/ martes 11 de diciembre de 2018

El gran desafío de las nuevas generaciones

Francia, un país desarrollado y de vanguardia en múltiples aspectos, ha vivido recientemente una etapa de agitación y violencia social que ha puesto en jaque al gobierno del hasta hace poco popular presidente Emmanuel Macron. Su nivel de aceptación se ha derrumbado en muy reducido tiempo.

Las movilizaciones de protesta con violencia estallaron a raíz de la decisión gubernamental de incrementar los precios de los hidrocarburos con el propósito de impulsar la plausible transición hacia energías limpias. Esta alza en el precio delos combustibles fue el detonador, la gota que derramó el vaso y que propició el estallido del descontento social. Si bien es cierto que los precios de los combustibles son un factor muy sensible, ante lo cual reacciona con cierta facilidad la sociedad, debemos tener en cuenta que en gran medida afectan sólo a un sector relativamente reducido de la sociedad: a quienes se movilizan en vehículos particulares. En ciudades como el hoy agitado París, mucha gente propietaria de automóviles prefieren movilizarse en el eficiente transporte público.

Se pone este factor de relieve porque la hipótesis que someto a la consideración de los informados lectores de “El Sol de México”, radica en que son otros diversos factores los que han venido ocasionando enojo e indignación entre parte de la población francesa, la cual encontró en esta coyuntura el momento propicio para dar rienda suelta a su inconformidad que se encontraba ya latente aunque, hasta hace 3 semanas, sin externa expresión social masiva.

En ciudades como París en donde estacionar el automóvil es muy complicado y caro, quienes organizaron este movimiento fueron los llamados “chalecos amarillos” o “gilets jaunes”, es decir los propietarios de carros, ya que esta denominación tiene como origen la obligación de los automovilistas de tener entre su equipamiento un fosforescente chaleco amarillo. Ahora lo emplean para identificación solidaria en sus movilizaciones de protesta contra el gobierno. Una exótica particularidad de este movimiento es que confluyen en alianza tanto la izquierda como la derecha y sus respectivos extremos.

Francia es un país con un índice de Gini o un nivel de distribución del ingreso mejor que el de la poderosa Alemania o Gran Bretaña.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell

Francia, un país desarrollado y de vanguardia en múltiples aspectos, ha vivido recientemente una etapa de agitación y violencia social que ha puesto en jaque al gobierno del hasta hace poco popular presidente Emmanuel Macron. Su nivel de aceptación se ha derrumbado en muy reducido tiempo.

Las movilizaciones de protesta con violencia estallaron a raíz de la decisión gubernamental de incrementar los precios de los hidrocarburos con el propósito de impulsar la plausible transición hacia energías limpias. Esta alza en el precio delos combustibles fue el detonador, la gota que derramó el vaso y que propició el estallido del descontento social. Si bien es cierto que los precios de los combustibles son un factor muy sensible, ante lo cual reacciona con cierta facilidad la sociedad, debemos tener en cuenta que en gran medida afectan sólo a un sector relativamente reducido de la sociedad: a quienes se movilizan en vehículos particulares. En ciudades como el hoy agitado París, mucha gente propietaria de automóviles prefieren movilizarse en el eficiente transporte público.

Se pone este factor de relieve porque la hipótesis que someto a la consideración de los informados lectores de “El Sol de México”, radica en que son otros diversos factores los que han venido ocasionando enojo e indignación entre parte de la población francesa, la cual encontró en esta coyuntura el momento propicio para dar rienda suelta a su inconformidad que se encontraba ya latente aunque, hasta hace 3 semanas, sin externa expresión social masiva.

En ciudades como París en donde estacionar el automóvil es muy complicado y caro, quienes organizaron este movimiento fueron los llamados “chalecos amarillos” o “gilets jaunes”, es decir los propietarios de carros, ya que esta denominación tiene como origen la obligación de los automovilistas de tener entre su equipamiento un fosforescente chaleco amarillo. Ahora lo emplean para identificación solidaria en sus movilizaciones de protesta contra el gobierno. Una exótica particularidad de este movimiento es que confluyen en alianza tanto la izquierda como la derecha y sus respectivos extremos.

Francia es un país con un índice de Gini o un nivel de distribución del ingreso mejor que el de la poderosa Alemania o Gran Bretaña.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell