Héctor Escalante
Andrés Manuel López Obrador ganó de manera abrumadora, no hay duda de que la mayoría de los votantes lo hicieron por él. Una enorme responsabilidad significa tener una votación tan abultada a su favor. Sin duda que su victoria ha provocado un enorme entusiasmo en todos los sectores. El Presidente Enrique Peña Nieto lo recibió al segundo día de la elecciónen Palacio Nacional, los empresarios le dieron la bienvenida con aplausos y abrazos,se reunió con los gobernadores de la Conago, todos ellos con enormes sonrisas,prontohabría una reunión con los candidatos perdedores y ya hubo una llamada con Donald Trump.
Las cosas se le están dando a Andrés Manuel, sin embargo lejos de pensar que vivimos tiempos de cambio, pareciera pormomentos una regresión al presidencialismo del PRI de los 70s, aese presidencialismo en dónde nadie podía negarle nada al señor presidente, ese presidencialismo dondetodo eran aplausos y ovaciones.
Es de claro oscuros la personalidad de López Obrador, como candidato y ahora como virtual presidente electo. Por un lado hay ideas en las que todos estamos de acuerdo, su feroz combate a la corrupción le da un apoyo social casi unánime, las ideas de ahorros en los gastos de gobiernoo elcombate a la pobreza nos invita a suscribir sus propuestasy apoyarlas sin reparo.
Pero al mismo tiempo representa a ese Presidente omnipotente que les dice que a hacer a los senadores de su partido, olvidándose de la división de poderes. Ese presidente que anuncia, quita y pone a un canciller aun cuando lo tendría que ratificar el senado. Ese presidente que ya da instruccionesaun sin tener una constancia deelecto, es una formalidad, pero en términos reales no es presidente electo aún.
Los suyossin argumentos para debatir, nadie le dice que no a López Obrador en Morena, nadie le dice que no al Presidente, así como pasaba en el siglo pasado. Hoy, incluso hasta algunos de los representantes de los medios de comunicación aplauden en sus conferencias de prensa. Nadie debería estár para aplaudirle al Presidente.
La oposición por su parte pasmada. El Partido Acción Nacional envuelto en una crisis de dimensiones mayúsculas, con un Ricardo Anaya incapaz de asumir su responsabilidad de la derrota, con su grupo de cercanos instalados en la comodidad del partido, sin posibilidad de soltar una autocrítica, menos de una renuncia masiva, al contrario, están agazapados, pensando que debería de haber elecciones y no renuncias. Es por ello que el PAN sufrió la peor derrota de la historia, porque lo controlan unos cuantos,no lo quieren dejar y lo hicieron muy mal.
El PRI por su parteperdido en su derrota, con un Presidente que se le ve distante, aun cuando faltan varios meses para concluir su mandato. Su gabinete a la espera de lo que haga su contrapartepropuesta por AMLO, el presidente del partido, Rene Juárez, quien entró para intentar salvar la campaña, aun sin lograr comprender qué pasó. José Antonio Meade aliviado de la carga que era llevar en la espalda al PRI consu números bajísimos de aprobación como apoyo en su campaña.
Largos meses de transición están por llegar, meses dónde el próximo Presidente tendrá momentos lucidos y de oscuridad, así como ha sido su personalidad durante tantos años. Veremos por momentos a un líder de una sola pieza, entendiendo lo que significa ganar pero en otros momentos veremos a un líder sin contrapesos, autoritario y necio. Nos toca esperar para saber quién de ellos nos va a gobernar.