/ martes 20 de abril de 2021

El clóset es para la ropa... no para personas

Por Fidel García Carrasco


¿Alguna vez te han dicho “closetero” o te han cuestionado por “no salir del closet”?

A la mayoría de los miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ nos ha pasado, ya que son expresiones por demás comunes en nuestra sociedad para referirnos a una persona que no habla abiertamente sobre sus preferencias sexuales y que, pareciera que por ese simple hecho nos otorga el derecho a juzgar, etiquetar y señalar. Es pues, un claro ejemplo de discriminación basada esencialmente en la ignorancia sobre la diversidad sexual.

Analicemos la expresión en su sentido literal: podemos observar que, por sí sola, es discriminatoria ya que hace alusión al escondite de alguien. El closet, un espacio pequeño y oscuro usado para acomodar ropa y que, como sociedad destinamos a una persona que en pleno goce de su libertad decide no compartir su orientación sexual, identidad y/o expresión de género con el mundo.

Y es que entonces la reflexión sería: alguna vez antes de etiquetar a una persona como “closetera”, ¿has pensado qué tan complicado es el proceso para que alguien pueda mostrarse tal cual es?.

Ojalá la decisión de “entrar al closet” se tratara de una situación de gusto, como cuando una persona heterosexual decide por pudor no hablar de las posiciones sexuales de su preferencia.


Lo que sucede es que el proceso de autoconocimiento que lleva a identificarte como una persona que forma parte de la comunidad LGBTTTIQ+ y compartirlo abiertamente, es mucho más complejo de lo que parecería. Distinto en todos los casos, pues no sólo implica aceptar que sientes atracción por una persona de tu mismo sexo o que tu identidad y/o expresión de género no coincide con la biológica, sino que en la mayoría de las ocasiones pueden existir procesos psicológicos de auto negación. Aún en la aceptación, la decisión de no hacerlo público por miedo a ser juzgado y cuestionado por la sociedad, comenzando, en la mayoría de las ocasiones, por la propia familia.

Te escribe alguien que al reconocerse homosexual, por lo menos durante los últimos cinco años de su vida, creyó y compró la idea de que vivía “en el closet”. Y que, como si se tratara de ocupar ese espacio de manera literal en medio de la oscuridad, estuvo incómodo, ansioso, estresado y en ocasiones, con ganas de no salir jamás;

Esta situación casi me llevó a cancelar mis sueños y mis metas, pues creía que me resultaba más cómodo estar en ese espacio, que enfrentarme a ser juzgado y señalado por una sociedad que, sin la mínima educación sexual en general, pretende opinar y cuestionar sobre lo que la diversidad sexual significa e implica, una sociedad que señala con prejuicios y tabúes provenientes esencialmente de dogmas religiosos e ignorancia.

Tras varios procesos terapéuticos, hoy me siento libre y feliz de ser quien soy, absolutamente convencido de que el closet sólo es para la ropa y que nadie debería estar ahí nunca; Por ello me aventuré a escribirte, con el objetivo de visibilizar una expresión coloquial que daña y obstaculiza el camino hacia la libertad absoluta de las personas que aspiramos a construir una sociedad más igualitaria y plural.

Si a ti también te han intentado “meter en el closet”, quiero decirte que no estás solo y no estas escondido en ningún lado, estas viviendo tu proceso en libertad y nadie puede forzarte, cuestionarte o empujarte a vivir o ser lo que no deseas; que no estas mintiendo, ni eres menos valiente por no compartir y que no debes explicaciones a nadie respecto de quien eres.

En conclusión, la obligación de compartir no es tuya, es de la sociedad, de respetar y crear espacios seguros en los que quepamos todos.

Por Fidel García Carrasco


¿Alguna vez te han dicho “closetero” o te han cuestionado por “no salir del closet”?

A la mayoría de los miembros de la comunidad LGBTTTIQ+ nos ha pasado, ya que son expresiones por demás comunes en nuestra sociedad para referirnos a una persona que no habla abiertamente sobre sus preferencias sexuales y que, pareciera que por ese simple hecho nos otorga el derecho a juzgar, etiquetar y señalar. Es pues, un claro ejemplo de discriminación basada esencialmente en la ignorancia sobre la diversidad sexual.

Analicemos la expresión en su sentido literal: podemos observar que, por sí sola, es discriminatoria ya que hace alusión al escondite de alguien. El closet, un espacio pequeño y oscuro usado para acomodar ropa y que, como sociedad destinamos a una persona que en pleno goce de su libertad decide no compartir su orientación sexual, identidad y/o expresión de género con el mundo.

Y es que entonces la reflexión sería: alguna vez antes de etiquetar a una persona como “closetera”, ¿has pensado qué tan complicado es el proceso para que alguien pueda mostrarse tal cual es?.

Ojalá la decisión de “entrar al closet” se tratara de una situación de gusto, como cuando una persona heterosexual decide por pudor no hablar de las posiciones sexuales de su preferencia.


Lo que sucede es que el proceso de autoconocimiento que lleva a identificarte como una persona que forma parte de la comunidad LGBTTTIQ+ y compartirlo abiertamente, es mucho más complejo de lo que parecería. Distinto en todos los casos, pues no sólo implica aceptar que sientes atracción por una persona de tu mismo sexo o que tu identidad y/o expresión de género no coincide con la biológica, sino que en la mayoría de las ocasiones pueden existir procesos psicológicos de auto negación. Aún en la aceptación, la decisión de no hacerlo público por miedo a ser juzgado y cuestionado por la sociedad, comenzando, en la mayoría de las ocasiones, por la propia familia.

Te escribe alguien que al reconocerse homosexual, por lo menos durante los últimos cinco años de su vida, creyó y compró la idea de que vivía “en el closet”. Y que, como si se tratara de ocupar ese espacio de manera literal en medio de la oscuridad, estuvo incómodo, ansioso, estresado y en ocasiones, con ganas de no salir jamás;

Esta situación casi me llevó a cancelar mis sueños y mis metas, pues creía que me resultaba más cómodo estar en ese espacio, que enfrentarme a ser juzgado y señalado por una sociedad que, sin la mínima educación sexual en general, pretende opinar y cuestionar sobre lo que la diversidad sexual significa e implica, una sociedad que señala con prejuicios y tabúes provenientes esencialmente de dogmas religiosos e ignorancia.

Tras varios procesos terapéuticos, hoy me siento libre y feliz de ser quien soy, absolutamente convencido de que el closet sólo es para la ropa y que nadie debería estar ahí nunca; Por ello me aventuré a escribirte, con el objetivo de visibilizar una expresión coloquial que daña y obstaculiza el camino hacia la libertad absoluta de las personas que aspiramos a construir una sociedad más igualitaria y plural.

Si a ti también te han intentado “meter en el closet”, quiero decirte que no estás solo y no estas escondido en ningún lado, estas viviendo tu proceso en libertad y nadie puede forzarte, cuestionarte o empujarte a vivir o ser lo que no deseas; que no estas mintiendo, ni eres menos valiente por no compartir y que no debes explicaciones a nadie respecto de quien eres.

En conclusión, la obligación de compartir no es tuya, es de la sociedad, de respetar y crear espacios seguros en los que quepamos todos.