/ sábado 25 de noviembre de 2017

El desperdicio de la cultura

1.- El Museo de la Ciudad de México ha reabierto sus puertas después de una restauración de seis meses que costó 51 millones de pesos. Al efecto se ha montado una magna exposición sobre la metrópoli con el nombre de “La Ciudad de México en el arte. Travesía de ocho siglos”, que exhibe 500 objetos de casi 200 autores, y que es una joya para los pocos. Hace unos días abrió en Bellas Artes la fabulosa exposición “Rojo mexicano. El uso de la grana cochinilla”, que reúne obras de colosos como Velázquez, Zurbarán a nuestros días, pasando por Van Gogh y grandes maestros mexicanos. La información, bellamente reseñada e incitante para correr a verlas, injusta e irónicamente, aparece en un diario de España.

2.- Así corren miríadas de manifestaciones culturales con torrentes del arte más refinado y gratificante del espíritu, y si no es uno afecto a investigar en la sección amarilla nadie se entera. Como también tal vez nadie sabe que tenemos una Secretaría de Cultura cuyo objeto es justamente promover, patrocinar, difundir, propalar y hacer asequible a la ciudadanía ese caro bien público tan enrarecido que es la cultura. Elevado a ese rango el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes por su fundador y principal impulsor apenas en 2015, parece que la dependencia federal falleció nonata junto con Rafael Tovar y de Teresa.

3.- De antorcha campesina, los 400 pueblos, la CNTE, el SME nos mantenemos muy al tanto, en especial cuando estrangulan la ciudad, toman a sus habitantes de rehenes y golpean policías con la absoluta seguridad de que saldrán indemnes de sus tropelías y hasta les piden perdón. De las joyas del redentor tenemos puntual noticia tan pronto las regurgita; de las convulsiones del líder del PAN estamos al día en el idioma que sea. Pero de las manifestaciones culturales en cualquiera de sus formas, quedamos en la inopia informativa, igual que si no existieran.

4.- La delicadísima tarea de la gestión de la cultura en un país requiere méritos más allá de administrar un centro de espectáculos, más aún si se trata del patrimonio y la desbordante riqueza cultural de México donde ese recurso, que se renueva a cada suspiro, se refiere al instrumento más maleable para fortalecer no solo la unidad, sino la propia identidad de la Nación, reflejada en una historia inagotable, en un caudal natural apenas descriptible. Estamos tirando a la calle una política cultural con presupuesto, que sí existe; una infraestructura envidiable y que ahí está, y con ello la oportunidad de atemperar la idiotización de un pueblo ávido por instruirse, y con las llaves de acceso a la cultura mexicana y universal en la mano, nada más por falta de promoción.

5.- De poco sirve tener el majestuoso país que tenemos; el mosaico de colorido y alegría que exubera nuestra gente; los pueblos mágicos y paisajes ensoñadores; todas las expresiones del arte, desde el sacro hasta el apóstata, del divino al macabro, el cielo y el infierno mismos en la ciudad con más museos del mundo, si la autoridad federal en la materia no se aboca a darle toda la publicidad posible para que “las mayorías” que tanto se llenan la boca de ensalzar y defender tengan acceso a muestras costosísimas que ya están montadas y a su disposición. Es el museo del absurdo, éste del que la gente ni se entera que existe porque no se gasta un peso en difusión.

6.- Cuando despierte la señora secretaria ya se habrá perdido otra generación, y la oportunidad de arraigar la identidad nacional, que está ahí, no en las oprobiosas cifras del crimen, ni en las dantescas escenas de una juventud extraviada.

 

camilo@kawage.com

1.- El Museo de la Ciudad de México ha reabierto sus puertas después de una restauración de seis meses que costó 51 millones de pesos. Al efecto se ha montado una magna exposición sobre la metrópoli con el nombre de “La Ciudad de México en el arte. Travesía de ocho siglos”, que exhibe 500 objetos de casi 200 autores, y que es una joya para los pocos. Hace unos días abrió en Bellas Artes la fabulosa exposición “Rojo mexicano. El uso de la grana cochinilla”, que reúne obras de colosos como Velázquez, Zurbarán a nuestros días, pasando por Van Gogh y grandes maestros mexicanos. La información, bellamente reseñada e incitante para correr a verlas, injusta e irónicamente, aparece en un diario de España.

2.- Así corren miríadas de manifestaciones culturales con torrentes del arte más refinado y gratificante del espíritu, y si no es uno afecto a investigar en la sección amarilla nadie se entera. Como también tal vez nadie sabe que tenemos una Secretaría de Cultura cuyo objeto es justamente promover, patrocinar, difundir, propalar y hacer asequible a la ciudadanía ese caro bien público tan enrarecido que es la cultura. Elevado a ese rango el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes por su fundador y principal impulsor apenas en 2015, parece que la dependencia federal falleció nonata junto con Rafael Tovar y de Teresa.

3.- De antorcha campesina, los 400 pueblos, la CNTE, el SME nos mantenemos muy al tanto, en especial cuando estrangulan la ciudad, toman a sus habitantes de rehenes y golpean policías con la absoluta seguridad de que saldrán indemnes de sus tropelías y hasta les piden perdón. De las joyas del redentor tenemos puntual noticia tan pronto las regurgita; de las convulsiones del líder del PAN estamos al día en el idioma que sea. Pero de las manifestaciones culturales en cualquiera de sus formas, quedamos en la inopia informativa, igual que si no existieran.

4.- La delicadísima tarea de la gestión de la cultura en un país requiere méritos más allá de administrar un centro de espectáculos, más aún si se trata del patrimonio y la desbordante riqueza cultural de México donde ese recurso, que se renueva a cada suspiro, se refiere al instrumento más maleable para fortalecer no solo la unidad, sino la propia identidad de la Nación, reflejada en una historia inagotable, en un caudal natural apenas descriptible. Estamos tirando a la calle una política cultural con presupuesto, que sí existe; una infraestructura envidiable y que ahí está, y con ello la oportunidad de atemperar la idiotización de un pueblo ávido por instruirse, y con las llaves de acceso a la cultura mexicana y universal en la mano, nada más por falta de promoción.

5.- De poco sirve tener el majestuoso país que tenemos; el mosaico de colorido y alegría que exubera nuestra gente; los pueblos mágicos y paisajes ensoñadores; todas las expresiones del arte, desde el sacro hasta el apóstata, del divino al macabro, el cielo y el infierno mismos en la ciudad con más museos del mundo, si la autoridad federal en la materia no se aboca a darle toda la publicidad posible para que “las mayorías” que tanto se llenan la boca de ensalzar y defender tengan acceso a muestras costosísimas que ya están montadas y a su disposición. Es el museo del absurdo, éste del que la gente ni se entera que existe porque no se gasta un peso en difusión.

6.- Cuando despierte la señora secretaria ya se habrá perdido otra generación, y la oportunidad de arraigar la identidad nacional, que está ahí, no en las oprobiosas cifras del crimen, ni en las dantescas escenas de una juventud extraviada.

 

camilo@kawage.com

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