A Don Germán Tirado Moraila, sinaloense orgulloso y amigo entrañable.
El desempeño de cualquier profesión requiere no sólo conocimiento, sino también experiencia y capacidad. Antes de atender a un paciente y diagnosticarlo, todo médico pasó por las aulas, las salas de hospital y las salas de la morgue. Y lo mismo sucede en la política. Antes de desempeñar un cargo de elección popular o de decisión, lo deseable es que el responsable hubiere estudiado alguna ciencia social, recorrido todos los peldaños del servicio público y contado con una férrea vocación de servicio, a fin de que no sólo tenga los conocimientos teóricos, sino también prácticos y empíricos de lo que implica su puesto y no que llegue a aprender a él.
Hasta hace algunos años ése había sido el camino para hacer política en México, lo cual en gran medida permitió contar con servidores públicos profesionales, sensibles y eficaces en su actuar. Por factores ajenos al servicio público, ese camino se obvió y llegaron personas sin experiencia, sin capacidad, sin talento y sin vocación, cuyos resultados y consecuencias nefastas estamos padeciendo y pagando hoy 128 millones de personas.
No es conveniente desestimar las aptitudes y cualidades que todo servidor público debe tener.
En el caso de la Secretaría de Relaciones Exteriores esa capacidad y talentos se tiene que ver acompañados de la capacidad diplomática, pues su titular es la persona elegida por el Presidente de la República y ratificada por el Senado para representar los intereses nacionales. Ni más ni menos.
De ahí que los estándares se elevan y requieren de un perfil más completo.
Desde el 1 de diciembre pasado el canciller de México es Marcelo Ebrard Casaubon, quien está cumpliendo 30 años de experiencia política en muy diversas responsabilidades, labor que pareciera no haber hecho mal, pues el pasado 6 de diciembre el Pleno del Senado le dio un voto de confianza y ratificó unánimemente su nombramiento.
Ebrard Casaubon ha sido secretario general del Departamento del Distrito Federal, subsecretario de Relaciones Exteriores, diputado federal, secretario de Seguridad Pública y de Desarrollo Social de la capital y jefe de gobierno de la Ciudad de México.
Se trata de un político experimentado que en escasos quince días en el encargo ha demostrado que no ha llegado a aprender o experimentar, sino a resolver problemas, mejorar la imagen exterior de México y estrechar lazos de comunicación. Y eso ha sido bien recibido por los miembros del Servicio Exterior Mexicano, cuerpo capaz, disciplinado e institucional que sirve permanentemente al país.
Marcelo Ebrard no es un extraño para esas mujeres y hombres de la diplomacia mexicana, sino un político que ha dado muestras de su preparación y vocación internacionalista, las cuales ya ha puesto en marcha despachando desde el piso 14 del edificio de Plaza Juárez No. 20.
La próxima reunión anual de embajadores y cónsules generales será una buena oportunidad para conocer los planteamientos y objetivos que el Secretario Ebrard plantee al equipo diplomático y la forma de alcanzarlos.
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