/ lunes 21 de septiembre de 2020

El libre periodismo incomoda

A algunos gobernantes no les gusta el periodismo libre; ni las crónicas, artículos, ni nada que evidencie una pizca de crítica a sus decisiones. En México tenemos una historia ignominiosa y vergonzosa sobre la persecución a quienes se han atrevido a evidenciar hechos verídicos. Mucho se ha escrito sobre las peripecias, que desde diversos medios en su momento, se tuvo que enfrentar para lograr escribir otra versión de los hechos distintos a los publicitados por el gobernante.


Díaz Ordaz ordenó que todos los medios de comunicación contaran otra cosa para ocultar lo que realmente pasó durante los días de protesta estudiantil del 68 y que culminaron con la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre. Echeverría no sólo negó su participación como secretario de Gobernación sino que también negó su decisión ya como Presidente frente a los hechos del jueves de corpus del 10 de junio del 71; en ambos casos negaron la participación del ejército. Todas las crónicas sobre la guerra sucia fueron censuradas por Echeverría, desconoció las desapariciones forzadas de personas perpetradas por su régimen respecto de las cuáles muchas de ellas, hoy no se sabe aún su suerte o paradero. El periódico Excelsior fue tomado en el 76 con la complacencia de Echeverría de quien se aduce fue autor intelectual. La Secretaría de Gobernación era el brazo censurador del régimen. Estas son sólo algunas evidencias de la mano dura de esa etapa.


Y creíamos esa actitud autoritaria quedó atrás conforme la Constitución fue reformada y la libertad de las ideas, de pensamiento y de expresión quedaron como preceptos constitucionales. Estas libertades son intrínsecas a la democracia y a un estado de derecho, son indisolubles y ninguna autoridad puede restringirlas, así el marco legal que el Presidente debiese ser el primero en respetar.


Pero López Obrador un día y otro también desde el estrado de sus mañaneras del Palacio Nacional califica a Reforma como “pasquín inmundo” porque da a conocer los videos de su hermano recibiendo dinero y aún no se ha explicado su origen, o por otras notas que le critican. E igual señala a otros medios de comunicación o articulistas que se atreven a cuestionarle sobre asuntos de su gobierno que son criticables, por lo tanto a lugar a ello. A los medios les suelta escarnios desde las redes o amenazas explícitas como la que expresó un funcionario de su gobierno a Krauze y Aguilar que era mejor se fueran del país; la interrogante es si interpretan no sólo un pensamiento, sino el deseo de su jefe que sigue siendo enfático en descalificar a quienes le hacen algún crítica.


Hay que parar estas difamaciones las cuales son inaceptables desde la investidura presidencial y constituyen una amenaza real a nuestra democracia; así lo han señalado cientos de personas desde la academia, la ciencia, la intelectualidad en días pasados en un texto que termina con una voz de alerta: “No se estigmatiza a personas físicas o morales desde el poder sin ponerlas en riesgo. No se alimenta el rencor desde esa tribuna, sin que el odio llegue al río alguna vez”. Su reacción fue descalificar a quienes firmaron ese desplegado como “orgánicos neoliberales” y los presenta como enemigos de su 4T. Es necesario recordar que no se votó para censurar las libertades respecto de las cuales gozó con creces cuando fue candidato. Lamentable no mueva su opinión ni un milímetro.

A algunos gobernantes no les gusta el periodismo libre; ni las crónicas, artículos, ni nada que evidencie una pizca de crítica a sus decisiones. En México tenemos una historia ignominiosa y vergonzosa sobre la persecución a quienes se han atrevido a evidenciar hechos verídicos. Mucho se ha escrito sobre las peripecias, que desde diversos medios en su momento, se tuvo que enfrentar para lograr escribir otra versión de los hechos distintos a los publicitados por el gobernante.


Díaz Ordaz ordenó que todos los medios de comunicación contaran otra cosa para ocultar lo que realmente pasó durante los días de protesta estudiantil del 68 y que culminaron con la masacre en Tlatelolco el 2 de octubre. Echeverría no sólo negó su participación como secretario de Gobernación sino que también negó su decisión ya como Presidente frente a los hechos del jueves de corpus del 10 de junio del 71; en ambos casos negaron la participación del ejército. Todas las crónicas sobre la guerra sucia fueron censuradas por Echeverría, desconoció las desapariciones forzadas de personas perpetradas por su régimen respecto de las cuáles muchas de ellas, hoy no se sabe aún su suerte o paradero. El periódico Excelsior fue tomado en el 76 con la complacencia de Echeverría de quien se aduce fue autor intelectual. La Secretaría de Gobernación era el brazo censurador del régimen. Estas son sólo algunas evidencias de la mano dura de esa etapa.


Y creíamos esa actitud autoritaria quedó atrás conforme la Constitución fue reformada y la libertad de las ideas, de pensamiento y de expresión quedaron como preceptos constitucionales. Estas libertades son intrínsecas a la democracia y a un estado de derecho, son indisolubles y ninguna autoridad puede restringirlas, así el marco legal que el Presidente debiese ser el primero en respetar.


Pero López Obrador un día y otro también desde el estrado de sus mañaneras del Palacio Nacional califica a Reforma como “pasquín inmundo” porque da a conocer los videos de su hermano recibiendo dinero y aún no se ha explicado su origen, o por otras notas que le critican. E igual señala a otros medios de comunicación o articulistas que se atreven a cuestionarle sobre asuntos de su gobierno que son criticables, por lo tanto a lugar a ello. A los medios les suelta escarnios desde las redes o amenazas explícitas como la que expresó un funcionario de su gobierno a Krauze y Aguilar que era mejor se fueran del país; la interrogante es si interpretan no sólo un pensamiento, sino el deseo de su jefe que sigue siendo enfático en descalificar a quienes le hacen algún crítica.


Hay que parar estas difamaciones las cuales son inaceptables desde la investidura presidencial y constituyen una amenaza real a nuestra democracia; así lo han señalado cientos de personas desde la academia, la ciencia, la intelectualidad en días pasados en un texto que termina con una voz de alerta: “No se estigmatiza a personas físicas o morales desde el poder sin ponerlas en riesgo. No se alimenta el rencor desde esa tribuna, sin que el odio llegue al río alguna vez”. Su reacción fue descalificar a quienes firmaron ese desplegado como “orgánicos neoliberales” y los presenta como enemigos de su 4T. Es necesario recordar que no se votó para censurar las libertades respecto de las cuales gozó con creces cuando fue candidato. Lamentable no mueva su opinión ni un milímetro.