/ miércoles 20 de mayo de 2020

El ensayo del Presidente

Por: Lorenia Valles

“De modo que el mal del coronavirus vino también a recordarnos lo frágil y transitorio que resulta, al fin de cuentas, un modelo excluyente, sin dimensión democrática y social.”


Presidente Andrés Manuel López Obrador


El sábado pasado, el presidente López Obrador publicó su más reciente ensayo La nueva política económica en los tiempos del coronavirus, en el que reúne sus reflexiones en torno a la política económica del actual Gobierno de México, y las acciones que éste ha implementado para hacer frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus y a la crisis económica.


En su texto, el Presidente expone que su proyecto toma distancia de las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con las cuales estos organismos internacionales han financiado las crisis económicas a cambio de influir en la política interna de los países.


No obstante, ha puesto en marcha un plan basado en no contratar deuda pública, no crear nuevos impuestos ni aumentar los ya existentes, plantea también el rescate económico de las familias más pobres, pequeños negocios y comerciantes. Reitera que no habrá otro Fobaproa ni condonación de impuestos para las grandes corporaciones.


Su visión de política económica se sustenta en cinco principios: democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar.


En cuanto a la democracia, el Presidente de la República reitera la importancia de respetar la división de poderes, el pacto federal y el municipio libre; además de construir una auténtica democracia participativa, basada en la distribución popular del poder gubernamental. Urge sobre la institucionalización de la revocación de mandato y la desaparición del fuero para servidores públicos.


Para lograr la justicia, argumenta que ha sido necesario separar el poder político del poder económico, reivindicar el papel del Estado en la economía y enfocar ésta al bienestar social y la felicidad. Reflexiona que ha sido acto de justicia priorizar a la base de la pirámide social, es decir, a los más pobres. “(…) sin justicia no hay garantía de seguridad, tranquilidad y paz social. (…) Por ello sostenemos que la solución de fondo, (…) pasa por enfrentar el desempleo y la pobreza, por evitar la desintegración familiar y la pérdida de valores, y por favorecer la incorporación de los jóvenes al trabajo y al estudio.”


Reconoce que la honestidad como forma de gobierno y como forma de vida, es una respuesta a la corrupción y la impunidad que caracterizaron el ejercicio de gobierno durante el neoliberalismo. Ahora la corrupción sí es combatida, y prueba de ello es que ya es considerada un delito grave.


Con la austeridad republicana, recientemente reconocida como un principio constitucional, la máxima es que el gobierno es quien debe apretarse el cinturón, no el pueblo. El presidente recuerda que su gobierno ha trabajado en una nueva ética del servicio público, distinguida por la moderación de los sueldos y prestaciones de los altos funcionarios, así cómo evitar el derroche y la opacidad en las compras gubernamentales, medidas que permitirán aumentar el presupuesto para programas sociales y proyectos prioritarios, y así proteger a 25 millones de familias mexicanas.


Cuando habla de bienestar, se refiere a que “lo fundamental no es cuantitativo sino cualitativo: la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza. El fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda construir su felicidad (…).” Da un giro de 180 grados al paradigma economicista del progreso, pensado solo en términos del crecimiento del producto interno bruto, y sobrepone la justicia distributiva y el bienestar (material y espiritual).


En las últimas páginas de su ensayo, dice:


“En esta nueva etapa de la vida nacional el Estado no es gestor de oportunidades, que es como se presentó de manera explícita la política social del régimen neoliberal. Es y será, en cambio, garante de derechos. La diferencia entre unas y otros es clara: las oportunidades son circunstancias azarosas y temporales o concesiones discrecionales sujetas a término, que se le presentan a un afortunado entre muchos y pueden ser aprovechadas o no; los derechos, en cambio, son inmanentes a la persona y al colectivo, irrenunciables, universales y de cumplimiento obligatorio.”


En los tiempos del coronavirus, sólo puede haber camino hacia un modelo económico más democrático, incluyente y justo. Y esta es la ruta que el presidente López Obrador decidió tomar.


Como dije en mi columna anterior: esta vez “la pirámide se invirtió a favor de quienes menos tienen”.




