Los últimos testimonios de diversos narcotraficantes y la criminalidad de la corrupción que ha encontrado el gobierno de López Obrador nos muestran por qué la necesidad de una Cuarta Transformación. Más allá de si las declaraciones son ciertas o no, sí reflejan algo que pareciera obvio a los mexicanos: el narcotráfico creció bajo el cobijo de la corrupción.
Las declaraciones dan visibilidad a algo que todo el mundo sabía, que hay sobornos. Al final no conocemos quién efectivamente los recibió, pero sobornos hubo y no parece tan descabellado. El gobierno de México se convirtió en el empoderamiento de los peores. Una generación de secretarios de Estado, como Gerardo Ruiz Esparza, y gobernadores como el de Veracruz, Javier Duarte; Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, de Tamaulipas; y otros exmandatarios que enfrentaron proceso en libertad como Luis Armando Reynoso, de Aguascalientes; y Rodrigo Medina, de Nuevo León.
Esta generación hizo de México una cacocracia y un narcoestado. Se creó un círculo vicioso y de devastación de delitos electorales donde el dinero de la podredumbre compró conciencias y despensas. Consultores electorales “fifí” y una costosísima operación electoral que abonó y resultó en gobiernos cuyo único compromiso fue la servidumbre a los intereses. Narcotraficantes, constructoras y prevaricadores han sido los principales decisores del país. Una raza rapaz y antipatriótica que saqueó a México. Este narcoestado demolió las instituciones y dañó con profundidad al país. Por eso es tan sensata y conveniente la propuesta del presidente López Obrador de construir una nueva institución de seguridad como es la Guardia Nacional e iniciar el combate a la delincuencia a partir del combate a la corrupción.
Es una medida fuerte pero es la única forma de rescatar al Estado mexicano en esta situación de desesperación y tierras baldías que dejó el príncipe de las catástrofes y la frivolidad.
La Guardia Nacional no es militarizar, es utilizar los pocos elementos que tiene el Estado Mexicano para enfrentar la emergencia nacional. Sólo a través de la suma de activos en un modelo renovado con respeto a la Constitución y con un mando y responsabilidad únicos se podrán limitar los daños. Hay que decirlo: el presidente López Obrador con esta estrategia actúa con riesgo y valentía ya que asume personalmente la responsabilidad de la mejora de las condiciones de paz y seguridad.
El hecho importante es que hoy tenemos lo que no se tuvo en seis años: una estrategia clara con una responsabilidad directa sobre cómo pacificar al país en la legalidad. Sin duda hoy estamos en mejores manos.
@LuisHFernandez