/ martes 17 de agosto de 2021

El Estado no me ve trabajar; ni quiere

Por: Fátima Iniestra Gil

Quiero mencionar que el siguiente texto puede tener contenido sensible para algunas personas.

Después de unos años de dedicarte a lo mismo, sobretodo cuando es un tema jurídico o relacionado con el Estado y más específicamente a la rama Laboral, te das cuenta de bastantes irregularidades y lagunas; tristemente, algunas obviamente, y otras afortunadamente. El trabajo jurídico y normativo es trabajo de seres humanos, lo cual deriva en que evidentemente va a haber, no sólo errores, sino también, y más seguidos estos que aquellos a mí parecer, juicios de valor, y también significa que es lento a comparación de los “cambios” sociales. Pero qué tan lento es lento. Llega al punto en el que me refiero a lentitud en el legislador nacional. Estaremos de acuerdo en que hay temas sociales respecto a los cuales resulta incoherente y hasta ilógico que la regulación esté tan lenta a comparación de lo rápido que el mundo la exige que pareciera un chiste. Permítanme ejemplificarlo: la regulación en materia laboral. Por supuesto que están al día con los temas pactados en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá, pero ¿y las madres que trabajan en nuestro país que están siendo despedidas por estas circunstancias?, ¿las personas indígenas y sus condiciones laborales?, ¿las personas con alguna enfermedad mental y su trato o contratación en algún centro de trabajo?, ¿las personas LGBTQ+ que quieren ejercer el trabajo que sea sin la garantía de que esta libertad les será protegida de acuerdo a la Constitución Mexicana como a todos los demás ciudadanos? No me encantan las comparaciones entre países porque evidentemente las circunstancias son totalmente diferentes pero llega un punto en el que es ridículo el contraste. Empecemos a estructurar mi maraña de ideas.

De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, “el trabajo decente es el trabajo productivo de los hombres y las mujeres en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”. Evidentemente hemos visto, hemos aprendido, hemos vivido, hemos luchado, hemos logrado, y no existe una clasificación precisamente binaria pero digamos que el trabajo decente es aquel en el que las personas son libres, cuentan con las mismas condiciones, van a estar seguros para desempeñar sus actividades laborales y van a poder considerar su trabajo digno. La Ciudad de México que, se supone, es la entidad federativa más “moderna”, cuenta con el construye el Programa de Trabajo Decente para la Ciudad de México que tiene cuatro objetivos: crear trabajo, garantizar derecho de las personas trabajadoras, extender la protección social para que las personas tengan condiciones seguras de trabajo, y promover el diálogo social.

“Puesto de otra manera, el trabajo decente se entiende como un trabajo productivo, en el cual se protegen los derechos, se generan ingresos adecuados con seguridad social apropiada. Significa también un trabajo suficiente, en el sentido en que el trabajo se convierte en un medio de pleno acceso a las oportunidades para la obtención de ingresos dignos” (OIT, 1999).

Cuando me puse a investigar sobre el trabajo digno y decente en la página de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México y di click en la opción de LGBTTTI, se arrojaron cero resultados, con la opción de indígenas, cero resultados. ¡Eso sí! Tienen su tianguis digital. ¿Cuál diversidad?

El artículo 5 de la Constitución Mexicana regula la libertad laboral, el trabajo digno, el derecho a una retribución, la prohibición de la renuncia de derechos. El artículo comienza con el enunciado “A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos.” ¿Quién fija esa licitud? Más bien: quién la fijó.

