/ jueves 28 de abril de 2022

El lema de la UNAM y el Presidente

“Yo no creo ni siquiera en las razas, yo creo en las culturas”, dijo el Presidente de la República hace pocos días en conferencia mañanera. ¡Qué barbaridad! Alguien se madrugó al Presidente. En primer lugar porque las razas como tales sí existen, y en segunda lugar porque cada raza tiene su cultura (modos de vida, costumbres, grados de desarrollo). Pero además Vasconcelos no se refiere a las razas en sentido estricto, y no hay más que leer “La Raza Cósmica” para entenderlo. Su visión es en cambio la que corresponde a la calidad del origen o linaje, clase o condición de la Universidad (lo que tendré el privilegio de sostener próximamente en la Universidad de Salamanca en mi segunda tesis doctoral). Que no confunda el Presidente las cosas y siga vapuleando sin conocimiento ni razón a la Máxima Casa de Estudios. Vasconcelos buscó siempre unificar la cultura iberoamericana -el águila y el cóndor- a la luz de un pensamiento derivado de la fusión de dos razas -aparte Portugal y Brasil- que nos dan consistencia y sentido histórico. Nuestra vecindad con los Estados Unidos de Norteamérica ha trazado un panorama geopolítico que nos ha llevado a afianzar nuestra personalidad histórica. Vasconcelos concibió la idea de la raza cósmica, de la que deriva el lema universitario al que me refiero, como un espíritu que nos alienta, como una fuente cultural que nos da cohesión y substancia frente a una cultura diferente de la nuestra, y que nos ha puesto constantemente en peligro, digamos que por sus pretensiones invasivas. El hecho es que ante lo complejo de una irrupción por la fuerza han optado desde el norte por emitir mensajes que buscan substituir lo nuestro por lo suyo (en concreto, y como ejemplo, el llamado destino manifiesto). Nos han visto desde una absurda e inaceptable superioridad y han pregonado nuestra inferioridad, calificando así lo que no entienden ni comparten, con un despotismo de evidente sello colonialista; quedando sólo el espacio de la Universidad -incluyendo algunas muy destacadas de ellos- y desde el cual exaltan el valor de la cultura.

Ahora bien, confundir y menospreciar nuestra emblemática raza universitaria es darle la razón a un “anglosajonismo” fuera de tiempo y hora, tanto como carente de razón. Y basándose en nuestro lema el reducir la Universidad a una raza exclusiva, a una especie de racismo trasnochado motivando la discriminación y hasta la persecución de otros, que eso es el racismo, prohijando una doctrina política de desprecio, hace que el Presidente de la República se autocalifique de plano como antiuniversitario. Para muestra de ello tenemos varios botones y no sólo uno. Vasconcelos fue muy claro: raza es espíritu y espíritu es raza. Raza y espíritu son palabra. Palabra bien pensada y mejor dicha, Presidente. Y lo repetiremos hasta el cansancio frente a la diatriba presidencial. En realidad su acritud no nos lastima sino que define a López Obrador (no me gustaría decir que al Presidente). Pero este lema cuyo contenido desconoce, y ahora lo digo con palabras de Antonio Caso, es un símbolo de cultura universal, de la que el Presidente es un hijo. No es raza exclusiva sino inclusiva. En suma, sabemos cómo nos ven desde la cima del poder político. Y guste o no, la Universidad, que es el pueblo, seguirá participando democráticamente en el proceso de transformación del país.

PROFESOR EMÉRITO DE LA UNIVERSIDAD

PREMIO UNIVERSIDAD NACIONAL

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“Yo no creo ni siquiera en las razas, yo creo en las culturas”, dijo el Presidente de la República hace pocos días en conferencia mañanera. ¡Qué barbaridad! Alguien se madrugó al Presidente. En primer lugar porque las razas como tales sí existen, y en segunda lugar porque cada raza tiene su cultura (modos de vida, costumbres, grados de desarrollo). Pero además Vasconcelos no se refiere a las razas en sentido estricto, y no hay más que leer “La Raza Cósmica” para entenderlo. Su visión es en cambio la que corresponde a la calidad del origen o linaje, clase o condición de la Universidad (lo que tendré el privilegio de sostener próximamente en la Universidad de Salamanca en mi segunda tesis doctoral). Que no confunda el Presidente las cosas y siga vapuleando sin conocimiento ni razón a la Máxima Casa de Estudios. Vasconcelos buscó siempre unificar la cultura iberoamericana -el águila y el cóndor- a la luz de un pensamiento derivado de la fusión de dos razas -aparte Portugal y Brasil- que nos dan consistencia y sentido histórico. Nuestra vecindad con los Estados Unidos de Norteamérica ha trazado un panorama geopolítico que nos ha llevado a afianzar nuestra personalidad histórica. Vasconcelos concibió la idea de la raza cósmica, de la que deriva el lema universitario al que me refiero, como un espíritu que nos alienta, como una fuente cultural que nos da cohesión y substancia frente a una cultura diferente de la nuestra, y que nos ha puesto constantemente en peligro, digamos que por sus pretensiones invasivas. El hecho es que ante lo complejo de una irrupción por la fuerza han optado desde el norte por emitir mensajes que buscan substituir lo nuestro por lo suyo (en concreto, y como ejemplo, el llamado destino manifiesto). Nos han visto desde una absurda e inaceptable superioridad y han pregonado nuestra inferioridad, calificando así lo que no entienden ni comparten, con un despotismo de evidente sello colonialista; quedando sólo el espacio de la Universidad -incluyendo algunas muy destacadas de ellos- y desde el cual exaltan el valor de la cultura.

Ahora bien, confundir y menospreciar nuestra emblemática raza universitaria es darle la razón a un “anglosajonismo” fuera de tiempo y hora, tanto como carente de razón. Y basándose en nuestro lema el reducir la Universidad a una raza exclusiva, a una especie de racismo trasnochado motivando la discriminación y hasta la persecución de otros, que eso es el racismo, prohijando una doctrina política de desprecio, hace que el Presidente de la República se autocalifique de plano como antiuniversitario. Para muestra de ello tenemos varios botones y no sólo uno. Vasconcelos fue muy claro: raza es espíritu y espíritu es raza. Raza y espíritu son palabra. Palabra bien pensada y mejor dicha, Presidente. Y lo repetiremos hasta el cansancio frente a la diatriba presidencial. En realidad su acritud no nos lastima sino que define a López Obrador (no me gustaría decir que al Presidente). Pero este lema cuyo contenido desconoce, y ahora lo digo con palabras de Antonio Caso, es un símbolo de cultura universal, de la que el Presidente es un hijo. No es raza exclusiva sino inclusiva. En suma, sabemos cómo nos ven desde la cima del poder político. Y guste o no, la Universidad, que es el pueblo, seguirá participando democráticamente en el proceso de transformación del país.

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