/ martes 3 de octubre de 2017

El mundo tiene que cambiar

El mundo amaneció de luto tras dos noticias, una en Europa y otra en América, que muestran dos caras de la violencia. Por una parte, en España las fuerzas de seguridad, Policía Nacional y Guardia Civil, reprimieron a miles de catalanes que buscaban la autodeterminación de Cataluña a través de un referéndum. Del otro lado del mundo, ya de madrugada, un hombre de 64 años abrió fuego contra una multitud que asistía a un concierto de música country en Las Vegas. En el primero caso, más de 800 heridos producto de la violencia estatal. En el segundo, cuando menos 50 muertos y más de 400 heridos producto de la demencia de un hombre.

Ambas noticias no se parecen nada o se parecen todo. En Cataluña, Mariano Rajoy decidió “cuidar” la constitucionalidad arremetiendo contra población civil que ejercía su derecho al voto. Rajoy privilegió la fuerza del Estado por encima de la política y la negociación. En Las Vegas, la absoluta libertad para comprar, poseer y portar armas provocó la mayor tragedia de este tipo en aquel país. Pudo más la libertad de una supuesta “autoprotección” que el derecho a la vida de cuando menos 50 personas. El Estado, ese ente amorfo e invisible encargado de proteger a sus integrantes a través de gobierno y leyes, falló en ambos casos y la violencia extrema fue la muestra de ello.

El mundo tiene que cambiar. Las sociedades de todas las naciones tienen que cambiar. Los gobiernos de los distintos países tienen que cambiar. El mundo no puede ser el mismo cuando la seguridad y vida de sus habitantes se encuentran sometidas a lo que una persona pueda determinar, ya sea por un formalismo legaloide y constitucional ante el fracaso de la política o bien por la demencia de un sujeto al que se le dio la posibilidad de poseer armamento suficiente para acabar con la vida de medio centenar de personas que lo único que hacían era divertirse en un concierto de música country.

No es normal un mundo en el que la violencia aflore de la manera en que lo hizo este fin de semana. No es normal pretender proteger la soberanía interna cargando contra civiles cuya arma era una papeleta. No es normal descargar miles de tiros contra una multitud por evidentes problemas mentales que nunca fueron atendidos. Es momento de buscar, de una vez y para siempre, una normalidad en la que la paz, el respeto a la vida y el diálogo sean las premisas del entendimiento. Esto que parecería una verdad de Perogrullo, desafortunadamente no lo es.

En México y en todos los países valdría la pena reflexionar sobre lo sucedido. ¿Qué tan grande puede ser el temor a la evidente incapacidad política que lleva a un jefe de gobierno a aporrear a miles de votantes que lo que buscaban era independencia? ¿Qué tan indiferente es una sociedad que no detecta ni atiende a una persona enferma de odio, rencor y resentimiento, al punto de emprender una masacre de dimensiones nunca antes vistas? ¿Qué tan lejos estamos de convertirnos en un Estado que entrona como presidente a un enemigo de la democracia? ¿Qué tan lejos estamos de convertirnos en una sociedad cuya indolencia decide ignorar a un enemigo de la vida? El mundo tiene que cambiar. Todos debemos de cambiar.

@JoaquinNarro

El mundo amaneció de luto tras dos noticias, una en Europa y otra en América, que muestran dos caras de la violencia. Por una parte, en España las fuerzas de seguridad, Policía Nacional y Guardia Civil, reprimieron a miles de catalanes que buscaban la autodeterminación de Cataluña a través de un referéndum. Del otro lado del mundo, ya de madrugada, un hombre de 64 años abrió fuego contra una multitud que asistía a un concierto de música country en Las Vegas. En el primero caso, más de 800 heridos producto de la violencia estatal. En el segundo, cuando menos 50 muertos y más de 400 heridos producto de la demencia de un hombre.

Ambas noticias no se parecen nada o se parecen todo. En Cataluña, Mariano Rajoy decidió “cuidar” la constitucionalidad arremetiendo contra población civil que ejercía su derecho al voto. Rajoy privilegió la fuerza del Estado por encima de la política y la negociación. En Las Vegas, la absoluta libertad para comprar, poseer y portar armas provocó la mayor tragedia de este tipo en aquel país. Pudo más la libertad de una supuesta “autoprotección” que el derecho a la vida de cuando menos 50 personas. El Estado, ese ente amorfo e invisible encargado de proteger a sus integrantes a través de gobierno y leyes, falló en ambos casos y la violencia extrema fue la muestra de ello.

El mundo tiene que cambiar. Las sociedades de todas las naciones tienen que cambiar. Los gobiernos de los distintos países tienen que cambiar. El mundo no puede ser el mismo cuando la seguridad y vida de sus habitantes se encuentran sometidas a lo que una persona pueda determinar, ya sea por un formalismo legaloide y constitucional ante el fracaso de la política o bien por la demencia de un sujeto al que se le dio la posibilidad de poseer armamento suficiente para acabar con la vida de medio centenar de personas que lo único que hacían era divertirse en un concierto de música country.

No es normal un mundo en el que la violencia aflore de la manera en que lo hizo este fin de semana. No es normal pretender proteger la soberanía interna cargando contra civiles cuya arma era una papeleta. No es normal descargar miles de tiros contra una multitud por evidentes problemas mentales que nunca fueron atendidos. Es momento de buscar, de una vez y para siempre, una normalidad en la que la paz, el respeto a la vida y el diálogo sean las premisas del entendimiento. Esto que parecería una verdad de Perogrullo, desafortunadamente no lo es.

En México y en todos los países valdría la pena reflexionar sobre lo sucedido. ¿Qué tan grande puede ser el temor a la evidente incapacidad política que lleva a un jefe de gobierno a aporrear a miles de votantes que lo que buscaban era independencia? ¿Qué tan indiferente es una sociedad que no detecta ni atiende a una persona enferma de odio, rencor y resentimiento, al punto de emprender una masacre de dimensiones nunca antes vistas? ¿Qué tan lejos estamos de convertirnos en un Estado que entrona como presidente a un enemigo de la democracia? ¿Qué tan lejos estamos de convertirnos en una sociedad cuya indolencia decide ignorar a un enemigo de la vida? El mundo tiene que cambiar. Todos debemos de cambiar.

@JoaquinNarro