Diputada federal por Morena


@LoreniaValles

Por: Lorenia Valles

“De modo que el mal del coronavirus vino también a recordarnos lo frágil y transitorio que resulta, al fin de cuentas, un modelo excluyente, sin dimensión democrática y social.”


Presidente Andrés Manuel López Obrador


El sábado pasado, el presidente López Obrador publicó su más reciente ensayo La nueva política económica en los tiempos del coronavirus, en el que reúne sus reflexiones en torno a la política económica del actual Gobierno de México, y las acciones que éste ha implementado para hacer frente a la emergencia sanitaria por el coronavirus y a la crisis económica.


En su texto, el Presidente expone que su proyecto toma distancia de las recetas neoliberales del Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, con las cuales estos organismos internacionales han financiado las crisis económicas a cambio de influir en la política interna de los países.


No obstante, ha puesto en marcha un plan basado en no contratar deuda pública, no crear nuevos impuestos ni aumentar los ya existentes, plantea también el rescate económico de las familias más pobres, pequeños negocios y comerciantes. Reitera que no habrá otro Fobaproa ni condonación de impuestos para las grandes corporaciones.


Su visión de política económica se sustenta en cinco principios: democracia, justicia, honestidad, austeridad y bienestar.


En cuanto a la democracia, el Presidente de la República reitera la importancia de respetar la división de poderes, el pacto federal y el municipio libre; además de construir una auténtica democracia participativa, basada en la distribución popular del poder gubernamental. Urge sobre la institucionalización de la revocación de mandato y la desaparición del fuero para servidores públicos.


Para lograr la justicia, argumenta que ha sido necesario separar el poder político del poder económico, reivindicar el papel del Estado en la economía y enfocar ésta al bienestar social y la felicidad. Reflexiona que ha sido acto de justicia priorizar a la base de la pirámide social, es decir, a los más pobres. “(…) sin justicia no hay garantía de seguridad, tranquilidad y paz social. (…) Por ello sostenemos que la solución de fondo, (…) pasa por enfrentar el desempleo y la pobreza, por evitar la desintegración familiar y la pérdida de valores, y por favorecer la incorporación de los jóvenes al trabajo y al estudio.”


Reconoce que la honestidad como forma de gobierno y como forma de vida, es una respuesta a la corrupción y la impunidad que caracterizaron el ejercicio de gobierno durante el neoliberalismo. Ahora la corrupción sí es combatida, y prueba de ello es que ya es considerada un delito grave.


Con la austeridad republicana, recientemente reconocida como un principio constitucional, la máxima es que el gobierno es quien debe apretarse el cinturón, no el pueblo. El presidente recuerda que su gobierno ha trabajado en una nueva ética del servicio público, distinguida por la moderación de los sueldos y prestaciones de los altos funcionarios, así cómo evitar el derroche y la opacidad en las compras gubernamentales, medidas que permitirán aumentar el presupuesto para programas sociales y proyectos prioritarios, y así proteger a 25 millones de familias mexicanas.


Cuando habla de bienestar, se refiere a que “lo fundamental no es cuantitativo sino cualitativo: la distribución equitativa del ingreso y de la riqueza. El fin último de un Estado es crear las condiciones para que la gente pueda construir su felicidad (…).” Da un giro de 180 grados al paradigma economicista del progreso, pensado solo en términos del crecimiento del producto interno bruto, y sobrepone la justicia distributiva y el bienestar (material y espiritual).


En las últimas páginas de su ensayo, dice:


“En esta nueva etapa de la vida nacional el Estado no es gestor de oportunidades, que es como se presentó de manera explícita la política social del régimen neoliberal. Es y será, en cambio, garante de derechos. La diferencia entre unas y otros es clara: las oportunidades son circunstancias azarosas y temporales o concesiones discrecionales sujetas a término, que se le presentan a un afortunado entre muchos y pueden ser aprovechadas o no; los derechos, en cambio, son inmanentes a la persona y al colectivo, irrenunciables, universales y de cumplimiento obligatorio.”


En los tiempos del coronavirus, sólo puede haber camino hacia un modelo económico más democrático, incluyente y justo. Y esta es la ruta que el presidente López Obrador decidió tomar.


Como dije en mi columna anterior: esta vez “la pirámide se invirtió a favor de quienes menos tienen”.




Diputada federal por Morena


@LoreniaValles