/ jueves 5 de abril de 2018

El debate y la audiencia

Por primera vez van a celebrarse tres debates presidenciales organizados por la autoridad electoral de nuestro país y ahora estamos por definir el formato específico en que van a desarrollarse. Nuestro primer ejercicio cara a cara entre candidatos fue en 1994, tiene casi un cuarto de siglo en el que se ha normalizado debatir pero no siempre con los formatos más adecuados para facilitar a las audiencias conocer posturas claras sobre asuntos que les preocupan, porque todo depende de la estrategia de quien debate y no hay un equilibrio para solicitar precisión donde quedan dudas.

Ha sido un largo camino el que hemos tendido que recorrer como sociedad para remontar una inercia que suele confundir la equidad e imparcialidad de los formatos con sobreprotección de candidatas y candidatos cuando de participar en debates con gran difusión se trata.

Es normal que partidos y actores políticos defiendan las condiciones que consideran más favorables para su abanderada o abanderado, que busquen alejarle eventuales temas incómodos y acercarles los que más conocen y quieren resaltar. De ahí que exijan de manera legítima un escenario y reglas con razonable equidad para contrastar y exponer esas ofertas de cara a la población, aunque con esa misma lógica es fundamental poner como prioridad a las audiencias, evitar diseñar formatos que en lugar de propiciar equidad fomenten estrategias de silencio o generalidades que no brinden a la población información útil para ejercer su derecho a voto razonado, que en lugar de facilitarle las cosas se las complique a votantes que ponen atención a lo que tengan que decir la y los candidatos, encontrar posturas nítidas y no solo discursos memorizados o leídos que evadan esa claridad necesaria.

Las audiencias importan y deben tener sus propios equilibrios y garantías en los formatos de los debates. No es verdad que las y los ciudadanos apagan el televisor, la radio o aplicación de internet cuando ahí se transmiten debates presidenciales, de hecho, la tendencia es que registran cada vez más atención. Por ejemplo, coinciden dos importantes casas encuestadoras en que hace seis años el primer debate presidencial fue visto o escuchado por la mayoría de la población y que el segundo incrementó esa atención pese a durar más de dos horas.

Acorde a Parametría 53.3% de la población vio o escuchó el primer debate y 60.1% el segundo, mientras que Mitofsky registró 51% y 53% respectivamente. Es falso que exista poco interés en este tipo de encuentros cara a cara entre quienes aspiran a ocupar un cargo de electivo de la mayor relevancia y por eso precisamente apostaremos por formatos más abiertos, menos acartonados, en donde puede pedirse precisión, postura sobre temas concretos a partir de moderadoras y moderadores activos pero siempre respetuosos de generar un entorno de deliberación equitativo para que puedan exponerse ideas y propuestas, cuestionamientos o críticas, pero sobre todo, que se ocupe de nutrir a las audiencias de información y darles así herramientas para el voto informado.

Consejero del INE

@MarcoBanos

Por primera vez van a celebrarse tres debates presidenciales organizados por la autoridad electoral de nuestro país y ahora estamos por definir el formato específico en que van a desarrollarse. Nuestro primer ejercicio cara a cara entre candidatos fue en 1994, tiene casi un cuarto de siglo en el que se ha normalizado debatir pero no siempre con los formatos más adecuados para facilitar a las audiencias conocer posturas claras sobre asuntos que les preocupan, porque todo depende de la estrategia de quien debate y no hay un equilibrio para solicitar precisión donde quedan dudas.

Ha sido un largo camino el que hemos tendido que recorrer como sociedad para remontar una inercia que suele confundir la equidad e imparcialidad de los formatos con sobreprotección de candidatas y candidatos cuando de participar en debates con gran difusión se trata.

Es normal que partidos y actores políticos defiendan las condiciones que consideran más favorables para su abanderada o abanderado, que busquen alejarle eventuales temas incómodos y acercarles los que más conocen y quieren resaltar. De ahí que exijan de manera legítima un escenario y reglas con razonable equidad para contrastar y exponer esas ofertas de cara a la población, aunque con esa misma lógica es fundamental poner como prioridad a las audiencias, evitar diseñar formatos que en lugar de propiciar equidad fomenten estrategias de silencio o generalidades que no brinden a la población información útil para ejercer su derecho a voto razonado, que en lugar de facilitarle las cosas se las complique a votantes que ponen atención a lo que tengan que decir la y los candidatos, encontrar posturas nítidas y no solo discursos memorizados o leídos que evadan esa claridad necesaria.

Las audiencias importan y deben tener sus propios equilibrios y garantías en los formatos de los debates. No es verdad que las y los ciudadanos apagan el televisor, la radio o aplicación de internet cuando ahí se transmiten debates presidenciales, de hecho, la tendencia es que registran cada vez más atención. Por ejemplo, coinciden dos importantes casas encuestadoras en que hace seis años el primer debate presidencial fue visto o escuchado por la mayoría de la población y que el segundo incrementó esa atención pese a durar más de dos horas.

Acorde a Parametría 53.3% de la población vio o escuchó el primer debate y 60.1% el segundo, mientras que Mitofsky registró 51% y 53% respectivamente. Es falso que exista poco interés en este tipo de encuentros cara a cara entre quienes aspiran a ocupar un cargo de electivo de la mayor relevancia y por eso precisamente apostaremos por formatos más abiertos, menos acartonados, en donde puede pedirse precisión, postura sobre temas concretos a partir de moderadoras y moderadores activos pero siempre respetuosos de generar un entorno de deliberación equitativo para que puedan exponerse ideas y propuestas, cuestionamientos o críticas, pero sobre todo, que se ocupe de nutrir a las audiencias de información y darles así herramientas para el voto informado.

Consejero del INE

@MarcoBanos