/ jueves 27 de diciembre de 2018

El nuevo paradigma del acuerdo T-MEC

Las negociaciones comerciales con EU y Canadá terminaron con un cierre de fotografía y una negociación compleja, no en el contexto del libre comercio, sino en el del binomio neoproteccionismo/ seguridad nacional.

El fin del TLCAN se consumó con la preparación de los textos definitivos del acuerdo, su debida traducción en castellano, inglés y francés y su firma en Argentina en una Cumbre de América del Norte previa a la reunión del G20.

El acuerdo posibilita el desarrollo comercial, garantiza inversiones en los tres países y corrige fallas de mercado en algunos sectores protegidos y subsidiados como el energético y algunas agroindustrias como la del maíz y los lácteos.

Los negocios basados en tecnología, innovación y conocimientos intensivos serán beneficiados en el contexto de la propiedad industrial y la protección de inversiones.

El sector de servicios, y en especial el de telecomunicaciones, entrará en una nueva fase de integración y seguridad estratégica que favorece más a EEUU que a sus socios comerciales, debido a su liderazgo e innovación en la economía digital.

Algo que se debe destacar en este acuerdo comercial, es que sí plantea -como en su versión previa- algunas condicionantes para México y Canadá, así como adaptaciones legislativas en materia de derechos laborales, eliminación de subsidios y ajustes comerciales.

Los anexos sectoriales servirán para administrar el acuerdo comercial que permitirán una mejor competencia y además normalizar o regular los flujos comerciales para evitar abultados déficits, distorsiones de mercado y escenarios especulativos en materia de alimentos que satisfacen a los tres países y no dejan tan mal parados a las industrias más vulnerables.

Sin duda, la modernización del TLCAN no sólo es un cambio de siglas, sino un cambio de paradigma que deja atrás el libre comercio a ultranza que caracterizó la ideología comercial de EU por dos siglos, a un comercio regulado y administrado que tiende a promover menos restricciones arancelarias, tarifas, cupos y otros obstáculos al comercio, pero a la vez mecanismos de protección de mercados, inversiones y empleos.

Algunos aspectos de cooperación prevalecen en materia de medio ambiente y se perfila un nuevo espacio trilateral en el caso de PYMES que permitirá estrechar cooperación técnica con inclusión, dados los avances notables de EU y Canadá en esta materia.

Para los participantes mexicanos en la negociación, en especial del sector privado, los temas de la “agenda interna” se magnificaron.

La denominada “agenda interna” en el proceso de negociación se refiere al cúmulo de asuntos, situaciones, cuellos de botella, problemáticas arraigadas y aspectos estructurales de la economía mexicana, que combinados, hacen realmente difícil el desempeño empresarial, sectorial y regional.

Efectivamente, hacia el final del sexenio brotaron múltiples asuntos no resueltos, eludidos o pospuestos que minan la competitividad de México y que inhiben el desarrollo empresarial en plenitud para alcanzar mejores niveles de inversión, generación de empleos y redistribución del ingreso.

En este contexto, el fortalecimiento del Estado de Derecho es una de las principales preocupaciones del sector privado, las ONG y algunos analistas especializados en derecho, sociología y ciencia política. La complejidad del marco normativo, la corrupción, el conflicto de interés, la impunidad, entre otros, son la expresión del deterioro de la legalidad en el país.

Los detalles del T-MEC se irán conociendo poco a poco y su socialización será estratégica. A pesar de los claroscuros de lo negociado y sus alcances, lo cierto es que uno de los principales signos de vulnerabilidad e incertidumbre de nuestras economías se disipa en el escenario global para el 2019, aunque aún en EU existen reticencias con la configuración del nuevo Congreso de perfil demócrata.

Para la Agenda Interna de México derivada del T-MEC, lo prioritario es la confección de la nueva política industrial que se requiere en este contexto neoproteccionista, para consolidar la oferta interna, la innovación, la reconversión tecnológica y la competitividad en una cancha más que dispareja.

