto se seguirá alimentando su romantización y seguirán siendo explotados por líderes que venden sus votos.

En vez de construir la idea de que cualquier mexicano puede establecerse como comerciante formal, la incertidumbre asegura la militancia y perpetúa la informalidad. Si en la inauguración hubo vendedores “espontáneos” es porque las organizaciones que los explotan “los pusieron” y eso es algo con lo que la 4T suele convivir: le funciona y, al final de cuentas, reproduce las diferencias entre quienes detentan el poder y quienes dependen de ellos para sobrevivir.

Hay clasismo en todos los rincones de nuestra sociedad, sin duda, pero está claro que prevalece entre quienes nos gobiernan. El clasismo está en la 4T y no les interesa liberar a los informales del yugo de sus líderes.


Las burlas de los críticos del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA) al comercio informal que apareció durante la inauguración fueron tachadas de “clasismo”. No podemos negar que la discriminación por apariencia, clase social o actividad económica existe en nuestra sociedad. Sin embargo, es bastante ridículo el nivel de “análisis” al que llegamos al negar la posibilidad de discutir la informalidad.

De entrada, es inverosímil que la venta de artículos con la imagen del presidente López Obrador o la preparación de antojitos mexicanos haya ocurrido sin la anuencia de los directivos del nuevo aeropuerto, nuestros disciplinados militares. Todo se trató de un montaje para cuestionar las actitudes “fifís” de la oposición, pero a su vez reproduciendo el racismo, clasismo y discriminación prevalecientes al interior del grupo en el poder.

Pareciera que en México está prohibido hablar de calidades, de orden, de comercio formal. Hemos romantizado la informalidad a tal grado que si hace unas décadas se estigmatizaba el ambulantaje, ahora la letra escarlata recae en quienes pagan renta por un local.

La fotografía de un tanque de gas y un anafre en pleno pasillo del AIFA son las imágenes que no necesita el proyecto para garantizar su certificación internacional. Ninguna aerolínea estadounidense se interesará en volar a Santa Lucía con los riesgos que implica el manejo ambulatorio y no regulado de combustibles en la terminal. La señora de los tlacoyos y las quesadillas fue simplemente utilizada para una escenografía populista desde el mismo discurso mezquino de confrontación que emana de Palacio Nacional.

Está claro que el clasismo es un defecto inherente a nuestra sociedad. A toda. Es obvio que necesitamos políticas públicas para combatirlo. Sin embargo, es ridículo que los señalamientos respecto a los acabados del aeropuerto, aún en obras, de Santa Lucía, o la presencia de venta informal de alimentos o recuerdos, signifiquen más clasismo que quienes acarrearon a esos vendedores para mostrarlos como una escenografía que alimente la polarización.

Esos vendedores informales no estarán mucho tiempo allí, su rol como “objetos” de la “Cuarta Transformación” es finito y determinado por las dinámicas del debate y la polarización nacional. Quienes los utilizaron dejarán de necesitarlos en unos días, pero fuera del entorno del aeropuerto se seguirá alimentando su romantización y seguirán siendo explotados por líderes que venden sus votos.

En vez de construir la idea de que cualquier mexicano puede establecerse como comerciante formal, la incertidumbre asegura la militancia y perpetúa la informalidad. Si en la inauguración hubo vendedores “espontáneos” es porque las organizaciones que los explotan “los pusieron” y eso es algo con lo que la 4T suele convivir: le funciona y, al final de cuentas, reproduce las diferencias entre quienes detentan el poder y quienes dependen de ellos para sobrevivir.

Hay clasismo en todos los rincones de nuestra sociedad, sin duda, pero está claro que prevalece entre quienes nos gobiernan. El clasismo está en la 4T y no les interesa liberar a los informales del yugo de sus líderes.


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