/ domingo 11 de marzo de 2018

El destino de la UNAM

Por mi raza hablará el espíritu

José Vasconcelos


En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es sino fatal que periódicamente se den cita y coexistan lo más puro y elevado de la intelectualidad con lo más sórdido que puede haber en el ser humano. Sí, universo de luces y sombras que desde su propio parto en 1929 ha tenido permanentemente que luchar contra todo tipo de dolor, pero la historia ha demostrado que al final triunfa el imperio de su luz: encarnación viva y palpitante de ese espíritu que habla desde lo más profundo de nuestra raza y que se impone sobre toda tiniebla o peligro que pueda amenazarle, porque erigida en el más poderoso, valiente, crítico y reflexivo bastión del pensamiento, ha elevado permanentemente su voz como conciencia referencial a lo largo de sus casi 90 años de existencia. Sí, termómetro y pulso, corazón vivo de la sociedad mexicana que late al ritmo de todo aquello que convulsione al país, y por esa razón, no debería sorprender cuando la inseguridad y la criminalidad se hacen presentes, dolorosa y cada vez más con mayor frecuencia, lo mismo en el campus central que en el resto de sus sedes, agitando el alma de los universitarios y la del pueblo. Solo que hay límites intangibles, infranqueable, y uno de ellos debería ser el de nuestra máxima Casa de Estudios.

No obstante, para que la irrupción de la desestabilización pueda incoarse, es necesario también que las condiciones estén dadas, y es un hecho que cuando un espacio es abandonado y queda vacante, aun en la propia UNAM, tarde o temprano éste termina ocupado y controlado por fuerzas ajenas y entre más tarde en producirse la reacción ante el hecho, los costos para recuperar el espacio perdido, que no es otro que un vacío de poder, pueden potencializarse hasta llegar a la confrontación directa que a nada conduce y mucho menos en los tiempos actuales. De ahí que impulsar el retorno a las funciones originarias para las que fue concebida y construida en Ciudad Universitaria el área de los frontones, promoviendo la realización intensiva de actividades y justas deportivas es, en consecuencia, digno de alabar en muchos sentidos.

Hoy la UNAM tiene ante sí un reto multifactorial por resolver pero lo más delicado, desde mi perspectiva, es cómo habrá de enfrentarlo porque su resultado, de tener el éxito esperado, podría llegar a ser referente y faro de esperanza para una sociedad cada vez más escéptica e insensibilizada, agotada y vulnerable. La coyuntura se da además ante una oportunidad única en este caso, pues cuenta con un soporte poderoso: el deporte. No olvidemos que éste fue, desde los tiempos de la antigüedad clásica, pilar fundamental, junto con la música, de su Enkyclos Paideia para la formación integral del ser humano. Además, cultivarse en él, sin importar la edad pero sobre todo en la infancia, adolescencia y juventud, contribuye a activar nuestras funciones cerebrales y desarrollar nuestras capacidades físicas, incentiva nuestra interacción social y emocional, incrementa nuestra autoestima, estimula los hábitos de disciplina al grado de llegar a constituirse en un hábito central de la existencia, combate el estrés, fortalece los lazos de solidaridad, incrementa los índices de tolerancia a la frustración y, sobre todo, es uno de los más importantes, eficaces y naturales mecanismos de prevención y combate en el consumo de drogas.

Sin embargo, recuperar los frontones es apenas el primer paso de una lucha largamente postergada en el seno universitario, cuyas raíces actualmente se hunden no solo dentro de sus campi sino allende ellos por muchos, muchísimos kilómetros, acechadas por los vasos comunicantes de otros escenarios de enorme peligrosidad. El reto siguiente será no cejar y continuar rescatando desde el prístino crisol de la mística universitaria el resto de los espacios despojados, materiales e inmateriales, como el emblemático Auditorio Justo Sierra, vivo ejemplo de que cuando los tiempos avanzan y no se toman las medidas pertinentes, todo se complica y enrarece. No hablar en el momento preciso, dejar de actuar, minimizar y tolerar una problemática -heredada de otras administraciones o gestada en la propia sin siquiera intentar resolverla-, nos habla mucho de cuando los intereses están orientados a todo menos hacia lo sustantivo en la UNAM como lo es la academia.

2018, próximos al cincuentenario del Movimiento Estudiantil de 1968, será un año difícil. La lucha electoral impregna su pestilencia en todos los ámbitos y su hedor se percibe en la UNAM: prudencia y sabiduría deberán oponerse y hacer frente a la corrupción, impunidad, criminalidad y voracidad infinitas de quienes solo están a la caza del botín político.

Ojalá nuestro espíritu y fortaleza como universitarios esté a la altura de las circunstancias y sepamos ser dignos del Alma Mater de nuestra Nación y de la fe que en ella tiene todavía depositada el pueblo de México. Ahora más que nunca es nuestro deber cerrar filas en torno a nuestra máxima Casa de Estudios porque su destino es, también en gran parte, el destino de nuestra Nación.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli


Por mi raza hablará el espíritu

José Vasconcelos


En la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es sino fatal que periódicamente se den cita y coexistan lo más puro y elevado de la intelectualidad con lo más sórdido que puede haber en el ser humano. Sí, universo de luces y sombras que desde su propio parto en 1929 ha tenido permanentemente que luchar contra todo tipo de dolor, pero la historia ha demostrado que al final triunfa el imperio de su luz: encarnación viva y palpitante de ese espíritu que habla desde lo más profundo de nuestra raza y que se impone sobre toda tiniebla o peligro que pueda amenazarle, porque erigida en el más poderoso, valiente, crítico y reflexivo bastión del pensamiento, ha elevado permanentemente su voz como conciencia referencial a lo largo de sus casi 90 años de existencia. Sí, termómetro y pulso, corazón vivo de la sociedad mexicana que late al ritmo de todo aquello que convulsione al país, y por esa razón, no debería sorprender cuando la inseguridad y la criminalidad se hacen presentes, dolorosa y cada vez más con mayor frecuencia, lo mismo en el campus central que en el resto de sus sedes, agitando el alma de los universitarios y la del pueblo. Solo que hay límites intangibles, infranqueable, y uno de ellos debería ser el de nuestra máxima Casa de Estudios.

No obstante, para que la irrupción de la desestabilización pueda incoarse, es necesario también que las condiciones estén dadas, y es un hecho que cuando un espacio es abandonado y queda vacante, aun en la propia UNAM, tarde o temprano éste termina ocupado y controlado por fuerzas ajenas y entre más tarde en producirse la reacción ante el hecho, los costos para recuperar el espacio perdido, que no es otro que un vacío de poder, pueden potencializarse hasta llegar a la confrontación directa que a nada conduce y mucho menos en los tiempos actuales. De ahí que impulsar el retorno a las funciones originarias para las que fue concebida y construida en Ciudad Universitaria el área de los frontones, promoviendo la realización intensiva de actividades y justas deportivas es, en consecuencia, digno de alabar en muchos sentidos.

Hoy la UNAM tiene ante sí un reto multifactorial por resolver pero lo más delicado, desde mi perspectiva, es cómo habrá de enfrentarlo porque su resultado, de tener el éxito esperado, podría llegar a ser referente y faro de esperanza para una sociedad cada vez más escéptica e insensibilizada, agotada y vulnerable. La coyuntura se da además ante una oportunidad única en este caso, pues cuenta con un soporte poderoso: el deporte. No olvidemos que éste fue, desde los tiempos de la antigüedad clásica, pilar fundamental, junto con la música, de su Enkyclos Paideia para la formación integral del ser humano. Además, cultivarse en él, sin importar la edad pero sobre todo en la infancia, adolescencia y juventud, contribuye a activar nuestras funciones cerebrales y desarrollar nuestras capacidades físicas, incentiva nuestra interacción social y emocional, incrementa nuestra autoestima, estimula los hábitos de disciplina al grado de llegar a constituirse en un hábito central de la existencia, combate el estrés, fortalece los lazos de solidaridad, incrementa los índices de tolerancia a la frustración y, sobre todo, es uno de los más importantes, eficaces y naturales mecanismos de prevención y combate en el consumo de drogas.

Sin embargo, recuperar los frontones es apenas el primer paso de una lucha largamente postergada en el seno universitario, cuyas raíces actualmente se hunden no solo dentro de sus campi sino allende ellos por muchos, muchísimos kilómetros, acechadas por los vasos comunicantes de otros escenarios de enorme peligrosidad. El reto siguiente será no cejar y continuar rescatando desde el prístino crisol de la mística universitaria el resto de los espacios despojados, materiales e inmateriales, como el emblemático Auditorio Justo Sierra, vivo ejemplo de que cuando los tiempos avanzan y no se toman las medidas pertinentes, todo se complica y enrarece. No hablar en el momento preciso, dejar de actuar, minimizar y tolerar una problemática -heredada de otras administraciones o gestada en la propia sin siquiera intentar resolverla-, nos habla mucho de cuando los intereses están orientados a todo menos hacia lo sustantivo en la UNAM como lo es la academia.

2018, próximos al cincuentenario del Movimiento Estudiantil de 1968, será un año difícil. La lucha electoral impregna su pestilencia en todos los ámbitos y su hedor se percibe en la UNAM: prudencia y sabiduría deberán oponerse y hacer frente a la corrupción, impunidad, criminalidad y voracidad infinitas de quienes solo están a la caza del botín político.

Ojalá nuestro espíritu y fortaleza como universitarios esté a la altura de las circunstancias y sepamos ser dignos del Alma Mater de nuestra Nación y de la fe que en ella tiene todavía depositada el pueblo de México. Ahora más que nunca es nuestro deber cerrar filas en torno a nuestra máxima Casa de Estudios porque su destino es, también en gran parte, el destino de nuestra Nación.


bettyzanolli@hotmail.com @BettyZanolli