/ sábado 26 de octubre de 2019

El fósforo que enciende la mecha

“Las pasiones del hombre (...)

Una chispa las crea, un soplo las inflama.”

Eugenio María de Hostos

Después de lo ocurrido el jueves pasado en Culiacán, hay un elemento que me ha llamado mucho la atención, precisamente por su ausencia (tanto en la conversación pública, como en el hecho real y concreto): Me refiero a la protesta social.

No sé si me traiciona cierta nostalgia de un pasado (no tan lejano, pero pasado a fin de cuentas) en el cual los universitarios nos organizábamos para levantar la voz y exigir a las autoridades; pero hoy, quizás porque el gobierno en turno todavía no lleva el tiempo suficiente como para que la gente lo considere responsable de sus actos y omisiones, los jóvenes parecen adormecidos.

La realidad es que, tras los alarmantes, injustificables y deplorables actos que sufrieron los habitantes de la capital sinaloense, me sorprende no ver un reclamo fuerte y generalizado por parte de todos los mexicanos hacia nuestros altos mandos. Pueblo y gobierno, pasmados ante una clara crisis de seguridad nacional.

Me preocupa que nos tengan tomada la medida, me preocupa que las estrategias para desacreditar a los se atreven a criticar al gobierno, de polarizar a la sociedad y desinformar, estén funcionando.

Así, hay otra cosa que tampoco se ve, pero que se percibe y respira en el ambiente, que debería tenernos en estado de alerta: Es como una pequeña fuga de gas que, por el momento, en nuestro país, es casi imperceptible porque el cambio de gobierno sirvió para mitigarlo un poco, como si por un momento se hubiera abierto una ventana para refrescar la habitación, pero la fuga sigue ahí.

Para darse cuenta, es necesario hacer algo a lo que tal vez no estamos muy acostumbrados, pero que es vital para no perder el rumbo y tener un mejor panorama: hay que dar un paso atrás, alejarse un poco de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y voltear a ver lo que está sucediendo en otros países. Sólo así, podremos tener una mejor lectura de lo que los alemanes llaman Weltgeist: El espíritu del mundo.

2019, parece ser el año de las protestas violentas en las calles. La frustración y el descontento por la corrupción, la injusticia social y la decepción provocada la democracia fallida, han llevado a protestas masivas en Bolivia, Irak, Rusia, Francia, Ecuador, Hong Kong, España, Sudán, Kazajstán, Arabia Saudita, Argelia, República Checa y la lista sigue.

En Chile, la chispa fue un aumento a la tarifa del metro. El jueves 17 de octubre, el presidente Sebastián Piñera, presumía en una entrevista publicada en el Financial Times de Londres, que su país era un oasis de estabilidad en América Latina.

Al día siguiente, estalló lo que se convirtió en la peor revuelta social que Chile ha visto en décadas. Los manifestantes quemaron estaciones del metro, destruyeron fábricas y saquearon supermercados, forzando al presidente Piñera a decretar un toque de queda. Para el miércoles siguiente, ya había 15 personas muertas y el mandatario, visiblemente afectado, había salido a declarar que el país estaba “en guerra contra un implacable y poderoso enemigo.”

En los últimos días, pequeños sucesos han causado grandes reacciones en distintos países del mundo. Lo más curioso es que, los más sorprendidos de todos, han sido sus propios líderes: En Líbano, el detonante fue un impuesto a las llamadas por WhatsApp; en India, un incremento al precio de la cebolla.

Hay que tener cuidado con las chispas en México.

“Las pasiones del hombre (...)

Una chispa las crea, un soplo las inflama.”

Eugenio María de Hostos

Después de lo ocurrido el jueves pasado en Culiacán, hay un elemento que me ha llamado mucho la atención, precisamente por su ausencia (tanto en la conversación pública, como en el hecho real y concreto): Me refiero a la protesta social.

No sé si me traiciona cierta nostalgia de un pasado (no tan lejano, pero pasado a fin de cuentas) en el cual los universitarios nos organizábamos para levantar la voz y exigir a las autoridades; pero hoy, quizás porque el gobierno en turno todavía no lleva el tiempo suficiente como para que la gente lo considere responsable de sus actos y omisiones, los jóvenes parecen adormecidos.

La realidad es que, tras los alarmantes, injustificables y deplorables actos que sufrieron los habitantes de la capital sinaloense, me sorprende no ver un reclamo fuerte y generalizado por parte de todos los mexicanos hacia nuestros altos mandos. Pueblo y gobierno, pasmados ante una clara crisis de seguridad nacional.

Me preocupa que nos tengan tomada la medida, me preocupa que las estrategias para desacreditar a los se atreven a criticar al gobierno, de polarizar a la sociedad y desinformar, estén funcionando.

Así, hay otra cosa que tampoco se ve, pero que se percibe y respira en el ambiente, que debería tenernos en estado de alerta: Es como una pequeña fuga de gas que, por el momento, en nuestro país, es casi imperceptible porque el cambio de gobierno sirvió para mitigarlo un poco, como si por un momento se hubiera abierto una ventana para refrescar la habitación, pero la fuga sigue ahí.

Para darse cuenta, es necesario hacer algo a lo que tal vez no estamos muy acostumbrados, pero que es vital para no perder el rumbo y tener un mejor panorama: hay que dar un paso atrás, alejarse un poco de lo que está ocurriendo a nuestro alrededor y voltear a ver lo que está sucediendo en otros países. Sólo así, podremos tener una mejor lectura de lo que los alemanes llaman Weltgeist: El espíritu del mundo.

2019, parece ser el año de las protestas violentas en las calles. La frustración y el descontento por la corrupción, la injusticia social y la decepción provocada la democracia fallida, han llevado a protestas masivas en Bolivia, Irak, Rusia, Francia, Ecuador, Hong Kong, España, Sudán, Kazajstán, Arabia Saudita, Argelia, República Checa y la lista sigue.

En Chile, la chispa fue un aumento a la tarifa del metro. El jueves 17 de octubre, el presidente Sebastián Piñera, presumía en una entrevista publicada en el Financial Times de Londres, que su país era un oasis de estabilidad en América Latina.

Al día siguiente, estalló lo que se convirtió en la peor revuelta social que Chile ha visto en décadas. Los manifestantes quemaron estaciones del metro, destruyeron fábricas y saquearon supermercados, forzando al presidente Piñera a decretar un toque de queda. Para el miércoles siguiente, ya había 15 personas muertas y el mandatario, visiblemente afectado, había salido a declarar que el país estaba “en guerra contra un implacable y poderoso enemigo.”

En los últimos días, pequeños sucesos han causado grandes reacciones en distintos países del mundo. Lo más curioso es que, los más sorprendidos de todos, han sido sus propios líderes: En Líbano, el detonante fue un impuesto a las llamadas por WhatsApp; en India, un incremento al precio de la cebolla.

Hay que tener cuidado con las chispas en México.

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