/ jueves 28 de junio de 2018

El país depende también de tí

VER

El próximo domingo 1 de julio es muy importante para el país, pues elegiremos al presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernadores y diputados locales en algunos Estados, y a muchos presidentes municipales.

Muchos ciudadanos desean que triunfe su candidato, porque esperan que su situación personal pueda mejorar. Se dejan impresionar por las propagandas y por los ofrecimientos que todos hacen, como si fueran dioses que todo lo pueden cambiar, o mesías redentores, en cuyas manos estaría la salvación del país. No se dan cuenta de que ni Dios, que es omnipotente, cambia todo, no porque no pueda, sino porque respeta nuestra libertad para seguir o no seguir sus planes, para trabajar o no por su Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Ni Jesucristo nos quita nuestra libertad para pecar, a pesar de que él sea perfecto en todo y haya vencido el pecado y la corrupción. Ni el Papa, que anhela que todos seamos santos, puede evitar que algunos creyentes vayamos por otros caminos. Ni el obispo, ni el párroco, ni el pastor protestante, a pesar de que luchen por la conversión evangélica de la comunidad, pueden evitar que algunos de sus integrantes sean corruptos, ladrones, asesinos, lobos con piel de oveja, narcos, mentirosos, infieles, etc. ¿Son más poderosos y eficientes los candidatos, los gobernantes, los políticos, que Dios? Claro que no. Aún más; ni los padres de familia pueden garantizar que sus hijos se portarán siempre bien, pues hay muchas influencias que los contaminan, a pesar de los consejos y las normas de casa. ¿Qué candidato puede garantizar que se va a acabar la corrupción y la maldad en el país? Ni que todos los mexicanos fuéramos sus muñequitos a quienes pueden mover a su gusto.

Hay que ser realistas y no hacerse ilusiones. No olvidemos procesos electorales de otros años. La corrupción, la violencia, la inseguridad se cuelan por todas partes, y su eliminación no depende sólo de un proyecto político. Tu familia, tu municipio, tu Estado, tu país, dependen también de ti, y no sólo de quien gane una elección en cualquier nivel. Si tú no cambias, tu alrededor inmediato no cambia. Si tú no trabajas, tu situación no va a mejorar. Si cada quien asumimos nuestra responsabilidad, las cosas pueden cambiar.

PENSAR

El Consejo de Presidencia de nuestra Conferencia Episcopal acaba de emitir un documento para estos últimos días previos a las elecciones, y entre otras cosas nos dice:

“Las elecciones son sin duda un momento especial para expresar de manera crítica, responsable e informada nuestro derecho sobre quién nos debe gobernar, es decir, sobre quién debe coordinar los esfuerzos, para que entre todos -sociedad y gobierno-, podamos construir el bien común que México necesita.

Es una obligación moral ejercer nuestro derecho al voto. En las condiciones actuales el abstencionismo no nos ayuda a madurar como ciudadanos llamados a construir una democracia más sólida. Ejerzamos el derecho que tenemos para votar en conciencia, por el partido o el candidato de nuestra preferencia que mejor represente el máximo bien posible”.

ACTUAR

Participemos con nuestro voto el próximo domingo, porque sí influye en los resultados, pero no nos hagamos ilusiones falsas. Ni el mejor candidato puede cambiar toda la realidad, aunque él sea una buena persona; también depende de lo que tú seas y hagas. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para tomar una sabia decisión al votar.


VER

El próximo domingo 1 de julio es muy importante para el país, pues elegiremos al presidente de la República, senadores, diputados federales, gobernadores y diputados locales en algunos Estados, y a muchos presidentes municipales.

Muchos ciudadanos desean que triunfe su candidato, porque esperan que su situación personal pueda mejorar. Se dejan impresionar por las propagandas y por los ofrecimientos que todos hacen, como si fueran dioses que todo lo pueden cambiar, o mesías redentores, en cuyas manos estaría la salvación del país. No se dan cuenta de que ni Dios, que es omnipotente, cambia todo, no porque no pueda, sino porque respeta nuestra libertad para seguir o no seguir sus planes, para trabajar o no por su Reino de verdad y de vida, de santidad y de gracia, de justicia, de amor y de paz. Ni Jesucristo nos quita nuestra libertad para pecar, a pesar de que él sea perfecto en todo y haya vencido el pecado y la corrupción. Ni el Papa, que anhela que todos seamos santos, puede evitar que algunos creyentes vayamos por otros caminos. Ni el obispo, ni el párroco, ni el pastor protestante, a pesar de que luchen por la conversión evangélica de la comunidad, pueden evitar que algunos de sus integrantes sean corruptos, ladrones, asesinos, lobos con piel de oveja, narcos, mentirosos, infieles, etc. ¿Son más poderosos y eficientes los candidatos, los gobernantes, los políticos, que Dios? Claro que no. Aún más; ni los padres de familia pueden garantizar que sus hijos se portarán siempre bien, pues hay muchas influencias que los contaminan, a pesar de los consejos y las normas de casa. ¿Qué candidato puede garantizar que se va a acabar la corrupción y la maldad en el país? Ni que todos los mexicanos fuéramos sus muñequitos a quienes pueden mover a su gusto.

Hay que ser realistas y no hacerse ilusiones. No olvidemos procesos electorales de otros años. La corrupción, la violencia, la inseguridad se cuelan por todas partes, y su eliminación no depende sólo de un proyecto político. Tu familia, tu municipio, tu Estado, tu país, dependen también de ti, y no sólo de quien gane una elección en cualquier nivel. Si tú no cambias, tu alrededor inmediato no cambia. Si tú no trabajas, tu situación no va a mejorar. Si cada quien asumimos nuestra responsabilidad, las cosas pueden cambiar.

PENSAR

El Consejo de Presidencia de nuestra Conferencia Episcopal acaba de emitir un documento para estos últimos días previos a las elecciones, y entre otras cosas nos dice:

“Las elecciones son sin duda un momento especial para expresar de manera crítica, responsable e informada nuestro derecho sobre quién nos debe gobernar, es decir, sobre quién debe coordinar los esfuerzos, para que entre todos -sociedad y gobierno-, podamos construir el bien común que México necesita.

Es una obligación moral ejercer nuestro derecho al voto. En las condiciones actuales el abstencionismo no nos ayuda a madurar como ciudadanos llamados a construir una democracia más sólida. Ejerzamos el derecho que tenemos para votar en conciencia, por el partido o el candidato de nuestra preferencia que mejor represente el máximo bien posible”.

ACTUAR

Participemos con nuestro voto el próximo domingo, porque sí influye en los resultados, pero no nos hagamos ilusiones falsas. Ni el mejor candidato puede cambiar toda la realidad, aunque él sea una buena persona; también depende de lo que tú seas y hagas. Pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para tomar una sabia decisión al votar.