Vicepresidente de Canacintra

Las negociaciones comerciales con EU y Canadá terminaron con un cierre de fotografía y una negociación compleja, no en el contexto del libre comercio, sino en el del binomio neoproteccionismo/ seguridad nacional.

El fin del TLCAN se consumó con la preparación de los textos definitivos del acuerdo, su debida traducción en castellano, inglés y francés y su firma en Argentina en una Cumbre de América del Norte previa a la reunión del G20.

El acuerdo posibilita el desarrollo comercial, garantiza inversiones en los tres países y corrige fallas de mercado en algunos sectores protegidos y subsidiados como el energético y algunas agroindustrias como la del maíz y los lácteos.

Los negocios basados en tecnología, innovación y conocimientos intensivos serán beneficiados en el contexto de la propiedad industrial y la protección de inversiones.

El sector de servicios, y en especial el de telecomunicaciones, entrará en una nueva fase de integración y seguridad estratégica que favorece más a EEUU que a sus socios comerciales, debido a su liderazgo e innovación en la economía digital.

Algo que se debe destacar en este acuerdo comercial, es que sí plantea -como en su versión previa- algunas condicionantes para México y Canadá, así como adaptaciones legislativas en materia de derechos laborales, eliminación de subsidios y ajustes comerciales.

Los anexos sectoriales servirán para administrar el acuerdo comercial que permitirán una mejor competencia y además normalizar o regular los flujos comerciales para evitar abultados déficits, distorsiones de mercado y escenarios especulativos en materia de alimentos que satisfacen a los tres países y no dejan tan mal parados a las industrias más vulnerables.

Sin duda, la modernización del TLCAN no sólo es un cambio de siglas, sino un cambio de paradigma que deja atrás el libre comercio a ultranza que caracterizó la ideología comercial de EU por dos siglos, a un comercio regulado y administrado que tiende a promover menos restricciones arancelarias, tarifas, cupos y otros obstáculos al comercio, pero a la vez mecanismos de protección de mercados, inversiones y empleos.

Algunos aspectos de cooperación prevalecen en materia de medio ambiente y se perfila un nuevo espacio trilateral en el caso de PYMES que permitirá estrechar cooperación técnica con inclusión, dados los avances notables de EU y Canadá en esta materia.

Para los participantes mexicanos en la negociación, en especial del sector privado, los temas de la “agenda interna” se magnificaron.

La denominada “agenda interna” en el proceso de negociación se refiere al cúmulo de asuntos, situaciones, cuellos de botella, problemáticas arraigadas y aspectos estructurales de la economía mexicana, que combinados, hacen realmente difícil el desempeño empresarial, sectorial y regional.

Efectivamente, hacia el final del sexenio brotaron múltiples asuntos no resueltos, eludidos o pospuestos que minan la competitividad de México y que inhiben el desarrollo empresarial en plenitud para alcanzar mejores niveles de inversión, generación de empleos y redistribución del ingreso.

En este contexto, el fortalecimiento del Estado de Derecho es una de las principales preocupaciones del sector privado, las ONG y algunos analistas especializados en derecho, sociología y ciencia política. La complejidad del marco normativo, la corrupción, el conflicto de interés, la impunidad, entre otros, son la expresión del deterioro de la legalidad en el país.

Los detalles del T-MEC se irán conociendo poco a poco y su socialización será estratégica. A pesar de los claroscuros de lo negociado y sus alcances, lo cierto es que uno de los principales signos de vulnerabilidad e incertidumbre de nuestras economías se disipa en el escenario global para el 2019, aunque aún en EU existen reticencias con la configuración del nuevo Congreso de perfil demócrata.

Para la Agenda Interna de México derivada del T-MEC, lo prioritario es la confección de la nueva política industrial que se requiere en este contexto neoproteccionista, para consolidar la oferta interna, la innovación, la reconversión tecnológica y la competitividad en una cancha más que dispareja.

Vicepresidente de Canacintra