/ sábado 28 de marzo de 2020

El legado de la pandemia

“La historia no tiene tiempo para ser justa.

Como frío cronista no toma en cuenta más que los resultados.”

Stefan Zweig


No se habla de otra cosa. Un solo tema domina los medios, las redes sociales, las conversaciones en todo el mundo: El coronavirus.

Las cifras cambian por minuto, su comportamiento parece aleatorio. Lo único cierto es una cosa: la próxima vez que usted lo revise, el número será más alto. ¿Qué tan más alto? Imposible decirlo.

El pasado 26 de marzo de 2020, mientras escribía este artículo, había un total de 525 mil casos confirmados en 198 países y territorios. Estados Unidos acababa de convertirse en el líder mundial de contagios. China tenía 67 nuevos casos, prácticamente nada comparados con los casi 7 mil que vio España en cuestión de un día.

La ola parece haber terminado su recorrido por Asia, parece estar alcanzando su cúspide en Europa y está empezando a crecer con fuerza en América. Pero todo puede cambiar de un momento a otro. Nadie sabe con precisión qué va a pasar ni en qué punto de la curva nos encontramos.

Lo que sí está más claro, es el terrible derrumbe de la economía global que quedará como legado a largo plazo de esta crisis sanitaria.

A diferencia de lo que sucederá con la propagación del virus en términos de salud y de pérdida de vidas humanas, el impacto que tendrá en la estructura financiera mundial es muy predecible.

Los analistas ya apuntan que nunca antes en la historia, la economía del mundo había tenido un desplome tan vertiginoso como el actual. Es muy probable que, en comparación con lo que viene, la pesadilla financiera de 2008-2009 pase a la memoria como un ligero inconveniente.

La recesión es ineludible. La duda ya no es si habrá un estancamiento en la mayoría de las economías mundiales, sino qué tan profundo será, cuánto tiempo tomará salir y cómo será el nuevo paradigma financiero.

¿Qué empresas resistirán? ¿Qué industrias van a desaparecer? Sea cual sea la respuesta, ya podemos adelantar que millones de personas perderán su trabajo, las fuentes de sustento de miles de familias desaparecerán junto con el virus que provocó esta epidemia.

Por eso también hay voces que cuestionan la escala de las medidas que se han tomado en distintas partes del mundo.

Aún cuando está claro que la prioridad ante cualquier tema que tenga que ver con dinero, siempre debe ser la salud, hay quienes señalan que esta forma de destruir la economía global, acarreará más víctimas.

Aunque a muchos nos gustaría ver que se implementaran esquemas estrictos de aislamiento y distanciamiento social, como se han implementado en otros países, la situación de nuestro país es compleja y delicada.

En Guerrero y Michoacán, los carteles ya están empezando a aprovechar la emergencia sanitaria para desplazar a los habitantes, aumentando su poder y control sobre estas zonas.

Por otra parte, México no es un país rico. Tan no somos ricos que hoy el precio de la tortilla representa una amenaza más grande para la mitad de la población, que un virus para el que no hay vacuna ni tratamiento.

Esta es la realidad y tenemos que afrontarla. Se requieren políticas públicas urgentes para proteger a los más vulnerables durante esta pandemia.

Pero, como nunca antes, será necesario implementar medidas económicas para ayudarles a sobrevivir lo que vendrá después.


Diputado local de la CDMX por el PRD

“La historia no tiene tiempo para ser justa.

Como frío cronista no toma en cuenta más que los resultados.”

Stefan Zweig


No se habla de otra cosa. Un solo tema domina los medios, las redes sociales, las conversaciones en todo el mundo: El coronavirus.

Las cifras cambian por minuto, su comportamiento parece aleatorio. Lo único cierto es una cosa: la próxima vez que usted lo revise, el número será más alto. ¿Qué tan más alto? Imposible decirlo.

El pasado 26 de marzo de 2020, mientras escribía este artículo, había un total de 525 mil casos confirmados en 198 países y territorios. Estados Unidos acababa de convertirse en el líder mundial de contagios. China tenía 67 nuevos casos, prácticamente nada comparados con los casi 7 mil que vio España en cuestión de un día.

La ola parece haber terminado su recorrido por Asia, parece estar alcanzando su cúspide en Europa y está empezando a crecer con fuerza en América. Pero todo puede cambiar de un momento a otro. Nadie sabe con precisión qué va a pasar ni en qué punto de la curva nos encontramos.

Lo que sí está más claro, es el terrible derrumbe de la economía global que quedará como legado a largo plazo de esta crisis sanitaria.

A diferencia de lo que sucederá con la propagación del virus en términos de salud y de pérdida de vidas humanas, el impacto que tendrá en la estructura financiera mundial es muy predecible.

Los analistas ya apuntan que nunca antes en la historia, la economía del mundo había tenido un desplome tan vertiginoso como el actual. Es muy probable que, en comparación con lo que viene, la pesadilla financiera de 2008-2009 pase a la memoria como un ligero inconveniente.

La recesión es ineludible. La duda ya no es si habrá un estancamiento en la mayoría de las economías mundiales, sino qué tan profundo será, cuánto tiempo tomará salir y cómo será el nuevo paradigma financiero.

¿Qué empresas resistirán? ¿Qué industrias van a desaparecer? Sea cual sea la respuesta, ya podemos adelantar que millones de personas perderán su trabajo, las fuentes de sustento de miles de familias desaparecerán junto con el virus que provocó esta epidemia.

Por eso también hay voces que cuestionan la escala de las medidas que se han tomado en distintas partes del mundo.

Aún cuando está claro que la prioridad ante cualquier tema que tenga que ver con dinero, siempre debe ser la salud, hay quienes señalan que esta forma de destruir la economía global, acarreará más víctimas.

Aunque a muchos nos gustaría ver que se implementaran esquemas estrictos de aislamiento y distanciamiento social, como se han implementado en otros países, la situación de nuestro país es compleja y delicada.

En Guerrero y Michoacán, los carteles ya están empezando a aprovechar la emergencia sanitaria para desplazar a los habitantes, aumentando su poder y control sobre estas zonas.

Por otra parte, México no es un país rico. Tan no somos ricos que hoy el precio de la tortilla representa una amenaza más grande para la mitad de la población, que un virus para el que no hay vacuna ni tratamiento.

Esta es la realidad y tenemos que afrontarla. Se requieren políticas públicas urgentes para proteger a los más vulnerables durante esta pandemia.

Pero, como nunca antes, será necesario implementar medidas económicas para ayudarles a sobrevivir lo que vendrá después.


Diputado local de la CDMX por el PRD

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