En general, las normas laborales parecieran proteger al trabajador, buscar que no se abuse de éste, que se respeten todos sus derechos, que se cumplan todas las obligaciones pactadas… ¿Qué pasa con las personas que se dedican al trabajo sexual? Es un trabajo complicado de definir y un poco peligroso también; es una ocupación que está envuelta en violencia, y no todas las personas que se encuentran desempeñándolo se encuentran en éste porque así lo quisieron desde un principio, sino porque fueron víctimas de la delincuencia. Sin embargo, existe cierto porcentaje de la población que se dedica al trabajo sexual porque así lo desearon, bajo su consentimiento. La falta de regulación en la materia hace que esto se lleve acabo en un círculo de delincuencia que va a terminar siendo impune sin importar cual sea el delito que se llegue a cometer. Las personas que se dedican al trabajo sexual tienden a no recibir ayuda suficiente del sector salud, por lo que, no solamente son vulnerables a las enfermedades a las que todos somos vulnerables, sino también lo son a las enfermedades de transmisión sexual, así como a las enfermedades que les pueda llegar a transmitir el cliente o consumidor por cualquier otra vía, sin dejar de lado las enfermedades que se desarrollan durante la vida del individuo, entre otras. Un trabajador sexual puede trabajar sin parar pero aún así resulta inverosímil que, por más caro que cobre, por más clientes que tenga, por más horas que trabaje, pueda llegar a ahorrar lo suficiente para cuando su cuerpo y/o su mente ya no le permitan seguir trabajando y tenga que retirarse. Una persona que se dedica al trabajo sexual, además de poder llegar a ser víctima de un delito que nunca va a ser castigado, puede llegar a ser castigado por un delito que no está cometiendo en ese momento. Los trabajadores sexuales no saben si el día que van a salir a desempeñar sus labores va a ser el último día que van a vivir para contarlo. Hoy por hoy que estamos en medio de una pandemia sempiterna, hay muchos de ellos que no tienen donde dormir, qué comer, un cubrebocas, una delegación en donde vacunarse. Muchos de ellos fueron rechazados por su familia por ser personas que sexualmente se identifican de una manera distinta.

¿Por qué el Estado se ha tardado tanto en reconocer como un problema todas estas variantes? No digo que sea un tema que se vaya a solucionar de la noche a la mañana, tampoco digo que sea algo en lo que se deba agarrar parejo. Definitivamente es algo que se debe analizar pero por qué no desde el punto de vista laboral. ¿Por qué no se analizan la seguridad social, el derecho a la vivienda, el ahorro para el retiro, para el trabajo sexual?

Yo me pregunto: para cualquier tipo de libertad, ¿es necesario consultar la ley?, en ese caso, si para aspectos tan mínimos, si para saber si mi identidad, si el desarrollo de mi personalidad, si mi vida, encajan con la licitud de mi profesión tengo que revisar el texto de alguna legislación, ¿soy verdaderamente libre?

Por: Fátima Iniestra Gil

Quiero mencionar que el siguiente texto puede tener contenido sensible para algunas personas.

Después de unos años de dedicarte a lo mismo, sobretodo cuando es un tema jurídico o relacionado con el Estado y más específicamente a la rama Laboral, te das cuenta de bastantes irregularidades y lagunas; tristemente, algunas obviamente, y otras afortunadamente. El trabajo jurídico y normativo es trabajo de seres humanos, lo cual deriva en que evidentemente va a haber, no sólo errores, sino también, y más seguidos estos que aquellos a mí parecer, juicios de valor, y también significa que es lento a comparación de los “cambios” sociales. Pero qué tan lento es lento. Llega al punto en el que me refiero a lentitud en el legislador nacional. Estaremos de acuerdo en que hay temas sociales respecto a los cuales resulta incoherente y hasta ilógico que la regulación esté tan lenta a comparación de lo rápido que el mundo la exige que pareciera un chiste. Permítanme ejemplificarlo: la regulación en materia laboral. Por supuesto que están al día con los temas pactados en el Tratado México-Estados Unidos-Canadá, pero ¿y las madres que trabajan en nuestro país que están siendo despedidas por estas circunstancias?, ¿las personas indígenas y sus condiciones laborales?, ¿las personas con alguna enfermedad mental y su trato o contratación en algún centro de trabajo?, ¿las personas LGBTQ+ que quieren ejercer el trabajo que sea sin la garantía de que esta libertad les será protegida de acuerdo a la Constitución Mexicana como a todos los demás ciudadanos? No me encantan las comparaciones entre países porque evidentemente las circunstancias son totalmente diferentes pero llega un punto en el que es ridículo el contraste. Empecemos a estructurar mi maraña de ideas.

De acuerdo a la Organización Internacional del Trabajo, “el trabajo decente es el trabajo productivo de los hombres y las mujeres en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”. Evidentemente hemos visto, hemos aprendido, hemos vivido, hemos luchado, hemos logrado, y no existe una clasificación precisamente binaria pero digamos que el trabajo decente es aquel en el que las personas son libres, cuentan con las mismas condiciones, van a estar seguros para desempeñar sus actividades laborales y van a poder considerar su trabajo digno. La Ciudad de México que, se supone, es la entidad federativa más “moderna”, cuenta con el construye el Programa de Trabajo Decente para la Ciudad de México que tiene cuatro objetivos: crear trabajo, garantizar derecho de las personas trabajadoras, extender la protección social para que las personas tengan condiciones seguras de trabajo, y promover el diálogo social.

