/ domingo 23 de enero de 2022

El Ministerio de Catequista

MIRAR

El próximo domingo, III del Tiempo Ordinario, por iniciativa del Papa Francisco, en toda la Iglesia se celebra el Domingo de la Palabra, con el objetivo de que la comunidad eclesial valore más la importancia de la Sagrada Escritura en la vida cristiana. Con tal motivo, en la basílica de San Pedro en Roma, el Papa conferirá el Ministerio de Catequista a varias personas de diversas partes del mundo, también a mujeres. No falta quien vea en esto un pasito para el sacerdocio femenino. Nada de eso. Es un reconocimiento a un servicio evangelizador que siempre han desarrollado muchos laicos y laicas, y una misión que la Iglesia les confía y confirma.

Yo soy hijo de un catequista, un campesino que apenas sabía leer y escribir, pues en aquel tiempo no había escuela en el pueblito. El párroco iba muy de cuando en cuando a celebrar Misa. Mi papá llevaba, sobre todo para las fiestas y los “primeros viernes”, a un sacerdote español, misionero pasionista, para las confesiones, la Misa y la atención a los enfermos. La evangelización y catequesis eran sostenidas por mi padre, educado para ello por mi abuela Rosa. Dos tías solteras se encargaban de nosotros los niños, con la catequesis semanal tradicional, para prepararnos a la Primera Comunión. Mi padre pertenecía a la Acción Católica y frecuentaba los cursos que allí se impartían, para capacitarse. Los domingos, presidía a la comunidad celebrando lo que llamaban “Misa de los campesinos”, sin sacerdote. Se hacía todo como en una Misa normal, con oraciones y lecturas bíblicas, sin consagración ni comunión. Como mi padre no leía muy bien, pedía que alguien proclamara las lecturas y él hacia la explicación, equivalente a una homilía, con aceptación cordial de la comunidad. Daba también temas semanales a jóvenes varones, a muchachas, a señoras y señores de la Acción Católica, para su formación cristiana. Cuando llegó el primer obispo de nuestra nueva diócesis y se nombró al primer párroco, el obispo decía que mi pueblo estaba mejor atendido por mi papá, que por el sacerdote… Así nació y creció mi vocación sacerdotal. De esto, hace ya más de 70 años.


El servicio de las y los catequistas ha sido fundamental en la conservación de la fe en nuestras comunidades. Ahora se le reconoce como un ministerio con un rito litúrgico, pero su importancia siempre ha sido notable.

En mi anterior diócesis, con un poco más de un centenar de sacerdotes y unas doscientas religiosas, se cuenta con el servicio de unos 6,000 catequistas varones para las comunidades dispersas, más unas 2,000 mujeres para los niños en los centros urbanos. Como se deben recorrer montañas y lugares distantes, son varones quienes dan este servicio.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en su Motu Proprio titulado Antiquum ministerium, dice: “Muchos catequistas capaces y constantes están al frente de comunidades en diversas regiones y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe” (3). “Es necesario reconocer la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis” (5).

ACTUAR

Recordemos a nuestros catequistas y seamos agradecidos. Oremos al Espíritu Santo para que dé este carisma a muchos laicos y laicas, y encuentren su vocación en este ministerio, tan esencial a la vida cristiana de las comunidades. Religiosas, sacerdotes y obispos, descubramos esta vocación en nuestros agentes pastorales y animémonos a confiar en su servicio.

MIRAR

El próximo domingo, III del Tiempo Ordinario, por iniciativa del Papa Francisco, en toda la Iglesia se celebra el Domingo de la Palabra, con el objetivo de que la comunidad eclesial valore más la importancia de la Sagrada Escritura en la vida cristiana. Con tal motivo, en la basílica de San Pedro en Roma, el Papa conferirá el Ministerio de Catequista a varias personas de diversas partes del mundo, también a mujeres. No falta quien vea en esto un pasito para el sacerdocio femenino. Nada de eso. Es un reconocimiento a un servicio evangelizador que siempre han desarrollado muchos laicos y laicas, y una misión que la Iglesia les confía y confirma.

Yo soy hijo de un catequista, un campesino que apenas sabía leer y escribir, pues en aquel tiempo no había escuela en el pueblito. El párroco iba muy de cuando en cuando a celebrar Misa. Mi papá llevaba, sobre todo para las fiestas y los “primeros viernes”, a un sacerdote español, misionero pasionista, para las confesiones, la Misa y la atención a los enfermos. La evangelización y catequesis eran sostenidas por mi padre, educado para ello por mi abuela Rosa. Dos tías solteras se encargaban de nosotros los niños, con la catequesis semanal tradicional, para prepararnos a la Primera Comunión. Mi padre pertenecía a la Acción Católica y frecuentaba los cursos que allí se impartían, para capacitarse. Los domingos, presidía a la comunidad celebrando lo que llamaban “Misa de los campesinos”, sin sacerdote. Se hacía todo como en una Misa normal, con oraciones y lecturas bíblicas, sin consagración ni comunión. Como mi padre no leía muy bien, pedía que alguien proclamara las lecturas y él hacia la explicación, equivalente a una homilía, con aceptación cordial de la comunidad. Daba también temas semanales a jóvenes varones, a muchachas, a señoras y señores de la Acción Católica, para su formación cristiana. Cuando llegó el primer obispo de nuestra nueva diócesis y se nombró al primer párroco, el obispo decía que mi pueblo estaba mejor atendido por mi papá, que por el sacerdote… Así nació y creció mi vocación sacerdotal. De esto, hace ya más de 70 años.


El servicio de las y los catequistas ha sido fundamental en la conservación de la fe en nuestras comunidades. Ahora se le reconoce como un ministerio con un rito litúrgico, pero su importancia siempre ha sido notable.

En mi anterior diócesis, con un poco más de un centenar de sacerdotes y unas doscientas religiosas, se cuenta con el servicio de unos 6,000 catequistas varones para las comunidades dispersas, más unas 2,000 mujeres para los niños en los centros urbanos. Como se deben recorrer montañas y lugares distantes, son varones quienes dan este servicio.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en su Motu Proprio titulado Antiquum ministerium, dice: “Muchos catequistas capaces y constantes están al frente de comunidades en diversas regiones y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y profundización de la fe” (3). “Es necesario reconocer la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten llamados a colaborar en el servicio de la catequesis” (5).

ACTUAR

Recordemos a nuestros catequistas y seamos agradecidos. Oremos al Espíritu Santo para que dé este carisma a muchos laicos y laicas, y encuentren su vocación en este ministerio, tan esencial a la vida cristiana de las comunidades. Religiosas, sacerdotes y obispos, descubramos esta vocación en nuestros agentes pastorales y animémonos a confiar en su servicio.