/ jueves 26 de septiembre de 2024

El Observador / A ver qué pasa…

Ha sido la frase favorita de estos últimos meses. Como si el futuro del país dependiera de un volado, o de un capricho. Como si la endemoniada pandemia que condenó con sus atroces secuelas la educación de nuestros muchachos o la salud de nuestros ancianos, no fueran suficientes. “A ver qué pasa” es la respuesta que recibimos de los políticos y expertos, como si el futuro inmediato se hubiera convertido en un oscuro túnel, sin un maldito rayo de luz.

Ayer me harté de escucharlo una y otra vez durante toda la mañana. Era la conferencia anual de la calificadora Moody’s en la Ciudad de México, a la que asisten decenas de financieros, ejecutivos, analistas y funcionarios públicos. La necesidad de respuestas se respiraba en el ambiente. Quizá por eso mismo don Rogelio Ramírez de la O, el mismo mandamás de las finanzas del país, decidió no acudir. ¿Para qué? Quizá él tampoco tenía (tiene) respuestas.

Las preguntas se agolpaban sin encontrar contestaciones certeras de los expertos más allá de un “a ver qué pasa”. A ver qué pasa con la descomunal y creciente deuda de Pemex. Si acaso el gobierno la asume como suya haciendo cambios legales con el costo que eso conlleva para su propia reputación de cara a los inversionistas globales. O si el gobierno emite garantías para respaldarla, que es prácticamente lo mismo. Pero, a ver qué pasa con la petrolera que es botín de unos cuantos a expensas de millones (¡ya basta!).

A ver qué pasa con el crecimiento económico para los próximos años. Los expertos de Moody’s están más bien pesimistas y ven que México se enfila a un crecimiento mediocre menor al 2% para los próximos años. ¡Nada nuevo! Ni siquiera el tan cacareado y manoseado nearshoring es suficiente como para entusiasmarlos. Son muchos los nubarrones que se ciernen sobre nuestra atribulada economía como para abrigar la posibilidad de un crecimiento similar al de Perú o, mucho menos, al de Panamá. ¿Y si el gobierno de doña Claudia hace o tal cual cosa para crecer más? La respuesta es la misma: a ver qué pasa.

A ver qué pasa con el marco regulatorio y las inversiones en el futuro inmediato. Nadie sabe. Que si las leyes secundarias para implementar la reforma judicial paliarán en algo la paliza que los legisladores del oficialismo le pusieron al Poder Judicial y a la confianza de no pocos capitales de fuera. ¡Quién sabe! Que si se hace efectiva la desaparición de los órganos autónomos tendría graves efectos sobre el T-MEC y la inversión extranjera directa. Es muy posible, nos dicen, ¡pero a ver qué pasa!

Que es improbable que el déficit público se reduzca de 6% a 3% para 2025 con todos los gastos ya comprometidos por el gobierno actual y el que viene. Que si los apoyos a Pemex, las pensiones, el costo financiero de la deuda, en fin. En todo caso se alcanzaría un déficit de 4.5% del PIB, dijeron; pero a ver qué pasa. Que, con todo esto y más, la perspectiva de la calificación soberana de México que se revisará antes de fin de año está en el aire; pero ¿qué cree? A ver qué pasa. De la elegante Hacienda de los Morales, salí con más certezas que nunca de que el futuro inmediato del país es un volado. “Tú que has estado en las últimas crisis, ¿cómo estás viendo el panorama?”, me dijo un conocido. A ver qué pasa, le respondí.

Colofón

Una golondrina no hace verano; no pierdan de vista las tendencias en el empleo, en la industria y hasta en el comercio.

* Mensajes a esta vacilante columna enviarlos al correo: samuel@arenapublica.com


Ha sido la frase favorita de estos últimos meses. Como si el futuro del país dependiera de un volado, o de un capricho. Como si la endemoniada pandemia que condenó con sus atroces secuelas la educación de nuestros muchachos o la salud de nuestros ancianos, no fueran suficientes. “A ver qué pasa” es la respuesta que recibimos de los políticos y expertos, como si el futuro inmediato se hubiera convertido en un oscuro túnel, sin un maldito rayo de luz.

Ayer me harté de escucharlo una y otra vez durante toda la mañana. Era la conferencia anual de la calificadora Moody’s en la Ciudad de México, a la que asisten decenas de financieros, ejecutivos, analistas y funcionarios públicos. La necesidad de respuestas se respiraba en el ambiente. Quizá por eso mismo don Rogelio Ramírez de la O, el mismo mandamás de las finanzas del país, decidió no acudir. ¿Para qué? Quizá él tampoco tenía (tiene) respuestas.

Las preguntas se agolpaban sin encontrar contestaciones certeras de los expertos más allá de un “a ver qué pasa”. A ver qué pasa con la descomunal y creciente deuda de Pemex. Si acaso el gobierno la asume como suya haciendo cambios legales con el costo que eso conlleva para su propia reputación de cara a los inversionistas globales. O si el gobierno emite garantías para respaldarla, que es prácticamente lo mismo. Pero, a ver qué pasa con la petrolera que es botín de unos cuantos a expensas de millones (¡ya basta!).

A ver qué pasa con el crecimiento económico para los próximos años. Los expertos de Moody’s están más bien pesimistas y ven que México se enfila a un crecimiento mediocre menor al 2% para los próximos años. ¡Nada nuevo! Ni siquiera el tan cacareado y manoseado nearshoring es suficiente como para entusiasmarlos. Son muchos los nubarrones que se ciernen sobre nuestra atribulada economía como para abrigar la posibilidad de un crecimiento similar al de Perú o, mucho menos, al de Panamá. ¿Y si el gobierno de doña Claudia hace o tal cual cosa para crecer más? La respuesta es la misma: a ver qué pasa.

A ver qué pasa con el marco regulatorio y las inversiones en el futuro inmediato. Nadie sabe. Que si las leyes secundarias para implementar la reforma judicial paliarán en algo la paliza que los legisladores del oficialismo le pusieron al Poder Judicial y a la confianza de no pocos capitales de fuera. ¡Quién sabe! Que si se hace efectiva la desaparición de los órganos autónomos tendría graves efectos sobre el T-MEC y la inversión extranjera directa. Es muy posible, nos dicen, ¡pero a ver qué pasa!

Que es improbable que el déficit público se reduzca de 6% a 3% para 2025 con todos los gastos ya comprometidos por el gobierno actual y el que viene. Que si los apoyos a Pemex, las pensiones, el costo financiero de la deuda, en fin. En todo caso se alcanzaría un déficit de 4.5% del PIB, dijeron; pero a ver qué pasa. Que, con todo esto y más, la perspectiva de la calificación soberana de México que se revisará antes de fin de año está en el aire; pero ¿qué cree? A ver qué pasa. De la elegante Hacienda de los Morales, salí con más certezas que nunca de que el futuro inmediato del país es un volado. “Tú que has estado en las últimas crisis, ¿cómo estás viendo el panorama?”, me dijo un conocido. A ver qué pasa, le respondí.

Colofón

Una golondrina no hace verano; no pierdan de vista las tendencias en el empleo, en la industria y hasta en el comercio.

* Mensajes a esta vacilante columna enviarlos al correo: samuel@arenapublica.com