/ sábado 11 de agosto de 2018

El hombre es eterno

Terminó la euforia del Campeonato Mundial de Fútbol en Rusia 2018.

Es curioso el fenómeno que se presenta en ciertos acontecimientos en los cuales los medios electrónicos de comunicación adquieren dimensiones astronómicas. A más de 150 países se distribuyeron las imágenes dramáticas de las miles de personas conformadas por los integrantes de las 32 Selecciones Nacionales participantes con sus jugadores, técnicos, auxiliares, paramédicos, más las autoridades locales y las de la FIFA, más el conjunto arbitral con sus auxiliares, más el personal de edecanía y apoyo, más los cientos de periodistas, reporteros gráficos, comentaristas y técnicos de radio y televisión de los países participantes. Et al.

Por nuestra parte, los espectadores cumplimos con un rito azas fanático, épico y simbiótico. Es fanático porque produce automáticamente seguidores de los contendientes, lo cual crea psicológicamente una rivalidad; es épico porque transmite históricamente el lejano y pasado clamor de contiendas deportivas y guerreras que cautivaron también en su momento a multitudes; y es simbiótico porque el espectador se identifica de inmediato con su grupo étnico, con su raza, con su color, con su credo.

Es la vieja, viejísima teoría del antagonismo tribal, de la hegemonía territorial y de la solidaridad de grupo. En este rito, que actúa con un protocolo casi religioso, el ser humano penetra en ese inmenso círculo mágico de luz, de color, de sonido y de ilusiones que se llama televisión, y del que no puede evadirse. No podrá evadirse ya. El espectador es subyugado y cae de rodillas en esta ceremonia de credo electrónico. Es un hecho que la mayoría de los acontecimientos importantes de la humanidad, son oídos y vistos a través de la radio y la televisión.

A pesar de todos los pesares terminó la justa deportiva de Rusia 2018. México cumplió con un tolerable papel, que es lo nuestro. De ahí no pasaremos. Es vergonzoso decir que, después de haber tenido el privilegio de ser el primer país latinoamericano anfitrión del Campeonato Mundial de Fútbol en 1970, y después en 1986, no hemos producido legiones de atletas que inunden las canchas deportivas siempre. Y si vamos un poco más atrás, también México fue el organizador de los Primeros Juegos Olímpicos en Latinoamérica en 1968.

Afortunadamente, este año sí tuvimos una actuación más que destacada en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Colombia.

Haré aquí un paréntesis para hacer notar lo difícil que es la organización de cualquiera de estos eventos, desde los sencillos como los Centroamericanos y del Caribe. En 1990 esta justa tuvo como ciudad sede al entonces Distrito Federal, y yo tuve el privilegio de participar como encargado de publicidad y promoción. Y un día, el presidente del Comité Organizador me dijo: “necesitamos por lo menos 2 mil edecanes para atender jugadores, directivos e invitados. Y el personal de edecanía debe estar comisionado en el aeropuerto, en las instalaciones deportivas, en los hoteles sede de directivos e invitados, y en la Villa Centroamericana, y no tenemos presupuesto para pagar honorarios”. Mama mía, díjeme, ¿y de dónde voy a sacar 2 mil edecanes sin pago? Bueno, pues se logró, y tuvimos el personal de apoyo necesario. Pero además tuve que impartirles 2 ó 3 pláticas para que se empaparan un poco acerca de lo que son unos Juegos Olímpicos, unos Juegos Panamericanos y unos Juegos Centroamericanos y del Caribe, y supieran en que laberinto se iban a enredar.

Lo que viene ahora son los Juegos Panamericanos en Lima, Perú 2019; los Juegos Olímpicos de Tokio 2020; y el Campeonato Mundial de Futbol en Qatar 2022.

Acabamos de celebrar, porque sí es una celebración, los 49 años de la llegada del hombre a la Luna. Es asombroso pensar que aquel lejano y misterioso hombre de las cavernas salió un día de su refugio para otear las estrellas y pretender alcanzarlas.

Pero este hombre eterno y persistente ha tenido que sortear miles de obstáculos a lo largo de su peregrinar: guerras cruentas, epidemias devastadoras, feroces ataques de la naturaleza, conductas incomprensibles que han llevado a miles de millones de habitantes a una pobreza extrema. Drama y más drama en este pequeño punto azul del inmenso espacio sideral. Y todos esos dramas se produjeron sin contar con el testigo, no tan imparcial, que es la televisión. Este testigo lo ha sido apenas hace unos 50 años, pero miles de años atrás fueron sin esa consigna.

La primera guerra transmitida por televisión fue la de Vietnam, y después la de Irak. Fue la dramática telenovela diaria del descarnado mundo actual. Y qué decir de huracanes, tsunamis, explosiones volcánicas, secuestros masivos, tragedias aéreas, etc. Hoy la pantalla mágica nos hace estremecer con sus imágenes.

El hombre es eterno. Su misión no terminará en la Luna. Algún día traspasará las estrellas y posteriormente el tiempo.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx



Terminó la euforia del Campeonato Mundial de Fútbol en Rusia 2018.

