/ jueves 10 de diciembre de 2020

El destino inmediato de la UNAM

Todo buen libro es un nido de sugerencias, un enlazamiento de ideas. Tal es lo que me ha sucedido con El Derecho Humano a la Educación (Tirant lo blanch, UNAM, Facultad de Derecho de la UNAM) de Raúl Contreras Bustamante, director de la Facultad de Derecho de nuestra Universidad. En efecto, el texto de que se trata ha despertado en mí, como conclusión de su lectura, la siguiente idea que divido en tres tiempos. Primero, la inauguración a cargo de Justo Sierra de la Universidad Nacional de México, el 22 de septiembre de 1910 y a unas horas apenas del inicio de la Revolución; segundo, la conquista de la autonomía universitaria diez y nueve años después, en 1929, que implica la libertad de cátedra e investigación; tercero, vigencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es decir, tenemos la Universidad como expresión de una libertad intelectual que fue oprimida por la dictadura; tenemos el desarrollo y madurez de esa Universidad hasta conquistar su autonomía; y tenemos la vigencia de la Universidad, el “estár allí”, que no podemos ni debemos ignorar.

Por lo tanto la presencia actual de la Universidad es un hecho evidente. ¿Pero qué presencia? ¿Qué implica esta presencia? Los grandes problemas por los que atraviesa el país (inseguridad, violencia incontenible, desempleo e incertidumbre económica, pobreza, pandemia) no sólo reclaman una solución inmediata sino que la ponen a la vista y que yo resumo como libertad política y democrática, como libertad de expresar lo que se piensa. ¿Qué necesita México en estos momentos de crisis y transformación social? Identidad y conciencia de lo propio pero retomando los valores que nos caracterizan. ¿Y quién nos puede guiar en la búsqueda de eso? Sólo la Universidad libre, pública, sin dictadura opresora. Si repasamos lo que es la Universidad descubriremos lo que acertadamente se deduce del libro de Contreras Bustamante: justicia con educación. Y no ha de ser la visión política, en un elevado índice carente del enfoque cultural y humanista, la que enfrente o encare el problema; pero sí la visión universitaria que inevitablemente abarca lo político. Lo que queda claro es que primero se conquista un derecho y después se lo reclama o ejerce; por lo que el derecho humano a la educación se debe fortalecer en el texto constitucional para luego llevarlo a la práctica. Pero hay algo más, sólo la Universidad pública, la UNAM lo es de la nación, tiene la capacidad histórica para movilizar la conciencia ciudadana hacia metas valorativas superiores. Al político le quieren creer muchos, millones; a la Universidad se la cree. Por eso el libro de Contreras Bustamante traza el destino inmediato de la UNAM. Sólo cuando se cree y se está convencido de algo se puede dar el paso siguiente. Por eso es necesario, y el libro al que me refiero lo demuestra, que esa credibilidad es manifiesta, que se trata de una presencia activa. La propuesta de educación con Justicia es muy clara de parte de la UNAM. Con el ejemplo ha predicado, particularmente en la Facultad de Derecho, en una de las horas más difíciles por las que ha atravesado y atraviesa México. Por eso no debemos agotar esfuerzo en repetirlo con insistencia y en fortalecer esa presencia, a lo que estamos convocados todos los universitarios: Justicia con educación, derecho humano fundamental. Y que no haya confusión, presencia que va dirigida directamente al gobierno, a sus más altos niveles, y que no sólo se queda en la rueda de la teoría repetitiva, discursiva. En la Universidad nos hemos entregado a una práctica del razonar y no a razonar sin práctica.


PROFESOR EMÉRITO DE LA UNAM

Sígueme en Twitter: @RaulCarranca

Y Facebook: www.facebook.com/despacho.raulcarranca

Todo buen libro es un nido de sugerencias, un enlazamiento de ideas. Tal es lo que me ha sucedido con El Derecho Humano a la Educación (Tirant lo blanch, UNAM, Facultad de Derecho de la UNAM) de Raúl Contreras Bustamante, director de la Facultad de Derecho de nuestra Universidad. En efecto, el texto de que se trata ha despertado en mí, como conclusión de su lectura, la siguiente idea que divido en tres tiempos. Primero, la inauguración a cargo de Justo Sierra de la Universidad Nacional de México, el 22 de septiembre de 1910 y a unas horas apenas del inicio de la Revolución; segundo, la conquista de la autonomía universitaria diez y nueve años después, en 1929, que implica la libertad de cátedra e investigación; tercero, vigencia de la Universidad Nacional Autónoma de México. Es decir, tenemos la Universidad como expresión de una libertad intelectual que fue oprimida por la dictadura; tenemos el desarrollo y madurez de esa Universidad hasta conquistar su autonomía; y tenemos la vigencia de la Universidad, el “estár allí”, que no podemos ni debemos ignorar.

Por lo tanto la presencia actual de la Universidad es un hecho evidente. ¿Pero qué presencia? ¿Qué implica esta presencia? Los grandes problemas por los que atraviesa el país (inseguridad, violencia incontenible, desempleo e incertidumbre económica, pobreza, pandemia) no sólo reclaman una solución inmediata sino que la ponen a la vista y que yo resumo como libertad política y democrática, como libertad de expresar lo que se piensa. ¿Qué necesita México en estos momentos de crisis y transformación social? Identidad y conciencia de lo propio pero retomando los valores que nos caracterizan. ¿Y quién nos puede guiar en la búsqueda de eso? Sólo la Universidad libre, pública, sin dictadura opresora. Si repasamos lo que es la Universidad descubriremos lo que acertadamente se deduce del libro de Contreras Bustamante: justicia con educación. Y no ha de ser la visión política, en un elevado índice carente del enfoque cultural y humanista, la que enfrente o encare el problema; pero sí la visión universitaria que inevitablemente abarca lo político. Lo que queda claro es que primero se conquista un derecho y después se lo reclama o ejerce; por lo que el derecho humano a la educación se debe fortalecer en el texto constitucional para luego llevarlo a la práctica. Pero hay algo más, sólo la Universidad pública, la UNAM lo es de la nación, tiene la capacidad histórica para movilizar la conciencia ciudadana hacia metas valorativas superiores. Al político le quieren creer muchos, millones; a la Universidad se la cree. Por eso el libro de Contreras Bustamante traza el destino inmediato de la UNAM. Sólo cuando se cree y se está convencido de algo se puede dar el paso siguiente. Por eso es necesario, y el libro al que me refiero lo demuestra, que esa credibilidad es manifiesta, que se trata de una presencia activa. La propuesta de educación con Justicia es muy clara de parte de la UNAM. Con el ejemplo ha predicado, particularmente en la Facultad de Derecho, en una de las horas más difíciles por las que ha atravesado y atraviesa México. Por eso no debemos agotar esfuerzo en repetirlo con insistencia y en fortalecer esa presencia, a lo que estamos convocados todos los universitarios: Justicia con educación, derecho humano fundamental. Y que no haya confusión, presencia que va dirigida directamente al gobierno, a sus más altos niveles, y que no sólo se queda en la rueda de la teoría repetitiva, discursiva. En la Universidad nos hemos entregado a una práctica del razonar y no a razonar sin práctica.


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