/ sábado 7 de abril de 2018

El hilo se rompe por lo más delgado

Imposible que pase un día sin enterarse de alguna agresión contra una mujer. La violencia de género se expande, aunque hay lugares, como la Ciudad de México, en las que crece agigantada.

En Veracruz murieron dos adolescentes, a manos de la policía. En la CDMX, un energúmeno baleó a la expareja. En lugares cercanos a Acapulco, les cortaron el pelo a niñas y jóvenes estudiantes, en sus escuelas. También en la capital, la actriz Fernanda Ostos denunció al gañán que la acosó en una calle de la Colonia Condesa.

Nefertiri y Grecia Camacho, tenían 16 y 14 años. La voz pública dice que iban al cine; la policía que patrullaba una avenida en Río Blanco, sostiene que pasaron en una camioneta Honda, a la que se le hizo el alto y con la que se organizó un enfrentamiento a tiros. Murieron los tres ocupantes del vehículo (Las dos casi niñas y Eduardo N), sin que ningún agente resultara herido. Al poco tiempo apareció una foto de la menor de 14, sentada en la banqueta, para luego darse a conocer otra, en la que está tirada en un charco de sangre.

Las imágenes hacen presumir una ejecución extrajudicial; la Fiscalía, la niega. Las declaraciones de su titular, Jorge Winckler, deplorables: “Revictimizó, discriminó y vulneró el derecho de presunción de inocencia de las víctimas”, denunciaron ONGs estatales.

El tal Fiscal dio a conocer un perfil psicológico –falta de ética- y declaró que “ni estudiaban ni trabajaban, eran agresivas y habían abandonado el hogar”. Hizo hincapié en que una de ellas tenía tatuajes (¡Agárrese la que pueda!).

Autoridades, a las que se acusa en forma reiterada de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y otras barbaries, se lavan la cara. Se habría esperado que aclarara la “carrera delictiva” de las chamaquitas y el por qué se les consideraba “sicarias”. Se les tendría que haber consignado y no quitarles la vida.

Lo de Guerrero también muestra la violencia brutal contra las féminas. Un comando entró sucesivamente, a una escuela primaria, después a una secundaria y por último, a una preparatoria, en las inmediaciones de Acapulco. A varias alumnas y a un par de maestras, ¡les trenzaron el pelo y se los cortaron!, en medio de palabrotas, amenazas y jaloneos. Una auténtica humillación, un ataque a la dignidad y los encargados de la seguridad, unos cínicos.

Dijeron que había sido por robarlas. ¿Qué “capital” traerían consigo, estudiantes de un nivel socioeconómico bajo? La autoridad se sacó el as de la manga, con tal de darle cerrojazo a un expediente en el que hay gato encerrado. ¿Fue un conflicto de maestros disidentes y quién y para qué organizóla agresión? Si Guerrero ocupa uno de los primeros lugares en homicidios y la mayoría quedan en la impunidad, ni soñar que investiguen los agravios a pequeñas exponentes de la pobreza. Parte de ese alto porcentaje al que consideran “mexicanos de segunda, por ser pobres y peor, mujeres”.

Se generalizan los sentimientos de impotencia frente al verdugo. Difícil probar el acoso, que ocurre en el transporte, en plena vía pública, en los centros comerciales, en cines, en todas partes, sin auxilio alguno.

Se suceden los feminicidios y las “alertas de género” incumplen el objetivo de frenarlos. Se criminaliza a víctimas y se exonera a sus atacantes, con frases peyorativas y típicas, como las de que “se lo buscó”. Algo grave pasa con una sociedad en la que, la mujer es blanco de tiro.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq


Imposible que pase un día sin enterarse de alguna agresión contra una mujer. La violencia de género se expande, aunque hay lugares, como la Ciudad de México, en las que crece agigantada.

En Veracruz murieron dos adolescentes, a manos de la policía. En la CDMX, un energúmeno baleó a la expareja. En lugares cercanos a Acapulco, les cortaron el pelo a niñas y jóvenes estudiantes, en sus escuelas. También en la capital, la actriz Fernanda Ostos denunció al gañán que la acosó en una calle de la Colonia Condesa.

Nefertiri y Grecia Camacho, tenían 16 y 14 años. La voz pública dice que iban al cine; la policía que patrullaba una avenida en Río Blanco, sostiene que pasaron en una camioneta Honda, a la que se le hizo el alto y con la que se organizó un enfrentamiento a tiros. Murieron los tres ocupantes del vehículo (Las dos casi niñas y Eduardo N), sin que ningún agente resultara herido. Al poco tiempo apareció una foto de la menor de 14, sentada en la banqueta, para luego darse a conocer otra, en la que está tirada en un charco de sangre.

Las imágenes hacen presumir una ejecución extrajudicial; la Fiscalía, la niega. Las declaraciones de su titular, Jorge Winckler, deplorables: “Revictimizó, discriminó y vulneró el derecho de presunción de inocencia de las víctimas”, denunciaron ONGs estatales.

El tal Fiscal dio a conocer un perfil psicológico –falta de ética- y declaró que “ni estudiaban ni trabajaban, eran agresivas y habían abandonado el hogar”. Hizo hincapié en que una de ellas tenía tatuajes (¡Agárrese la que pueda!).

Autoridades, a las que se acusa en forma reiterada de desapariciones forzadas, ejecuciones extrajudiciales y otras barbaries, se lavan la cara. Se habría esperado que aclarara la “carrera delictiva” de las chamaquitas y el por qué se les consideraba “sicarias”. Se les tendría que haber consignado y no quitarles la vida.

Lo de Guerrero también muestra la violencia brutal contra las féminas. Un comando entró sucesivamente, a una escuela primaria, después a una secundaria y por último, a una preparatoria, en las inmediaciones de Acapulco. A varias alumnas y a un par de maestras, ¡les trenzaron el pelo y se los cortaron!, en medio de palabrotas, amenazas y jaloneos. Una auténtica humillación, un ataque a la dignidad y los encargados de la seguridad, unos cínicos.

Dijeron que había sido por robarlas. ¿Qué “capital” traerían consigo, estudiantes de un nivel socioeconómico bajo? La autoridad se sacó el as de la manga, con tal de darle cerrojazo a un expediente en el que hay gato encerrado. ¿Fue un conflicto de maestros disidentes y quién y para qué organizóla agresión? Si Guerrero ocupa uno de los primeros lugares en homicidios y la mayoría quedan en la impunidad, ni soñar que investiguen los agravios a pequeñas exponentes de la pobreza. Parte de ese alto porcentaje al que consideran “mexicanos de segunda, por ser pobres y peor, mujeres”.

Se generalizan los sentimientos de impotencia frente al verdugo. Difícil probar el acoso, que ocurre en el transporte, en plena vía pública, en los centros comerciales, en cines, en todas partes, sin auxilio alguno.

Se suceden los feminicidios y las “alertas de género” incumplen el objetivo de frenarlos. Se criminaliza a víctimas y se exonera a sus atacantes, con frases peyorativas y típicas, como las de que “se lo buscó”. Algo grave pasa con una sociedad en la que, la mujer es blanco de tiro.

catalinanq@hotmail.com

@catalinanq