/ domingo 4 de agosto de 2019

El Crimen que Sí Paga

De acuerdo con uno de sus testimonios públicos, Alfonso Capone, el célebre criminal estadounidense, les explicó a los policías que lo detuvieron la diferencia entre su trabajo y el de sus matones.

Mi gente, les dijo, saben que si hacen su trabajo bien yo les pagaré, les daré buena ropa y tendrán lo suficiente para llevar pan a sus familias; pero si no lo hacen, saben que lo pagarán con su vida. Ustedes, continuó, hagan o no su trabajo, saben que no corren ese riesgo y a lo más serán despedidos, por eso es que es tan difícil que puedan detenernos.

La realidad es que “Al” Capone murió en prisión, su imperio cayó como muchos otros antes que él y sus propios colegas lo consideraron un ejemplo de la forma en que no debe conducirse un mafioso. A pesar de ello, hasta la fecha es uno de los personajes del crimen que provocan mayor fascinación y su historia e imagen han sido reproducidas como el estándar del delincuente profesional y todopoderoso.

Para no ir tan lejos en el pasado, la carrera de Joaquín Guzmán Loera tiene enormes similitudes con la del gángster del viejo Chicago, además de un destino común: pasará el resto de sus días en una cárcel, alejado de los lujos, el poder y el dinero que, en apariencia, brinda el crimen.

Durante muchos años, la vida de la delincuencia ha sido la fuente de infinidad de ficciones que tratan de explicar por qué nuestras sociedades crean redes paralelas de personas que no respetan la ley. Las mafias y los cárteles son ejemplos clásicos del interés que existe por organizaciones que tienen un código de conducta distinto, a pesar de los riesgos que eso implica.

Porque si hacemos un recuento de las victorias contra las derrotas que tienen este tipo de figuras y de organizaciones, el resultado no es de un triunfo abrumador, sino todo lo contrario.

Esto se explica porque los grupos criminales son eso, grupos, que al ser tolerados por los Estados y sus instituciones cumplen una función específica que solo tiene sentido si existen corrupción, impunidad, falta de voluntad y de compromiso.

Aunque muchos gobiernos juegan a alimentar a este cocodrilo pensando en que nunca se va a voltear a morderlos, lo cierto es que en algún momento la violencia se sale de control y ni siquiera respeta a la propia delincuencia que la ocasiona.

También se olvida que los criminales son personas como cualquiera de nosotros; pero con valores distintos. Es decir, forman familias, buscan patrimonio, generan obligaciones y tratan -los de las películas y los reales- de salir vivos de una profesión que la mayoría de las veces se cobra con la existencia la decisión de participar.

Ocurre lo mismo con su estructura. Capone y Guzmán Loera son las cabezas visibles de corporaciones enormes, con diferentes niveles y escalafones en los que no se sube tan fácilmente.

Y si seguimos hablando de delincuentes de la pantalla grande, esta afirmación queda muy bien ilustrada en el papel que hizo otro Alfonso, éste Pacino, en la cinta “Donnie Brasco”, acerca de un mafioso que nunca pudo crecer en los rangos del crimen y que comete el error de hacer amistad con un policía encubierto. Es una curiosa coincidencia que sea el mismo actor que interpretó a Michael Corleone, el hijo del criminal ficticio más conocido de la historia.

Esta semana, el gobierno federal lanzó una campaña que busca saturar los tiempos oficiales con mensajes dirigidos a las y los jóvenes mexicanos para que puedan entender la diferencia entre el crimen que no paga (el real) y el que sí lo hace (el de ficción). Uno de sus objetivos es contrarrestar el arraigo que hoy tiene el segundo en series, películas, “narconovelas”, videos musicales y hasta en corridos.

Creo que es un buen momento para que, como padres, hermanos, amigos y colegas, ayudemos a contar la historia real del crimen, entendamos que la puerta falsa que ofrece no tiene nada detrás y podamos evitar que los grupos criminales sigan reclutando con base en una de las mejores mentiras creadas hasta la fecha: que eso es vida.

------------------------------------------------------------------------------



De acuerdo con uno de sus testimonios públicos, Alfonso Capone, el célebre criminal estadounidense, les explicó a los policías que lo detuvieron la diferencia entre su trabajo y el de sus matones.

Mi gente, les dijo, saben que si hacen su trabajo bien yo les pagaré, les daré buena ropa y tendrán lo suficiente para llevar pan a sus familias; pero si no lo hacen, saben que lo pagarán con su vida. Ustedes, continuó, hagan o no su trabajo, saben que no corren ese riesgo y a lo más serán despedidos, por eso es que es tan difícil que puedan detenernos.

La realidad es que “Al” Capone murió en prisión, su imperio cayó como muchos otros antes que él y sus propios colegas lo consideraron un ejemplo de la forma en que no debe conducirse un mafioso. A pesar de ello, hasta la fecha es uno de los personajes del crimen que provocan mayor fascinación y su historia e imagen han sido reproducidas como el estándar del delincuente profesional y todopoderoso.

Para no ir tan lejos en el pasado, la carrera de Joaquín Guzmán Loera tiene enormes similitudes con la del gángster del viejo Chicago, además de un destino común: pasará el resto de sus días en una cárcel, alejado de los lujos, el poder y el dinero que, en apariencia, brinda el crimen.

Durante muchos años, la vida de la delincuencia ha sido la fuente de infinidad de ficciones que tratan de explicar por qué nuestras sociedades crean redes paralelas de personas que no respetan la ley. Las mafias y los cárteles son ejemplos clásicos del interés que existe por organizaciones que tienen un código de conducta distinto, a pesar de los riesgos que eso implica.

Porque si hacemos un recuento de las victorias contra las derrotas que tienen este tipo de figuras y de organizaciones, el resultado no es de un triunfo abrumador, sino todo lo contrario.

Esto se explica porque los grupos criminales son eso, grupos, que al ser tolerados por los Estados y sus instituciones cumplen una función específica que solo tiene sentido si existen corrupción, impunidad, falta de voluntad y de compromiso.

Aunque muchos gobiernos juegan a alimentar a este cocodrilo pensando en que nunca se va a voltear a morderlos, lo cierto es que en algún momento la violencia se sale de control y ni siquiera respeta a la propia delincuencia que la ocasiona.

También se olvida que los criminales son personas como cualquiera de nosotros; pero con valores distintos. Es decir, forman familias, buscan patrimonio, generan obligaciones y tratan -los de las películas y los reales- de salir vivos de una profesión que la mayoría de las veces se cobra con la existencia la decisión de participar.

Ocurre lo mismo con su estructura. Capone y Guzmán Loera son las cabezas visibles de corporaciones enormes, con diferentes niveles y escalafones en los que no se sube tan fácilmente.

Y si seguimos hablando de delincuentes de la pantalla grande, esta afirmación queda muy bien ilustrada en el papel que hizo otro Alfonso, éste Pacino, en la cinta “Donnie Brasco”, acerca de un mafioso que nunca pudo crecer en los rangos del crimen y que comete el error de hacer amistad con un policía encubierto. Es una curiosa coincidencia que sea el mismo actor que interpretó a Michael Corleone, el hijo del criminal ficticio más conocido de la historia.

Esta semana, el gobierno federal lanzó una campaña que busca saturar los tiempos oficiales con mensajes dirigidos a las y los jóvenes mexicanos para que puedan entender la diferencia entre el crimen que no paga (el real) y el que sí lo hace (el de ficción). Uno de sus objetivos es contrarrestar el arraigo que hoy tiene el segundo en series, películas, “narconovelas”, videos musicales y hasta en corridos.

Creo que es un buen momento para que, como padres, hermanos, amigos y colegas, ayudemos a contar la historia real del crimen, entendamos que la puerta falsa que ofrece no tiene nada detrás y podamos evitar que los grupos criminales sigan reclutando con base en una de las mejores mentiras creadas hasta la fecha: que eso es vida.

------------------------------------------------------------------------------