/ miércoles 21 de febrero de 2018

El contenido del carácter del partido republicano

Incluso aquellos que desde hace mucho tiempo aceptaron la premisa de que Donald Trump es corrupto, egoísta y deshonesto parecen un poco impactados por la diatriba que lanzó el fin de semana del Día del Presidente. Utilizar a su favor la masacre de Parkland, Florida, como una excusa para atacar al FBI por investigar la intervención de Rusia en las elecciones —y al mismo tiempo mentir respecto de que había negado la existencia de esa intervención— llevó la bajeza a otro nivel, lo cual es en verdad impresionante si tomamos en cuenta el historial de Trump.

Sin embargo, si damos un paso atrás y reflexionamos sobre el asunto, los últimos arrebatos de Trump fueron bastante apegados a su carácter, y no me refiero solo a su carácter personal. ¿Cuándo fue la última vez que se vio a algún miembro del gobierno de Trump, o para el caso a algún republicano prominente, admitir errores o aceptar la responsabilidad de los problemas?

No es válido decir que siempre ha sido de esa manera, que así son las personas. Al contrario, aceptar la responsabilidad de tus acciones —lo que mis padres llamaban ser una persona íntegra— solía considerarse una virtud esencial entre los políticos y los adultos en general. Además, en esta situación como en muchas otras más, hay una inmensa asimetría entre los partidos. Por supuesto que no todos los demócratas son honestos y honorables pero, según lo que puedo ver, no queda nadie en el Partido Republicano dispuesto a aceptar la responsabilidad de… bien, nada.

Y no creo que sea por accidente. El triste contenido del carácter moderno de los republicanos es un síntoma de la corrupción e hipocresía que ha aquejado a la mitad de nuestro cuerpo político: una enfermedad del alma que se manifiesta tanto en el comportamiento personal como en la política.

En un tema más serio, consideremos el comportamiento de John Kelly, el jefe de gabinete de Trump, cuyo historial de difamación a sus críticos y de rechazo a admitir sus errores está empezando a competir con el de su jefe. ¿Recuerdan cuando Kelly realizó acusaciones falsas sobre la representante Frederica Wilson y se negó a retractarse de estas incluso después de que un video demostró que eran falsas?

Hace poco tiempo, Kelly insistió en que no estuvo al tanto de todos los detalles sobre las denuncias por abuso doméstico en contra de Rob Porter sino hasta “40 minutos antes de echarlo”, según un miembro del personal de la Casa Blanca: una afirmación que parece contraponerse a todo lo que sabemos de la historia. Aun si esta declaración fuera verdadera, procedería una disculpa por su distracción. Pero estos tipos no piden perdón.

Ah, por cierto: Roy Moore todavía no reconoce sus faltas.

Así que no solo es Trump. Y no empezó con él. De hecho, hace mucho tiempo, en 2006, escribí sobre el “vacío de personas íntegras” en el gobierno de Bush: la poca disposición de los altos funcionarios para aceptar la responsabilidad por el fiasco de la ocupación de Irak, el fiasco de la respuesta ante el huracán Katrina y más.

Incluso aquellos que desde hace mucho tiempo aceptaron la premisa de que Donald Trump es corrupto, egoísta y deshonesto parecen un poco impactados por la diatriba que lanzó el fin de semana del Día del Presidente. Utilizar a su favor la masacre de Parkland, Florida, como una excusa para atacar al FBI por investigar la intervención de Rusia en las elecciones —y al mismo tiempo mentir respecto de que había negado la existencia de esa intervención— llevó la bajeza a otro nivel, lo cual es en verdad impresionante si tomamos en cuenta el historial de Trump.

Sin embargo, si damos un paso atrás y reflexionamos sobre el asunto, los últimos arrebatos de Trump fueron bastante apegados a su carácter, y no me refiero solo a su carácter personal. ¿Cuándo fue la última vez que se vio a algún miembro del gobierno de Trump, o para el caso a algún republicano prominente, admitir errores o aceptar la responsabilidad de los problemas?

No es válido decir que siempre ha sido de esa manera, que así son las personas. Al contrario, aceptar la responsabilidad de tus acciones —lo que mis padres llamaban ser una persona íntegra— solía considerarse una virtud esencial entre los políticos y los adultos en general. Además, en esta situación como en muchas otras más, hay una inmensa asimetría entre los partidos. Por supuesto que no todos los demócratas son honestos y honorables pero, según lo que puedo ver, no queda nadie en el Partido Republicano dispuesto a aceptar la responsabilidad de… bien, nada.

Y no creo que sea por accidente. El triste contenido del carácter moderno de los republicanos es un síntoma de la corrupción e hipocresía que ha aquejado a la mitad de nuestro cuerpo político: una enfermedad del alma que se manifiesta tanto en el comportamiento personal como en la política.

En un tema más serio, consideremos el comportamiento de John Kelly, el jefe de gabinete de Trump, cuyo historial de difamación a sus críticos y de rechazo a admitir sus errores está empezando a competir con el de su jefe. ¿Recuerdan cuando Kelly realizó acusaciones falsas sobre la representante Frederica Wilson y se negó a retractarse de estas incluso después de que un video demostró que eran falsas?

Hace poco tiempo, Kelly insistió en que no estuvo al tanto de todos los detalles sobre las denuncias por abuso doméstico en contra de Rob Porter sino hasta “40 minutos antes de echarlo”, según un miembro del personal de la Casa Blanca: una afirmación que parece contraponerse a todo lo que sabemos de la historia. Aun si esta declaración fuera verdadera, procedería una disculpa por su distracción. Pero estos tipos no piden perdón.

Ah, por cierto: Roy Moore todavía no reconoce sus faltas.

Así que no solo es Trump. Y no empezó con él. De hecho, hace mucho tiempo, en 2006, escribí sobre el “vacío de personas íntegras” en el gobierno de Bush: la poca disposición de los altos funcionarios para aceptar la responsabilidad por el fiasco de la ocupación de Irak, el fiasco de la respuesta ante el huracán Katrina y más.