/ domingo 26 de diciembre de 2021

El mayor obstáculo a superar en 2022

Twitter: @cons_gentil

Los últimos dos años han presentado una época muy retadora para la humanidad. La pandemia de COVID-19, un reto que seguimos sin poder superar, hizo más visibles otros problemas que tenemos como sociedad. Y de todos ellos, uno de los principales es la creciente dificultad del ser humano para tolerar convivir con ideas y opiniones distintas a las suyas. Considero que este es uno de los retos más significativos pues hace que todos los demás sean más complicados.

Más allá de los múltiples obstáculos que existen para que diferentes colectivos logren encontrar soluciones constructivas a los problemas, existen distintos fenómenos intrínsecos de los seres humanos a nivel individual que hacen que esto sea más difícil. Uno de ellos es el razonamiento motivado. Este fenómeno de la psicología social permite que, al procesar una idea, las personas busquen confirmación de aquello que desean creer y al mismo tiempo encuentren argumentos en contra de lo que no quieren creer. Esencialmente se refiere a una tendencia que provoca que los argumentos a favor de aquello que queremos creer sean más fuertes que aquellos a favor de lo que no queremos creer.

Este fenómeno, aunado a la tendencia ideológica y moral que acompaña las tendencias políticas y propuestas de los candidatos, dificulta aún más el llegar a un acuerdo productivo con personas que piensan diferente a nosotros ya que, además de no compartir su punto de vista, creemos que existe una importante justificación ideológica y moral para defender el nuestro. Que a su vez la otra persona también experimenta.

Probablemente esto nos ha sucedido a muchos, incluso con personas cercanas como miembros de nuestra familia o amigos. De repente tenemos una discusión acalorada con diferentes posturas políticas que terminamos defendiendo como si se tratara, irónicamente, de nosotros mismos o de nuestra propia familia. Y muchas veces estas discusiones pueden crear divisiones severas en nuestras relaciones al defender posturas que una entidad lejana a nosotros instituyó, pero que terminó teniendo un efecto tangible en nuestro núcleo personal.

Un ejemplo de esto es que, en un editorial publicado por el New York Times, Charles M. Blow menciona que la siguiente Guerra Civil en Estados Unidos no dejará miles de soldados muertos en combate, sino que será el tipo que se combatirá en tribunales, cámaras estatales y urnas, en lugar de en los campos de batalla.

De alguna manera, el futuro de la humanidad depende de nuestra voluntad de ponernos de acuerdo sobre los grandes problemas que nos aquejan. Depende de que las instituciones dejen de politizar situaciones que nos amenazan a todos por igual, y que a su vez nosotros construyamos un criterio sólido para poder analizar los problemas más allá de la politización que los rodea. Y todas ellas también dependen de fomentar el hábito de escuchar opiniones diferentes a las nuestras, y poder dialogar pacíficamente con ellas. A pesar de nuestras inherentes limitaciones para hacerlo, es importante saber que uno de los actores más importantes de la política es el ciudadano. Y el ciudadano, a final de cuentas, es una persona; una persona que, probablemente, ve su bienestar y el de su familia como los fines más importantes de su vida, y que la totalidad de sus acciones de día a día no son actos políticos e ideológicos. Y creo que eso, al final del día, quizá es algo en lo que la mayoría podemos acordar. Ese es nuestro verdadero fin en común, y todavía podemos intentar alcanzarlo.

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Los últimos dos años han presentado una época muy retadora para la humanidad. La pandemia de COVID-19, un reto que seguimos sin poder superar, hizo más visibles otros problemas que tenemos como sociedad. Y de todos ellos, uno de los principales es la creciente dificultad del ser humano para tolerar convivir con ideas y opiniones distintas a las suyas. Considero que este es uno de los retos más significativos pues hace que todos los demás sean más complicados.

Más allá de los múltiples obstáculos que existen para que diferentes colectivos logren encontrar soluciones constructivas a los problemas, existen distintos fenómenos intrínsecos de los seres humanos a nivel individual que hacen que esto sea más difícil. Uno de ellos es el razonamiento motivado. Este fenómeno de la psicología social permite que, al procesar una idea, las personas busquen confirmación de aquello que desean creer y al mismo tiempo encuentren argumentos en contra de lo que no quieren creer. Esencialmente se refiere a una tendencia que provoca que los argumentos a favor de aquello que queremos creer sean más fuertes que aquellos a favor de lo que no queremos creer.

Este fenómeno, aunado a la tendencia ideológica y moral que acompaña las tendencias políticas y propuestas de los candidatos, dificulta aún más el llegar a un acuerdo productivo con personas que piensan diferente a nosotros ya que, además de no compartir su punto de vista, creemos que existe una importante justificación ideológica y moral para defender el nuestro. Que a su vez la otra persona también experimenta.

Probablemente esto nos ha sucedido a muchos, incluso con personas cercanas como miembros de nuestra familia o amigos. De repente tenemos una discusión acalorada con diferentes posturas políticas que terminamos defendiendo como si se tratara, irónicamente, de nosotros mismos o de nuestra propia familia. Y muchas veces estas discusiones pueden crear divisiones severas en nuestras relaciones al defender posturas que una entidad lejana a nosotros instituyó, pero que terminó teniendo un efecto tangible en nuestro núcleo personal.

Un ejemplo de esto es que, en un editorial publicado por el New York Times, Charles M. Blow menciona que la siguiente Guerra Civil en Estados Unidos no dejará miles de soldados muertos en combate, sino que será el tipo que se combatirá en tribunales, cámaras estatales y urnas, en lugar de en los campos de batalla.

De alguna manera, el futuro de la humanidad depende de nuestra voluntad de ponernos de acuerdo sobre los grandes problemas que nos aquejan. Depende de que las instituciones dejen de politizar situaciones que nos amenazan a todos por igual, y que a su vez nosotros construyamos un criterio sólido para poder analizar los problemas más allá de la politización que los rodea. Y todas ellas también dependen de fomentar el hábito de escuchar opiniones diferentes a las nuestras, y poder dialogar pacíficamente con ellas. A pesar de nuestras inherentes limitaciones para hacerlo, es importante saber que uno de los actores más importantes de la política es el ciudadano. Y el ciudadano, a final de cuentas, es una persona; una persona que, probablemente, ve su bienestar y el de su familia como los fines más importantes de su vida, y que la totalidad de sus acciones de día a día no son actos políticos e ideológicos. Y creo que eso, al final del día, quizá es algo en lo que la mayoría podemos acordar. Ese es nuestro verdadero fin en común, y todavía podemos intentar alcanzarlo.