/ miércoles 24 de marzo de 2021

El jubilado

Romero Deschamps pudo ser el prototipo del mexicano que trabajó arduamente y logró alcanzar en la plenitud de su vida la satisfacción laboral a través del esfuerzo y la dedicación. Pero no. Su historia roza los extremos de un país donde la profunda desigualdad está marcada por la opulencia de unos cuantos.

Originario de Tampico, su historia comenzó como la de un modesto conductor de pipas hasta llegar a la riqueza que van desde lujos, mansiones, joyas, yates, viajes e hijos educados en las excentricidades, es decir, los favores logrados gracias a los contubernios fraguados desde las entrañas de la politiquería.

En esta narrativa de agravios y exceso, que no es otra cosa que la recurrente afrenta a un pueblo marginado y sediento de justicia, el líder de los trabajadores petroleros, se jubila dos días antes de la conmemoración del 83 aniversario de la Expropiación Petrolera con una pensión de 100 mil pesos mensuales. En términos prácticos, se retira con cheque a la impunidad.

La trayectoria de Romero Deschamps no hubiera sido posible sin su mentor Joaquín Gómez Galicia “La Quina”. Y sin el golpe maquiavélico y vengativo del salinazo, tampoco hubiera sido posible el ascenso de Romero Deschamps a la cúpula del charrismo, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, gracias al patrocinio del turbio ex presidente Carlos Salinas de Gortari, artífice del ´quinazo’.

Antítesis de Belisario Domínguez, Deschamps destacó por ser un mediocre parlamentario; dos veces senador, tres veces diputado federal. Eso sí, supo aplicar la máxima del ‘profesor’ Carlos Hank González, “político pobre es un pobre político”. Fraude, enriquecimiento ilícito, venta de plazas, fue la ruta para la opulencia.

Como capo del gremio petrolero, su poder se extendió cinco sexenios. Vicente Fox afirmó que “Pemex es igual a la Virgen de Guadalupe. Son símbolos para los mexicanos que deben manejarse con mucho cuidado”. En efecto, a la Patrona de América se le profesa fe y devoción. Para la paraestatal, el saqueo es la religión.

Los años de bonanza quedaron atrás por todo lo que significó la paraestatal, orgullo nacional. Hoy solo queda la estela del huachicol y saqueo, mientras Andrés Manuel López Obrador busca retomar la soberanía energética.

La corrupción política debe poseer una organización, sentencia Edgardo Buscaglia. En otras palabras, para ser partícipe del desmantelamiento, como perdura en Pemex, se requiere el contubernio y la anuencia de las esferas del poder, de lo contrario no se entendería el robo de hidrocarburos, desfalco, contratos leoninos y sobornos. Y de todo lo anterior, de una u otra manera, el jubilado, fue copartícipe.

Romero Deschamps pudo ser el prototipo del mexicano que trabajó arduamente y logró alcanzar en la plenitud de su vida la satisfacción laboral a través del esfuerzo y la dedicación. Pero no. Su historia roza los extremos de un país donde la profunda desigualdad está marcada por la opulencia de unos cuantos.

Originario de Tampico, su historia comenzó como la de un modesto conductor de pipas hasta llegar a la riqueza que van desde lujos, mansiones, joyas, yates, viajes e hijos educados en las excentricidades, es decir, los favores logrados gracias a los contubernios fraguados desde las entrañas de la politiquería.

En esta narrativa de agravios y exceso, que no es otra cosa que la recurrente afrenta a un pueblo marginado y sediento de justicia, el líder de los trabajadores petroleros, se jubila dos días antes de la conmemoración del 83 aniversario de la Expropiación Petrolera con una pensión de 100 mil pesos mensuales. En términos prácticos, se retira con cheque a la impunidad.

La trayectoria de Romero Deschamps no hubiera sido posible sin su mentor Joaquín Gómez Galicia “La Quina”. Y sin el golpe maquiavélico y vengativo del salinazo, tampoco hubiera sido posible el ascenso de Romero Deschamps a la cúpula del charrismo, el Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana, gracias al patrocinio del turbio ex presidente Carlos Salinas de Gortari, artífice del ´quinazo’.

Antítesis de Belisario Domínguez, Deschamps destacó por ser un mediocre parlamentario; dos veces senador, tres veces diputado federal. Eso sí, supo aplicar la máxima del ‘profesor’ Carlos Hank González, “político pobre es un pobre político”. Fraude, enriquecimiento ilícito, venta de plazas, fue la ruta para la opulencia.

Como capo del gremio petrolero, su poder se extendió cinco sexenios. Vicente Fox afirmó que “Pemex es igual a la Virgen de Guadalupe. Son símbolos para los mexicanos que deben manejarse con mucho cuidado”. En efecto, a la Patrona de América se le profesa fe y devoción. Para la paraestatal, el saqueo es la religión.

Los años de bonanza quedaron atrás por todo lo que significó la paraestatal, orgullo nacional. Hoy solo queda la estela del huachicol y saqueo, mientras Andrés Manuel López Obrador busca retomar la soberanía energética.

La corrupción política debe poseer una organización, sentencia Edgardo Buscaglia. En otras palabras, para ser partícipe del desmantelamiento, como perdura en Pemex, se requiere el contubernio y la anuencia de las esferas del poder, de lo contrario no se entendería el robo de hidrocarburos, desfalco, contratos leoninos y sobornos. Y de todo lo anterior, de una u otra manera, el jubilado, fue copartícipe.