/ jueves 20 de diciembre de 2018

El monstruoso desenlace del conservadurismo

Las elecciones intermedias fueron, en gran medida, un referendo para la Ley de Atención Médica Asequible; la atención médica, no Donald Trump, dominó la campaña demócrata. Fueron los electores quienes pronunciaron un veredicto claro: quieren que continúen los logros del Obamacare, la forma en que expandió la cobertura a casi 20 millones de personas que de otro modo no habrían estado aseguradas.

El viernes Reed O’Connor, un juez que se denomina republicano conocido por usar el poder judicial “como arma”, declaró que la Ley de Atención Médica Asequible en su totalidad -la protección de enfermedades preexistentes, los subsidios para ayudar a las familias a costear la cobertura y la expansión médica- era inconstitucional. Los expertos jurídicos de derecha e izquierda menospreciaron su razonamiento y describieron su dictamen como “activismo político puro”. Es probable que ese dictamen no sea sustentado por tribunales superiores.

Sin embargo, no podemos tener plena seguridad de que este sabotaje se revertirá. El abuso de poder de O’Connor puede ser inusualmente descarnado, pero ese tipo de comportamiento se está volviendo cada vez más común. Y no sólo se da en materia de la atención médica ni tampoco en los tribunales. Lo que Nancy Pelosi denominó el “monstruoso desenlace” de la agresión de los republicanos hacia los servicios médicos es apenas el primer atisbo de un ataque desde múltiples frentes, a medida que el Partido Republicano trata de anular la voluntad de los electores y socavar la democracia en general.

Lo que estamos viendo en Estados Unidos -que en realidad hemos estado viendo desde hace años, si bien buena parte de los medios noticiosos y la clase política dirigente se ha negado a reconocerlo- es la invasión de nuestras instituciones por parte de partidistas de derecha que son leales al partido, no a los principios. Esta invasión está corroyendo a la república y esa corrosión ya está muy avanzada.

Pero esto no sucede sólo en los tribunales. En la política vemos también cómo los fieles al partido toman el control. ¿Recuerdan cuando se suponía que la función del Senado era “asesorar y dar consentimiento”? Bajo el control republicano se limita a dar consentimiento sin más ni más. Literalmente nada de lo que Trump haga, incluso la evidencia clara de corrupción y criminalidad, inducirá a los senadores de su partido a ejercer algún tipo de supervisión.

Entonces, ¿cómo responden las personas que piensan y se comportan de esta manera cuando el pueblo rechaza su agenda? Intentan usar su poder para anular el proceso democrático.

Como advirtió David Frum, autor de “Trumpocracy”, hace un año: “Si los conservadores se convencen de que no pueden ganar de manera democrática, no abandonarán el conservadurismo. Rechazarán la democracia”. Eso está ocurriendo en este preciso momento.

Así que Pelosi tenía razón sobre que el dictamen de Reed O’Connor era un síntoma de un “desenlace monstruoso”, pero el juego en cuestión no solo tiene que ver con perpetuar el ataque a los servicios médicos, sino con un ataque a la democracia en general. El actual estado del desenlace probablemente sea sólo el comienzo; me temo que lo peor está por venir.

Las elecciones intermedias fueron, en gran medida, un referendo para la Ley de Atención Médica Asequible; la atención médica, no Donald Trump, dominó la campaña demócrata. Fueron los electores quienes pronunciaron un veredicto claro: quieren que continúen los logros del Obamacare, la forma en que expandió la cobertura a casi 20 millones de personas que de otro modo no habrían estado aseguradas.

El viernes Reed O’Connor, un juez que se denomina republicano conocido por usar el poder judicial “como arma”, declaró que la Ley de Atención Médica Asequible en su totalidad -la protección de enfermedades preexistentes, los subsidios para ayudar a las familias a costear la cobertura y la expansión médica- era inconstitucional. Los expertos jurídicos de derecha e izquierda menospreciaron su razonamiento y describieron su dictamen como “activismo político puro”. Es probable que ese dictamen no sea sustentado por tribunales superiores.

Sin embargo, no podemos tener plena seguridad de que este sabotaje se revertirá. El abuso de poder de O’Connor puede ser inusualmente descarnado, pero ese tipo de comportamiento se está volviendo cada vez más común. Y no sólo se da en materia de la atención médica ni tampoco en los tribunales. Lo que Nancy Pelosi denominó el “monstruoso desenlace” de la agresión de los republicanos hacia los servicios médicos es apenas el primer atisbo de un ataque desde múltiples frentes, a medida que el Partido Republicano trata de anular la voluntad de los electores y socavar la democracia en general.

Lo que estamos viendo en Estados Unidos -que en realidad hemos estado viendo desde hace años, si bien buena parte de los medios noticiosos y la clase política dirigente se ha negado a reconocerlo- es la invasión de nuestras instituciones por parte de partidistas de derecha que son leales al partido, no a los principios. Esta invasión está corroyendo a la república y esa corrosión ya está muy avanzada.

Pero esto no sucede sólo en los tribunales. En la política vemos también cómo los fieles al partido toman el control. ¿Recuerdan cuando se suponía que la función del Senado era “asesorar y dar consentimiento”? Bajo el control republicano se limita a dar consentimiento sin más ni más. Literalmente nada de lo que Trump haga, incluso la evidencia clara de corrupción y criminalidad, inducirá a los senadores de su partido a ejercer algún tipo de supervisión.

Entonces, ¿cómo responden las personas que piensan y se comportan de esta manera cuando el pueblo rechaza su agenda? Intentan usar su poder para anular el proceso democrático.

Como advirtió David Frum, autor de “Trumpocracy”, hace un año: “Si los conservadores se convencen de que no pueden ganar de manera democrática, no abandonarán el conservadurismo. Rechazarán la democracia”. Eso está ocurriendo en este preciso momento.

Así que Pelosi tenía razón sobre que el dictamen de Reed O’Connor era un síntoma de un “desenlace monstruoso”, pero el juego en cuestión no solo tiene que ver con perpetuar el ataque a los servicios médicos, sino con un ataque a la democracia en general. El actual estado del desenlace probablemente sea sólo el comienzo; me temo que lo peor está por venir.