/ lunes 11 de junio de 2018

El fin de la alianza global

La imagen filtrada de la reunión del G-7 en Canadá fue contundente, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Shinzo Abe y Justin Trudeau frente a un Donald Trump cruzado de brazos.

La actitud de cada uno refleja el fin de la alianza que dominó el destino del mundo desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Lo había advertido la canciller alemana el 28 de mayo: “la Unión Europea debe tomar su destino en sus manos”. Gran Bretaña y Estados Unidos ya no son “completamente” confiables.

Agregó que los tiempos en los que se podía confiar enteramente en “otros” han llegado a su fin. La afirmación de Trump de que Trudeau es “muy deshonesto y débil”, en referencia a la renegociación del TLCAN, es contundente: Canadá había sido un socio estratégico para Estados Unidos.

Angela Merkel fue clara, pero lo único que hizo fue reconocer una promesa de Donald Trump a sus votantes: America First.

En Estados Unidos gobierna un presidente que no cree en el multilateralismo, por ello ha tomado acciones que buscan desmantelar los acuerdos que permitieron construir la actual globalización.

El multilateralismo es parte de la esencia europea que permitió su convivencia en los últimos siglos, pero no es compartida por Donald Trump.

Por ello se ha roto la alianza geopolítica y pronto se verá como ello llega a la parte geoeconómica y de comercio internacional.

De inicio se puede resaltar un hecho: el silencio dubitativo del FMI, la OMC la OCDE y el Banco Mundial. Las grandes instituciones que emanaron del pacto global resultante de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría guardan silencio o se pronuncian tímidamente sobre el estado actual de la guerra comercial y política que ha fracturado a Occidente. Trump ha logrado lo que no pudo hacer la Unión Soviética.

Al mismo tiempo que el mundo tuvo evidencia pública de la ruptura del G-7, China y Rusia dieron un paso más para estrechar sus lazos. Tanto Xi Jinping como Vladimir Putin tienen claro que la mejor forma de ser líderes en la transformación global es a través de una alianza económica y política que agrupe a los excluidos de un G-7 que enfrenta su ocaso.

El mundo sigue cambiando y México lo debe entender. Pensar con una lógica de Diplomacia Comercial no va a tener éxito frente al objetivo de supremacía norteamericano, la construcción de un nuevo eje de poder global que se ha gestado desde China y la estrategia de reconfiguración que se esta instrumentando en Alemania y Francia.

México tendrá que reconstruir su producción interna para alcanzar un mercado sólido que pueda dar estabilidad a la economía nacional frente a la turbulencia que se cierne sobre el mundo. No sólo es consumo, se requiere de producción e inversión que generen empleo y valor agregado, importar bienes baratos de otro lado no genera ingreso y empleo.

Al mismo tiempo, el próximo gobierno deberá construir nuevas alianzas que formen contrapesos a la relación dominante que Estados Unidos busca establecer. De otra manera México podría seguir bajo la inercia de un crecimiento de solo 2.5% con el riesgo de que vaya a la baja.

La imagen filtrada de la reunión del G-7 en Canadá fue contundente, Angela Merkel, Emmanuel Macron, Shinzo Abe y Justin Trudeau frente a un Donald Trump cruzado de brazos.

La actitud de cada uno refleja el fin de la alianza que dominó el destino del mundo desde que terminó la Segunda Guerra Mundial. Lo había advertido la canciller alemana el 28 de mayo: “la Unión Europea debe tomar su destino en sus manos”. Gran Bretaña y Estados Unidos ya no son “completamente” confiables.

Agregó que los tiempos en los que se podía confiar enteramente en “otros” han llegado a su fin. La afirmación de Trump de que Trudeau es “muy deshonesto y débil”, en referencia a la renegociación del TLCAN, es contundente: Canadá había sido un socio estratégico para Estados Unidos.

Angela Merkel fue clara, pero lo único que hizo fue reconocer una promesa de Donald Trump a sus votantes: America First.

En Estados Unidos gobierna un presidente que no cree en el multilateralismo, por ello ha tomado acciones que buscan desmantelar los acuerdos que permitieron construir la actual globalización.

El multilateralismo es parte de la esencia europea que permitió su convivencia en los últimos siglos, pero no es compartida por Donald Trump.

Por ello se ha roto la alianza geopolítica y pronto se verá como ello llega a la parte geoeconómica y de comercio internacional.

De inicio se puede resaltar un hecho: el silencio dubitativo del FMI, la OMC la OCDE y el Banco Mundial. Las grandes instituciones que emanaron del pacto global resultante de la Segunda Guerra Mundial y la Guerra Fría guardan silencio o se pronuncian tímidamente sobre el estado actual de la guerra comercial y política que ha fracturado a Occidente. Trump ha logrado lo que no pudo hacer la Unión Soviética.

Al mismo tiempo que el mundo tuvo evidencia pública de la ruptura del G-7, China y Rusia dieron un paso más para estrechar sus lazos. Tanto Xi Jinping como Vladimir Putin tienen claro que la mejor forma de ser líderes en la transformación global es a través de una alianza económica y política que agrupe a los excluidos de un G-7 que enfrenta su ocaso.

El mundo sigue cambiando y México lo debe entender. Pensar con una lógica de Diplomacia Comercial no va a tener éxito frente al objetivo de supremacía norteamericano, la construcción de un nuevo eje de poder global que se ha gestado desde China y la estrategia de reconfiguración que se esta instrumentando en Alemania y Francia.

México tendrá que reconstruir su producción interna para alcanzar un mercado sólido que pueda dar estabilidad a la economía nacional frente a la turbulencia que se cierne sobre el mundo. No sólo es consumo, se requiere de producción e inversión que generen empleo y valor agregado, importar bienes baratos de otro lado no genera ingreso y empleo.

Al mismo tiempo, el próximo gobierno deberá construir nuevas alianzas que formen contrapesos a la relación dominante que Estados Unidos busca establecer. De otra manera México podría seguir bajo la inercia de un crecimiento de solo 2.5% con el riesgo de que vaya a la baja.