/ sábado 12 de enero de 2019

El poder de la información

Una vez más fuimos cautivos de la información, todos sin excepción. Y la información nos produjo el prurito de reinformar, y empezamos a comunicarnos por celular, twitter, whatts o por internet con quienes consideramos que necesitaban conocer las noticias: la caída de un helicóptero con la muerte de funcionarios públicos de primera fila en el país.

Pero ¿qué es la información y cómo ejerce tal poder de manipulación instantánea? La información es una necesidad de la era moderna, es un vicio de los medios de comunicación y es una burbuja en la que estamos encerrados prácticamente de manera voluntaria. Su inmenso poder de manipulación lo ejerce abusando de la capacidad de asombro del ser humano, capacidad que no se agota.

El poder se ejerce teniendo dinero o teniendo información. Ambos son instrumentos absolutistas de presión. Pero quien tiene dinero y además información es todopoderoso, como lo son, por ejemplo, las cadenas de televisión, los medios electrónicos por excelencia. Y la televisión atrae de manera primitiva al televidente en un gran círculo de luz, color, sonido y movimiento que lo envuelve y lo maneja a su libre albedrío.

Las leyes y normas que se han promulgado para su uso difícilmente se respetan, se juega a lo sucio, sin respetar el dolor ajeno, abusando del morbo. Y alegan que todo se hace en aras de la información, para mantener al auditorio al tanto de los hechos y con un desmedido y enfermizo afán de evitar abusos de las autoridades. Pero no se dan cuenta que ellos mismos se han erigido en autoridades, en señores de horca y cuchillo.

La información no se crea, la información existe. Es únicamente el reflejo de lo acontecido. Y el éxito está en proveer esa información en su justa dimensión, ni una coma de más ni de menos. Cuando la pluma se usa para cuestiones personales o de conveniencia ya deja de ser útil y pasa a ser un objeto de manipulación. Tener una pluma, es decir, tener una tribuna para expresarse es una profesión de alta responsabilidad y no debe otorgarse a quien la pone al servicio del mejor postor porque entonces se desvirtúa su esencia y se convierte en un asalto a la conciencia del ciudadano.

El pasado veinticuatro de diciembre poco después del mediodía, día de los hechos, la ciudadanía cumplía con sus quehaceres habituales. Sin embargo, al filo de las dos cuarenta y cinco de la tarde empezó el rumor, primero, de que había caído un helicóptero en las cercanías del aeropuerto de Puebla y que sus ocupantes estaban heridos; quince minutos después ya se mencionaba que entre los lesionados se encontraban la gobernadora de ese Estado, Martha Erika Alonso, su esposo, el ex gobernador Rafael Moreno Valle y tripulantes. Finalmente se supo que el helicóptero de la marca italiana Augusta, con todos sus viajantes se había estrellado y todos estaban muertos. En menos de cinco minutos empezaron los rumores del porqué del avionazo, sin esperar el diagnóstico profesional del perito. Los comunicadores también son peritos y doctos en todos los menesteres que sean necesarios. Y en días posteriores las columnas políticas de los diarios se cebaron sobre la catástrofe.

Es el signo de los tiempos, es el poder que tiene el informador. Se repitieron las videoesferas de noviembre de 2008, con el caso de Juan Camilo Mouriño y de noviembre de 2011 con el caso de José Francisco Blake Mora.

Del primero, un Lear Jet que se estrelló en la zona de las Lomas de Chapultepec. Los peritajes mencionaron que el avión fue afectado por la estela de vapor y energía producida por un avión comercial que volaba adelante y muy cerca. Del segundo, un helicóptero que se estrelló en Chalco, en las cercanías de Santa Catarina Ayotzingo y del entonces Distrito Federal, por la nula visibilidad debido a una densa neblina. Coincidencias: ambos eran, en su momento, los Secretarios de Gobernación de Felipe Calderón; ambos ocurrieron en el mes de noviembre.

Volviendo al siniestro de Puebla, todo lo ocurrido ese día cubrió las pantallas del país, las ondas de radio, las primeras planas de los periódicos, y los canales de redes sociales durante toda una semana, no importando que fuesen días de recogimiento religioso.

Fueron varios días de tener los oídos abiertos a la información. Información y más información. Y de tanto repetirse, una y otra vez, las noticias saben ya a literatura barata, a imágenes sin contenido, a estilos uniformados y estériles. Como dirían los buenos médicos de antaño: el caso es grave, serio, de pronóstico reservado.

Los medios de comunicación son un grupo de presión impresionante e importante. Tanto o más que el ejército, la iglesia, los empresarios, el gobierno, etc. El tema interesantísimo de los grupos de poder o de presión lo trataré en un editorial próximo y cercano.

