/ miércoles 22 de junio de 2022

El declive del Metrobús

Metrobús cumplió 17 años. Hoy cuenta con un mapa robusto de servicio, pero también es víctima de su propio éxito. Basta una mirada hacia cualquier estación, para reconocer que el sistema está desbordado. Aún así, es opción en términos de transporte público para los usuarios del sistema; como en términos de política pública de infraestructura para el transporte.

El Metrobús ha dejado de ser atractivo para los políticos. Esta administración no ha construido ninguna línea. Concretó la ampliación de tres; la línea 3, hacia el sur, quedó trunca porque las autoridades locales no supieron imponerse frente a una limitada resistencia vecinal; la extensión de la 4 hacia la Alameda Oriente se convirtió en el mejor ejemplo de cómo no debe ampliarse una línea: sin paradas intermedias, sin la capacidad adecuada al tipo de demanda, con filas gigantescas en la hora pico. La ampliación de la línea 5, iniciada en la pasada administración pero con ajustes en el último tramo, es la que mejor ha funcionado.

El Gobierno de la Ciudad de México ha perdido capacidad y gobernanza para extender este servicio. Paralelamente, nadie habla con la verdad hacia la ciudadanía. La tarifa de 6 pesos, vigente desde hace 9 años, no cubre los costos de operación. Desde entonces se han inaugurado las líneas 5, 6 y 7, así como las ampliaciones a la 3, 4 y 5, lo que ha incrementado la red de servicio en más de un 50% sin que crezcan los ingresos por accesos al sistema.

Mantener la gratuidad de los transbordos es una decisión correcta, pero tiene un costo financiero; de marzo de 2013 a mayo de 2022 ha habido una inflación de 50%. La tarifa del Metrobús debería ser por lo menos de $10 pesos. Negar el incremento no necesariamente beneficia a los más pobres, sino a los que viven cerca de una estación del Metrobús, que normalmente tienen mayor ingreso promedio que quienes no viven cerca del transporte masivo. El Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México reporta una asignación de 2,586 millones de pesos al organismo Metrobús, lo cual nos lleva a un callejón sin salida.

Hay dos razones poderosas para hacer Metrobús, además del tiempo y costo de instrumentación. La primera es que se incorpora a los concesionarios a la operación del servicio; la segunda es que el sistema puede operar sin subsidio, a diferencia de lo que sucede con los metros y trenes ligeros, que permanentemente están subsidiados, en cualquier parte del mundo.

Al forzar el subsidio de algo que sí puede operar con sostenibilidad financiera, estamos condenando a este medio a su propia destrucción: los automovilistas lo rechazan, los vecinos de las colonias prósperas lo rechazan y tiene problemas financieros. No es casualidad que este gobierno no haya construido ninguna línea.

El Metrobús es un lastre para todos excepto para los usuarios del transporte público. Para ellos, sin duda, hay muchas ventajas, y los transbordos gratuitos son una de ellas.

Lo que voy a proponer se ha vuelto financieramente inviable, pero sería deseable: integrar la tarifa del Metrobús con la de los Corredores Cero Emisiones del trolebús (Eje Central, Eje 2 Sur, Eje 7 Sur), que dan un servicio similar al Metrobús, en carril exclusivo. La falta de salud financiera impide algo que sería funcional para los usuarios; gana la política barata, pierde la ciudadanía.


Metrobús cumplió 17 años. Hoy cuenta con un mapa robusto de servicio, pero también es víctima de su propio éxito. Basta una mirada hacia cualquier estación, para reconocer que el sistema está desbordado. Aún así, es opción en términos de transporte público para los usuarios del sistema; como en términos de política pública de infraestructura para el transporte.

El Metrobús ha dejado de ser atractivo para los políticos. Esta administración no ha construido ninguna línea. Concretó la ampliación de tres; la línea 3, hacia el sur, quedó trunca porque las autoridades locales no supieron imponerse frente a una limitada resistencia vecinal; la extensión de la 4 hacia la Alameda Oriente se convirtió en el mejor ejemplo de cómo no debe ampliarse una línea: sin paradas intermedias, sin la capacidad adecuada al tipo de demanda, con filas gigantescas en la hora pico. La ampliación de la línea 5, iniciada en la pasada administración pero con ajustes en el último tramo, es la que mejor ha funcionado.

El Gobierno de la Ciudad de México ha perdido capacidad y gobernanza para extender este servicio. Paralelamente, nadie habla con la verdad hacia la ciudadanía. La tarifa de 6 pesos, vigente desde hace 9 años, no cubre los costos de operación. Desde entonces se han inaugurado las líneas 5, 6 y 7, así como las ampliaciones a la 3, 4 y 5, lo que ha incrementado la red de servicio en más de un 50% sin que crezcan los ingresos por accesos al sistema.

Mantener la gratuidad de los transbordos es una decisión correcta, pero tiene un costo financiero; de marzo de 2013 a mayo de 2022 ha habido una inflación de 50%. La tarifa del Metrobús debería ser por lo menos de $10 pesos. Negar el incremento no necesariamente beneficia a los más pobres, sino a los que viven cerca de una estación del Metrobús, que normalmente tienen mayor ingreso promedio que quienes no viven cerca del transporte masivo. El Presupuesto de Egresos de la Ciudad de México reporta una asignación de 2,586 millones de pesos al organismo Metrobús, lo cual nos lleva a un callejón sin salida.

Hay dos razones poderosas para hacer Metrobús, además del tiempo y costo de instrumentación. La primera es que se incorpora a los concesionarios a la operación del servicio; la segunda es que el sistema puede operar sin subsidio, a diferencia de lo que sucede con los metros y trenes ligeros, que permanentemente están subsidiados, en cualquier parte del mundo.

Al forzar el subsidio de algo que sí puede operar con sostenibilidad financiera, estamos condenando a este medio a su propia destrucción: los automovilistas lo rechazan, los vecinos de las colonias prósperas lo rechazan y tiene problemas financieros. No es casualidad que este gobierno no haya construido ninguna línea.

El Metrobús es un lastre para todos excepto para los usuarios del transporte público. Para ellos, sin duda, hay muchas ventajas, y los transbordos gratuitos son una de ellas.

Lo que voy a proponer se ha vuelto financieramente inviable, pero sería deseable: integrar la tarifa del Metrobús con la de los Corredores Cero Emisiones del trolebús (Eje Central, Eje 2 Sur, Eje 7 Sur), que dan un servicio similar al Metrobús, en carril exclusivo. La falta de salud financiera impide algo que sería funcional para los usuarios; gana la política barata, pierde la ciudadanía.


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