/ sábado 23 de septiembre de 2017

El máximo común denominador

A Jaime Vargas. En memoria indeleble

1.- El milagro de la vida se nos vuelve a producir con la repetición a la fecha de un recordatorio de nuestra efímera pequeñez en forma de un puntual crujido de la Tierra. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo y el consuelo viene de atestiguar la grandeza de nuestro México en vuelcos de ayuda, socorro, simpatía y calidez, expresiones todas en que se engarza, luminosa en su ilímite esplendor la solidaridad entre nosotros. El estrujamiento de los ánimos por la destrucción; la pena de los corazones por los que sufren, y el llanto del alma por los muertos, apenas contrastan con las lágrimas de orgullo que nos producen nuestros niños, los jóvenes y los coetáneos al desbordarse a las calles a entregar auxilio y sonrisas y comprensión a los que padecen.

2.- Es esa majestad de nuestra esencia el diapasón con el que debemos medir a las figuras públicas que pretenden guiar nuestros ímpetus y orientar nuestro designio. No son los que tenemos –nos recuerda a golpes la naturaleza- los líderes que la grandiosa sociedad mexicana precisa para florecer en la plenitud de su entusiasmo, en la dimensión de su pujanza. Afirmar a palo de tragedias que es el nuestro un pueblo poderoso y noble en su entraña, forjado en el vigor incólume de su unidad y tallado en el afán tangible de su temple triunfador, son rasgos que requieren dotes de generosidad y de grandeza que nuestros políticos de cartón no alcanzan a trazar.

3.- Cómo van a aprender el significado de tejido social los pequeños traficantes de un poquito de poder que se nos colocan en el abanico electoral, y que se arrogan la potestad de restañarlo, si no son capaces de salir a la calle a entregar un vaso de agua, atorados como están en descifrar el mapa de sus prebendas y la ruta más fácil de acceso a los cofres de la barriada, delegación o municipio. Tejido social es el que salió a remover escombros y rescatar vidas entre derrumbes.

4.- Tejido social es el apretado enjambre de manos que se entrelazan para entregar una cobija, para ofrecer un plato de comida, para regalar un abrazo y una sonrisa que mitiga la pena, para dar un café caliente al rescatista que se parte en dos para encontrar la vida, para recuperar un cuerpo. Vaya que sirven las tragedias para recordar que el carácter y el ideal que nos identifica reclaman gallardía, valor y valentía que en los dirigentes reivindique la templanza. Bienvenida la ocasión de alinear el metrónomo para calar la alteza de miras, la vocación de servicio, la humildad en la sabiduría, y la capacidad de acrecerse a la estatura de la sociedad mexicana, de quienes pretenden gobernarla el próximo año.

5.- Si es con estremecimientos que la tierra nos despierta del letargo de civilidad; si es con estertores que sacude nuestra noción de vida en común, de solidaridad y de apasionada voluntad de progreso en libertad, todos y a tiempo, tomémosle la palabra al cataclismo, aprendamos de la calamidad para tomarnos del brazo, enjugar las lágrimas y andar juntos. Mejor y más valioso provecho si en el camino optamos por unos gobernantes a la altura, cuando menos, de ese fulgurante designio que queremos afianzar, y que nos colme de orgullo como ver a nuestros hijos dispararse al rescate de la vida, que es la suya y que es la nuestra propia.

6.- De 1985 México supo aprender la lección, y los mexicanos superamos taras y arrojamos lastres que estorbaban la intención. La de hoy puede ser ocasión de actualizar parámetros, echar lo que no sirve y bruñir ese valor prodigioso de la unidad en que nos abrazamos a un solo puño de silencio.

 

camilo@kawage.com

A Jaime Vargas. En memoria indeleble

1.- El milagro de la vida se nos vuelve a producir con la repetición a la fecha de un recordatorio de nuestra efímera pequeñez en forma de un puntual crujido de la Tierra. El alma gime entonces bajo el dolor del mundo y el consuelo viene de atestiguar la grandeza de nuestro México en vuelcos de ayuda, socorro, simpatía y calidez, expresiones todas en que se engarza, luminosa en su ilímite esplendor la solidaridad entre nosotros. El estrujamiento de los ánimos por la destrucción; la pena de los corazones por los que sufren, y el llanto del alma por los muertos, apenas contrastan con las lágrimas de orgullo que nos producen nuestros niños, los jóvenes y los coetáneos al desbordarse a las calles a entregar auxilio y sonrisas y comprensión a los que padecen.

2.- Es esa majestad de nuestra esencia el diapasón con el que debemos medir a las figuras públicas que pretenden guiar nuestros ímpetus y orientar nuestro designio. No son los que tenemos –nos recuerda a golpes la naturaleza- los líderes que la grandiosa sociedad mexicana precisa para florecer en la plenitud de su entusiasmo, en la dimensión de su pujanza. Afirmar a palo de tragedias que es el nuestro un pueblo poderoso y noble en su entraña, forjado en el vigor incólume de su unidad y tallado en el afán tangible de su temple triunfador, son rasgos que requieren dotes de generosidad y de grandeza que nuestros políticos de cartón no alcanzan a trazar.

3.- Cómo van a aprender el significado de tejido social los pequeños traficantes de un poquito de poder que se nos colocan en el abanico electoral, y que se arrogan la potestad de restañarlo, si no son capaces de salir a la calle a entregar un vaso de agua, atorados como están en descifrar el mapa de sus prebendas y la ruta más fácil de acceso a los cofres de la barriada, delegación o municipio. Tejido social es el que salió a remover escombros y rescatar vidas entre derrumbes.

4.- Tejido social es el apretado enjambre de manos que se entrelazan para entregar una cobija, para ofrecer un plato de comida, para regalar un abrazo y una sonrisa que mitiga la pena, para dar un café caliente al rescatista que se parte en dos para encontrar la vida, para recuperar un cuerpo. Vaya que sirven las tragedias para recordar que el carácter y el ideal que nos identifica reclaman gallardía, valor y valentía que en los dirigentes reivindique la templanza. Bienvenida la ocasión de alinear el metrónomo para calar la alteza de miras, la vocación de servicio, la humildad en la sabiduría, y la capacidad de acrecerse a la estatura de la sociedad mexicana, de quienes pretenden gobernarla el próximo año.

5.- Si es con estremecimientos que la tierra nos despierta del letargo de civilidad; si es con estertores que sacude nuestra noción de vida en común, de solidaridad y de apasionada voluntad de progreso en libertad, todos y a tiempo, tomémosle la palabra al cataclismo, aprendamos de la calamidad para tomarnos del brazo, enjugar las lágrimas y andar juntos. Mejor y más valioso provecho si en el camino optamos por unos gobernantes a la altura, cuando menos, de ese fulgurante designio que queremos afianzar, y que nos colme de orgullo como ver a nuestros hijos dispararse al rescate de la vida, que es la suya y que es la nuestra propia.

6.- De 1985 México supo aprender la lección, y los mexicanos superamos taras y arrojamos lastres que estorbaban la intención. La de hoy puede ser ocasión de actualizar parámetros, echar lo que no sirve y bruñir ese valor prodigioso de la unidad en que nos abrazamos a un solo puño de silencio.

 

camilo@kawage.com

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