/ martes 17 de diciembre de 2019

El embajador y el supuesto robo

Querido lector, los empresarios, los grandes supermercados y los dueños de los centros comerciales han promovido ante los legisladores que el delito de robo se sancione con severidad en México. Y, se entiende, es su negocio, de ello viven al igual que miles de personas que trabajan para ellos. Tienen una política de cero tolerancia en lo que toca a este asunto.

Así mismo, el robo es uno de los injustos con mayor incidencia delictiva en la Ciudad de México y en el país, por ello, también hay grandes incentivos para que los congresos aumenten las penas en este delito con mucha facilidad. Aunque las cosas las han llevado un poco lejos. Veamos:

Cuando estudié en la Facultad de Derecho de la UNAM, en la clase de derecho penal enseñaban el robo de famélico, el cual se refería a quien robaba por hambre, sin violencia y por una sola ocasión. En el año 2003 se expidió un nuevo Código Penal para la Ciudad de México y se endureció la legislación, al grado de quitar la hipótesis de robo de famélico. Todos los doctrinarios dicen que se resuelve con las excluyentes generales del delito y coincido, pero en la vida práctica, no es tan sencillo.

En el año 2015 o 2016 tuve la oportunidad de defender a una madre que había robado manzanas y yogurt para sus hijos. En la tienda la detuvieron y la pusieron a disposición de la autoridad. El ministerio público argumentaba que la desaparición del robo de famélico en el Código Penal había eliminado la excluyente, que a diario le llevaban a muchas personas así. Querido lector, hasta un juez de amparo tuvo que intervenir para resolver esta situación. Al final, se consideró que existía un estado de necesidad y el asunto se resolvió a favor de la mujer. Siempre he sostenido que robar comida no es robar. No podemos criminalizar la pobreza.

Así las cosas, tenemos una política criminal muy punitiva con el delito de robo y todo esto viene a cuento por el evento del embajador de México en Argentina. En los medios de comunicación y en las redes sociales aparece un video dónde se aprecia que probablemente el embajador robó un libro. Él señala que se distrajo y, por ello, no lo pagó. Que no tenía el ánimo de robar. Yo espero que esto sea así. Lo que no me deja de llamar la atención es la disparidad en el trato que se le da a las personas que roban por hambre y cómo se abordó este caso por el Estado mexicano. Varias personas estarán hoy en una agencia del ministerio público por un robo de comida en el supermercado, algunas de ellas hasta con un juez irán a parar. Mientras tanto, al embajador se le respeta su presunción de inocencia y hasta defensores tiene. Los defensores nos dicen: ¿quién no ha robado un libro? Yo nunca he robado un libro, y creo que se refieren, más bien, a cuando nos prestan esas maravillas y no los regresamos. Eso no es robo sino abuso de confianza, siempre y cuando se nos requiera la devolución por el dueño de manera formal. No puede existir un trato para embajadores y otro para las personas con hambre, el principio de igualdad debe estar siempre presente.

Confió en que el embajador no quería hurtar el libro, pero también espero que el Estado mexicano modifique su política pública criminal respecto del robo, cuando se llega a criminalizar la pobreza, cuando la vida real imita, tristemente, al ridículo de la escena de los Miserables de Víctor Hugo es que algo está muy, pero muy mal.

Querido lector, los empresarios, los grandes supermercados y los dueños de los centros comerciales han promovido ante los legisladores que el delito de robo se sancione con severidad en México. Y, se entiende, es su negocio, de ello viven al igual que miles de personas que trabajan para ellos. Tienen una política de cero tolerancia en lo que toca a este asunto.

Así mismo, el robo es uno de los injustos con mayor incidencia delictiva en la Ciudad de México y en el país, por ello, también hay grandes incentivos para que los congresos aumenten las penas en este delito con mucha facilidad. Aunque las cosas las han llevado un poco lejos. Veamos:

Cuando estudié en la Facultad de Derecho de la UNAM, en la clase de derecho penal enseñaban el robo de famélico, el cual se refería a quien robaba por hambre, sin violencia y por una sola ocasión. En el año 2003 se expidió un nuevo Código Penal para la Ciudad de México y se endureció la legislación, al grado de quitar la hipótesis de robo de famélico. Todos los doctrinarios dicen que se resuelve con las excluyentes generales del delito y coincido, pero en la vida práctica, no es tan sencillo.

En el año 2015 o 2016 tuve la oportunidad de defender a una madre que había robado manzanas y yogurt para sus hijos. En la tienda la detuvieron y la pusieron a disposición de la autoridad. El ministerio público argumentaba que la desaparición del robo de famélico en el Código Penal había eliminado la excluyente, que a diario le llevaban a muchas personas así. Querido lector, hasta un juez de amparo tuvo que intervenir para resolver esta situación. Al final, se consideró que existía un estado de necesidad y el asunto se resolvió a favor de la mujer. Siempre he sostenido que robar comida no es robar. No podemos criminalizar la pobreza.

Así las cosas, tenemos una política criminal muy punitiva con el delito de robo y todo esto viene a cuento por el evento del embajador de México en Argentina. En los medios de comunicación y en las redes sociales aparece un video dónde se aprecia que probablemente el embajador robó un libro. Él señala que se distrajo y, por ello, no lo pagó. Que no tenía el ánimo de robar. Yo espero que esto sea así. Lo que no me deja de llamar la atención es la disparidad en el trato que se le da a las personas que roban por hambre y cómo se abordó este caso por el Estado mexicano. Varias personas estarán hoy en una agencia del ministerio público por un robo de comida en el supermercado, algunas de ellas hasta con un juez irán a parar. Mientras tanto, al embajador se le respeta su presunción de inocencia y hasta defensores tiene. Los defensores nos dicen: ¿quién no ha robado un libro? Yo nunca he robado un libro, y creo que se refieren, más bien, a cuando nos prestan esas maravillas y no los regresamos. Eso no es robo sino abuso de confianza, siempre y cuando se nos requiera la devolución por el dueño de manera formal. No puede existir un trato para embajadores y otro para las personas con hambre, el principio de igualdad debe estar siempre presente.

Confió en que el embajador no quería hurtar el libro, pero también espero que el Estado mexicano modifique su política pública criminal respecto del robo, cuando se llega a criminalizar la pobreza, cuando la vida real imita, tristemente, al ridículo de la escena de los Miserables de Víctor Hugo es que algo está muy, pero muy mal.

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