Poco a poco, la vida se va destiñendo y parece que se atrofia la capacidad del género humano de buscar una salida a posibilidades que no impliquen el desastre, el apego a un destino trágico, fatalmente predispuesto.

pacofonn@yahoo.com.mx


Una vez más fuimos cautivos de la información, todos sin excepción. Y la información nos produjo el prurito de reinformar, y empezamos a comunicarnos por celular, twitter, whatts o por internet con quienes consideramos que necesitaban conocer las noticias: la caída de un helicóptero con la muerte de funcionarios públicos de primera fila en el país.

Pero ¿qué es la información y cómo ejerce tal poder de manipulación instantánea? La información es una necesidad de la era moderna, es un vicio de los medios de comunicación y es una burbuja en la que estamos encerrados prácticamente de manera voluntaria. Su inmenso poder de manipulación lo ejerce abusando de la capacidad de asombro del ser humano, capacidad que no se agota.

El poder se ejerce teniendo dinero o teniendo información. Ambos son instrumentos absolutistas de presión. Pero quien tiene dinero y además información es todopoderoso, como lo son, por ejemplo, las cadenas de televisión, los medios electrónicos por excelencia. Y la televisión atrae de manera primitiva al televidente en un gran círculo de luz, color, sonido y movimiento que lo envuelve y lo maneja a su libre albedrío.

Las leyes y normas que se han promulgado para su uso difícilmente se respetan, se juega a lo sucio, sin respetar el dolor ajeno, abusando del morbo. Y alegan que todo se hace en aras de la información, para mantener al auditorio al tanto de los hechos y con un desmedido y enfermizo afán de evitar abusos de las autoridades. Pero no se dan cuenta que ellos mismos se han erigido en autoridades, en señores de horca y cuchillo.

La información no se crea, la información existe. Es únicamente el reflejo de lo acontecido. Y el éxito está en proveer esa información en su justa dimensión, ni una coma de más ni de menos. Cuando la pluma se usa para cuestiones personales o de conveniencia ya deja de ser útil y pasa a ser un objeto de manipulación. Tener una pluma, es decir, tener una tribuna para expresarse es una profesión de alta responsabilidad y no debe otorgarse a quien la pone al servicio del mejor postor porque entonces se desvirtúa su esencia y se convierte en un asalto a la conciencia del ciudadano.

El pasado veinticuatro de diciembre poco después del mediodía, día de los hechos, la ciudadanía cumplía con sus quehaceres habituales. Sin embargo, al filo de las dos cuarenta y cinco de la tarde empezó el rumor, primero, de que había caído un helicóptero en las cercanías del aeropuerto de Puebla y que sus ocupantes estaban heridos; quince minutos después ya se mencionaba que entre los lesionados se encontraban la gobernadora de ese Estado, Martha Erika Alonso, su esposo, el ex gobernador Rafael Moreno Valle y tripulantes. Finalmente se supo que el helicóptero de la marca italiana Augusta, con todos sus viajantes se había estrellado y todos estaban muertos. En menos de cinco minutos empezaron los rumores del porqué del avionazo, sin esperar el diagnóstico profesional del perito. Los comunicadores también son peritos y doctos en todos los menesteres que sean necesarios. Y en días posteriores las columnas políticas de los diarios se cebaron sobre la catástrofe.

Es el signo de los tiempos, es el poder que tiene el informador. Se repitieron las videoesferas de noviembre de 2008, con el caso de Juan Camilo Mouriño y de noviembre de 2011 con el caso de José Francisco Blake Mora.

Del primero, un Lear Jet que se estrelló en la zona de las Lomas de Chapultepec. Los peritajes mencionaron que el avión fue afectado por la estela de vapor y energía producida por un avión comercial que volaba adelante y muy cerca. Del segundo, un helicóptero que se estrelló en Chalco, en las cercanías de Santa Catarina Ayotzingo y del entonces Distrito Federal, por la nula visibilidad debido a una densa neblina. Coincidencias: ambos eran, en su momento, los Secretarios de Gobernación de Felipe Calderón; ambos ocurrieron en el mes de noviembre.

Volviendo al siniestro de Puebla, todo lo ocurrido ese día cubrió las pantallas del país, las ondas de radio, las primeras planas de los periódicos, y los canales de redes sociales durante toda una semana, no importando que fuesen días de recogimiento religioso.

Fueron varios días de tener los oídos abiertos a la información. Información y más información. Y de tanto repetirse, una y otra vez, las noticias saben ya a literatura barata, a imágenes sin contenido, a estilos uniformados y estériles. Como dirían los buenos médicos de antaño: el caso es grave, serio, de pronóstico reservado.

Los medios de comunicación son un grupo de presión impresionante e importante. Tanto o más que el ejército, la iglesia, los empresarios, el gobierno, etc. El tema interesantísimo de los grupos de poder o de presión lo trataré en un editorial próximo y cercano.

Poco a poco, la vida se va destiñendo y parece que se atrofia la capacidad del género humano de buscar una salida a posibilidades que no impliquen el desastre, el apego a un destino trágico, fatalmente predispuesto.

pacofonn@yahoo.com.mx