/ sábado 4 de septiembre de 2021

El pensamiento, emoción creativa

Quisiera hacer un ejercicio de memoria, lo cual implica recuerdos, nostalgia, el tiempo pasado como punto de partida. No pienso ir tan lejos. Podría elegir el año de 1986 para situarme en el mundo de las letras. Al fin y al cabo 35 años no son nada y todavía conservo frescas y vivas las imágenes de la fama literaria en el mundo.

En este contexto, los europeos mostraron la cara de la creatividad. Los alemanes vivían a plenitud lo que llamaron “la literatura de escombros”, enfocada a la crítica de la época, a la descripción de sus estrechos ámbitos vitales y cuyos exponentes distinguidos se abrían paso para ocupar su lugar. Entre ellos, Günter Grass, Heinrich Boll, Hans Werner Richter y Martín Walser. En verdad, poco sabemos en estas latitudes del pensamiento literario de la Alemania moderna. Quizás la obra más significativa sea la del ahora laureado Günter Grass, autor de “El Tambor de Hojalata” y “La Rata”, novela sarcástica y desesperanzada en la que retrata a la rata como el único ser que sobrevive a una catástrofe nuclear, porque resulta el mejor adaptado a las más duras condiciones de la vida. En el transcurso de la novela, la rata irá desgranando con lucidez implacable una argumentación en la que se expone cómo la humanidad ha ido destrozando, paso a paso, todas sus posibilidades de existencia.

En la España de 1986, muere Joan Oliver, poeta de honda raigambre reflexiva, pero de quien poco sabemos también. Despuntaban Juan Luis Panero, Eduardo Alonso, María Moix y otros firmes exponentes de la nueva generación del pensamiento ibérico. Francia lamentaba el deceso de Simone de Beauvoir y de Jean Genet, testimonios irrefutables del mundo de la imaginación en el mundo de las luces; pero al mismo tiempo celebrada con orgullo a Claude Simón, Premio Nobel de Literatura en 1985.

En Italia e Inglaterra hacían lo suyo Alberto Ongaro y John le Carré. Por cierto, un nombre vendría a desplazar a muchos de los elegidos de la fortuna y de la fama: Milan Kundera, hermanado con Jorge Luis Borges en los laureles de la celebridad.

Para 1986, América, nuestro continente, afianzaba su tradición imaginativa y su energía creadora siguiendo el rastro luminoso, a través de Anthony Burgess, de Ernest Hemingway; mientras que la escritora canadiense Margaret Atwood incidía en la historia de la ciencia ficción para rendir pleitesía a grandes autores del género como H.G. Wells.

Qué decir de América latina; Juan Rulfo nos dejaba a los mexicanos su obra prodigiosa como herencia artística. Y Carlos Fuentes publicaba “Gringo Viejo” a la vez que Gabriel García Márquez demostraba su virtuosismo interpretativo con “El Amor en los Tiempos del Cólera”. Los dos Marios, Benedetti y Vargas Llosa, ensayaban conjeturas y pesquisas mientras que Jorge Luis Borges, al borde de la muerte, entretejía, con sabiduría, los temas del tiempo y la eternidad.

En fin, nombres y obras para practicar el recuerdo grato de quienes ejercitaban la actividad más alta del género humano: el vuelo del pensamiento y la imaginación.


Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx

Quisiera hacer un ejercicio de memoria, lo cual implica recuerdos, nostalgia, el tiempo pasado como punto de partida. No pienso ir tan lejos. Podría elegir el año de 1986 para situarme en el mundo de las letras. Al fin y al cabo 35 años no son nada y todavía conservo frescas y vivas las imágenes de la fama literaria en el mundo.

En este contexto, los europeos mostraron la cara de la creatividad. Los alemanes vivían a plenitud lo que llamaron “la literatura de escombros”, enfocada a la crítica de la época, a la descripción de sus estrechos ámbitos vitales y cuyos exponentes distinguidos se abrían paso para ocupar su lugar. Entre ellos, Günter Grass, Heinrich Boll, Hans Werner Richter y Martín Walser. En verdad, poco sabemos en estas latitudes del pensamiento literario de la Alemania moderna. Quizás la obra más significativa sea la del ahora laureado Günter Grass, autor de “El Tambor de Hojalata” y “La Rata”, novela sarcástica y desesperanzada en la que retrata a la rata como el único ser que sobrevive a una catástrofe nuclear, porque resulta el mejor adaptado a las más duras condiciones de la vida. En el transcurso de la novela, la rata irá desgranando con lucidez implacable una argumentación en la que se expone cómo la humanidad ha ido destrozando, paso a paso, todas sus posibilidades de existencia.

En la España de 1986, muere Joan Oliver, poeta de honda raigambre reflexiva, pero de quien poco sabemos también. Despuntaban Juan Luis Panero, Eduardo Alonso, María Moix y otros firmes exponentes de la nueva generación del pensamiento ibérico. Francia lamentaba el deceso de Simone de Beauvoir y de Jean Genet, testimonios irrefutables del mundo de la imaginación en el mundo de las luces; pero al mismo tiempo celebrada con orgullo a Claude Simón, Premio Nobel de Literatura en 1985.

En Italia e Inglaterra hacían lo suyo Alberto Ongaro y John le Carré. Por cierto, un nombre vendría a desplazar a muchos de los elegidos de la fortuna y de la fama: Milan Kundera, hermanado con Jorge Luis Borges en los laureles de la celebridad.

Para 1986, América, nuestro continente, afianzaba su tradición imaginativa y su energía creadora siguiendo el rastro luminoso, a través de Anthony Burgess, de Ernest Hemingway; mientras que la escritora canadiense Margaret Atwood incidía en la historia de la ciencia ficción para rendir pleitesía a grandes autores del género como H.G. Wells.

Qué decir de América latina; Juan Rulfo nos dejaba a los mexicanos su obra prodigiosa como herencia artística. Y Carlos Fuentes publicaba “Gringo Viejo” a la vez que Gabriel García Márquez demostraba su virtuosismo interpretativo con “El Amor en los Tiempos del Cólera”. Los dos Marios, Benedetti y Vargas Llosa, ensayaban conjeturas y pesquisas mientras que Jorge Luis Borges, al borde de la muerte, entretejía, con sabiduría, los temas del tiempo y la eternidad.

En fin, nombres y obras para practicar el recuerdo grato de quienes ejercitaban la actividad más alta del género humano: el vuelo del pensamiento y la imaginación.


Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@yahoo.com.mx