Es curioso el fenómeno que se presenta en ciertos acontecimientos en los cuales los medios electrónicos de comunicación adquieren dimensiones astronómicas. A más de 150 países se distribuyeron las imágenes dramáticas de las miles de personas conformadas por los integrantes de las 32 Selecciones Nacionales participantes con sus jugadores, técnicos, auxiliares, paramédicos, más las autoridades locales y las de la FIFA, más el conjunto arbitral con sus auxiliares, más el personal de edecanía y apoyo, más los cientos de periodistas, reporteros gráficos, comentaristas y técnicos de radio y televisión de los países participantes. Et al.

Por nuestra parte, los espectadores cumplimos con un rito azas fanático, épico y simbiótico. Es fanático porque produce automáticamente seguidores de los contendientes, lo cual crea psicológicamente una rivalidad; es épico porque transmite históricamente el lejano y pasado clamor de contiendas deportivas y guerreras que cautivaron también en su momento a multitudes; y es simbiótico porque el espectador se identifica de inmediato con su grupo étnico, con su raza, con su color, con su credo.

Es la vieja, viejísima teoría del antagonismo tribal, de la hegemonía territorial y de la solidaridad de grupo. En este rito, que actúa con un protocolo casi religioso, el ser humano penetra en ese inmenso círculo mágico de luz, de color, de sonido y de ilusiones que se llama televisión, y del que no puede evadirse. No podrá evadirse ya. El espectador es subyugado y cae de rodillas en esta ceremonia de credo electrónico. Es un hecho que la mayoría de los acontecimientos importantes de la humanidad, son oídos y vistos a través de la radio y la televisión.

A pesar de todos los pesares terminó la justa deportiva de Rusia 2018. México cumplió con un tolerable papel, que es lo nuestro. De ahí no pasaremos. Es vergonzoso decir que, después de haber tenido el privilegio de ser el primer país latinoamericano anfitrión del Campeonato Mundial de Fútbol en 1970, y después en 1986, no hemos producido legiones de atletas que inunden las canchas deportivas siempre. Y si vamos un poco más atrás, también México fue el organizador de los Primeros Juegos Olímpicos en Latinoamérica en 1968.

Afortunadamente, este año sí tuvimos una actuación más que destacada en los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Barranquilla, Colombia.

Haré aquí un paréntesis para hacer notar lo difícil que es la organización de cualquiera de estos eventos, desde los sencillos como los Centroamericanos y del Caribe. En 1990 esta justa tuvo como ciudad sede al entonces Distrito Federal, y yo tuve el privilegio de participar como encargado de publicidad y promoción. Y un día, el presidente del Comité Organizador me dijo: “necesitamos por lo menos 2 mil edecanes para atender jugadores, directivos e invitados. Y el personal de edecanía debe estar comisionado en el aeropuerto, en las instalaciones deportivas, en los hoteles sede de directivos e invitados, y en la Villa Centroamericana, y no tenemos presupuesto para pagar honorarios”. Mama mía, díjeme, ¿y de dónde voy a sacar 2 mil edecanes sin pago? Bueno, pues se logró, y tuvimos el personal de apoyo necesario. Pero además tuve que impartirles 2 ó 3 pláticas para que se empaparan un poco acerca de lo que son unos Juegos Olímpicos, unos Juegos Panamericanos y unos Juegos Centroamericanos y del Caribe, y supieran en que laberinto se iban a enredar.

Lo que viene ahora son los Juegos Panamericanos en Lima, Perú 2019; los Juegos Olímpicos de Tokio 2020; y el Campeonato Mundial de Futbol en Qatar 2022.

Acabamos de celebrar, porque sí es una celebración, los 49 años de la llegada del hombre a la Luna. Es asombroso pensar que aquel lejano y misterioso hombre de las cavernas salió un día de su refugio para otear las estrellas y pretender alcanzarlas.

Pero este hombre eterno y persistente ha tenido que sortear miles de obstáculos a lo largo de su peregrinar: guerras cruentas, epidemias devastadoras, feroces ataques de la naturaleza, conductas incomprensibles que han llevado a miles de millones de habitantes a una pobreza extrema. Drama y más drama en este pequeño punto azul del inmenso espacio sideral. Y todos esos dramas se produjeron sin contar con el testigo, no tan imparcial, que es la televisión. Este testigo lo ha sido apenas hace unos 50 años, pero miles de años atrás fueron sin esa consigna.

La primera guerra transmitida por televisión fue la de Vietnam, y después la de Irak. Fue la dramática telenovela diaria del descarnado mundo actual. Y qué decir de huracanes, tsunamis, explosiones volcánicas, secuestros masivos, tragedias aéreas, etc. Hoy la pantalla mágica nos hace estremecer con sus imágenes.

El hombre es eterno. Su misión no terminará en la Luna. Algún día traspasará las estrellas y posteriormente el tiempo.

Premio Nacional de Periodismo

Fundador de Notimex

pacofonn@yahoo.com.mx