“Puesto de otra manera, el trabajo decente se entiende como un trabajo productivo, en el cual se protegen los derechos, se generan ingresos adecuados con seguridad social apropiada. Significa también un trabajo suficiente, en el sentido en que el trabajo se convierte en un medio de pleno acceso a las oportunidades para la obtención de ingresos dignos” (OIT, 1999).

Cuando me puse a investigar sobre el trabajo digno y decente en la página de la Secretaría de Trabajo y Fomento al Empleo de la Ciudad de México y di click en la opción de LGBTTTI, se arrojaron cero resultados, con la opción de indígenas, cero resultados. ¡Eso sí! Tienen su tianguis digital. ¿Cuál diversidad?

El artículo 5 de la Constitución Mexicana regula la libertad laboral, el trabajo digno, el derecho a una retribución, la prohibición de la renuncia de derechos. El artículo comienza con el enunciado “A ninguna persona podrá impedirse que se dedique a la profesión, industria, comercio o trabajo que le acomode, siendo lícitos.” ¿Quién fija esa licitud? Más bien: quién la fijó.

En general, las normas laborales parecieran proteger al trabajador, buscar que no se abuse de éste, que se respeten todos sus derechos, que se cumplan todas las obligaciones pactadas… ¿Qué pasa con las personas que se dedican al trabajo sexual? Es un trabajo complicado de definir y un poco peligroso también; es una ocupación que está envuelta en violencia, y no todas las personas que se encuentran desempeñándolo se encuentran en éste porque así lo quisieron desde un principio, sino porque fueron víctimas de la delincuencia. Sin embargo, existe cierto porcentaje de la población que se dedica al trabajo sexual porque así lo desearon, bajo su consentimiento. La falta de regulación en la materia hace que esto se lleve acabo en un círculo de delincuencia que va a terminar siendo impune sin importar cual sea el delito que se llegue a cometer. Las personas que se dedican al trabajo sexual tienden a no recibir ayuda suficiente del sector salud, por lo que, no solamente son vulnerables a las enfermedades a las que todos somos vulnerables, sino también lo son a las enfermedades de transmisión sexual, así como a las enfermedades que les pueda llegar a transmitir el cliente o consumidor por cualquier otra vía, sin dejar de lado las enfermedades que se desarrollan durante la vida del individuo, entre otras. Un trabajador sexual puede trabajar sin parar pero aún así resulta inverosímil que, por más caro que cobre, por más clientes que tenga, por más horas que trabaje, pueda llegar a ahorrar lo suficiente para cuando su cuerpo y/o su mente ya no le permitan seguir trabajando y tenga que retirarse. Una persona que se dedica al trabajo sexual, además de poder llegar a ser víctima de un delito que nunca va a ser castigado, puede llegar a ser castigado por un delito que no está cometiendo en ese momento. Los trabajadores sexuales no saben si el día que van a salir a desempeñar sus labores va a ser el último día que van a vivir para contarlo. Hoy por hoy que estamos en medio de una pandemia sempiterna, hay muchos de ellos que no tienen donde dormir, qué comer, un cubrebocas, una delegación en donde vacunarse. Muchos de ellos fueron rechazados por su familia por ser personas que sexualmente se identifican de una manera distinta.

¿Por qué el Estado se ha tardado tanto en reconocer como un problema todas estas variantes? No digo que sea un tema que se vaya a solucionar de la noche a la mañana, tampoco digo que sea algo en lo que se deba agarrar parejo. Definitivamente es algo que se debe analizar pero por qué no desde el punto de vista laboral. ¿Por qué no se analizan la seguridad social, el derecho a la vivienda, el ahorro para el retiro, para el trabajo sexual?

Yo me pregunto: para cualquier tipo de libertad, ¿es necesario consultar la ley?, en ese caso, si para aspectos tan mínimos, si para saber si mi identidad, si el desarrollo de mi personalidad, si mi vida, encajan con la licitud de mi profesión tengo que revisar el texto de alguna legislación, ¿soy verdaderamente libre?