/ sábado 17 de marzo de 2018

El poder de Trump

A finales del mes de enero de 2016, el entonces candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó en una conferencia de prensa que podía salir de su edificio en Nueva York, en la Quinta Avenida, y dispararle a alguien sin que ello lo hiciera perder votantes. La campaña ni siquiera había empezado y el personaje ya tenía muy buena idea del poder que tendría. Muestras de ello siguieron apareciendo, pero no quisimos observar con detenimiento. Me explico: durante la campaña presidencial, Trump fue objeto de escándalos; quizá el más relevante fueron los audios que salieron a la luz pública en los que el candidato se refería a las mujeres en términos vulgares, sexualmente denigrantes y de manera irrespetuosa. A pesar de ello, no pasó nada.

La procedencia del poder que tiene el Presidente de Estados Unidos actual no es gratuita, puesto que supo leer muy bien el ánimo del electorado. Me recuerda un poco aquella épica frase de Andrés Manuel López Obrador cuando afirmó que él era el único que podía cruzar el pantano sin mancharse. Entre otros, este es un asunto de percepción, un tema de la construcción de la imagen pública y simplemente un preciso resultado del mexicano refrán “haz fama y échate a dormir”. La realidad es que Trump, citando a López Obrador, es el único político de Estados Unidos que puede cruzar el pantano sin mancharse. Son varios los escándalos de los que ha sido objeto, y la popularidad del presidente con su base parece no terminar. No importa si el escándalo tiene que ver con sus negocios, sus mujeres, o lo que sea. Estamos presenciando un fenómeno político sin precedente: la gente sabe a quién eligió y eso lo hace intocable. Escándalos de corrupción, de interferencia rusa en la elección, de acusar y esparcir noticias falsas o hechos que no son ciertos con total impunidad, escándalos con estrellas pornográficas, etc. La lista es muy larga, y nada parece cimbrar al magnate que ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo en nuestro vecino del norte. El poder de Trump es enorme, y quizá sea el mayor que un presidente ha tenido nunca en la era contemporánea de los Estados Unidos.

Muchos de quienes nos dedicamos a analizar estos fenómenos hemos tenido que incluso poner en duda nuestras ideas, porque debemos admitir que todos nos equivocamos con él. Y como dije antes, es el único que goza de total inmunidad. Luego entonces, hay que pensar en dos cosas en el futuro, si queremos los mexicanos estar preparados:

1.- La primera es que debemos estar conscientes que las posibilidades que se reelija son muy altas. Si alguien me preguntara mi opinión, yo creo que México tiene que estar presupuestando políticamente desde ahora para un triunfo de Trump (nuevamente) en las elecciones del año 2020. La base electoral de este personaje no se mueve un milímetro en su nivel de aprobación (aunque disparase en contra de alguien en pleno centro de Nueva York). Esto le da un titánico margen de maniobra para hacer y deshacer a su antojo. Desde ahora tenemos que aprender la lección de 2016 y empezar a pensar en cómo vamos a hacerle, porque faltan todavía siete años más.

2.- La segunda reflexión es la siguiente: tenemos que esperar lo que sea de Trump. Dos ejemplos: este señor sería el único en todo el país del norte en ser capaz de – si quisiera – cambiar radicalmente el asunto del control de las armas. Este tema que parece “divino” e “intocable”, Trump sería el único que, de proponérselo, podría cambiar sustancialmente. Diga lo que diga, así sea sugerir que la Segunda Enmienda de la Constitución estadunidense se derogase, su base podría apoyarlo. La fe es ciega, dicen por allí, y la base política de este señor no solamente está de su lado, sino que le profesa una fe, casi religiosa. Ahora bien si analizamos que Trump busca los reflectores y el triunfo fácil (ya anunció que se va a reunir con el líder norcoreano, generando así el mayor avance diplomático de los últimos quince años en la distensión de dicho conflicto), no descartemos que los golpes de timón vengan pronto. Suficientes ejemplos de ello tenemos y le dan grandes resultados.

Por último, si yo fuera el nuevo presidente de México, estaría pensando seriamente en cómo utilizar estas dos herramientas a mi favor: Trump no tiene miedo de dar golpes de timón y bandazos, no le asusta hacer pactos con “el diablo” y tiene más poder que ningún otro presidente actual y va a estar allí durante siete años. ¿Ya pensaron los candidatos presidenciales que hacer con esto? Más vale maña que fuerza, dice el otro refrán…

@fedeling

A finales del mes de enero de 2016, el entonces candidato a la Presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, afirmó en una conferencia de prensa que podía salir de su edificio en Nueva York, en la Quinta Avenida, y dispararle a alguien sin que ello lo hiciera perder votantes. La campaña ni siquiera había empezado y el personaje ya tenía muy buena idea del poder que tendría. Muestras de ello siguieron apareciendo, pero no quisimos observar con detenimiento. Me explico: durante la campaña presidencial, Trump fue objeto de escándalos; quizá el más relevante fueron los audios que salieron a la luz pública en los que el candidato se refería a las mujeres en términos vulgares, sexualmente denigrantes y de manera irrespetuosa. A pesar de ello, no pasó nada.

La procedencia del poder que tiene el Presidente de Estados Unidos actual no es gratuita, puesto que supo leer muy bien el ánimo del electorado. Me recuerda un poco aquella épica frase de Andrés Manuel López Obrador cuando afirmó que él era el único que podía cruzar el pantano sin mancharse. Entre otros, este es un asunto de percepción, un tema de la construcción de la imagen pública y simplemente un preciso resultado del mexicano refrán “haz fama y échate a dormir”. La realidad es que Trump, citando a López Obrador, es el único político de Estados Unidos que puede cruzar el pantano sin mancharse. Son varios los escándalos de los que ha sido objeto, y la popularidad del presidente con su base parece no terminar. No importa si el escándalo tiene que ver con sus negocios, sus mujeres, o lo que sea. Estamos presenciando un fenómeno político sin precedente: la gente sabe a quién eligió y eso lo hace intocable. Escándalos de corrupción, de interferencia rusa en la elección, de acusar y esparcir noticias falsas o hechos que no son ciertos con total impunidad, escándalos con estrellas pornográficas, etc. La lista es muy larga, y nada parece cimbrar al magnate que ocupa la titularidad del Poder Ejecutivo en nuestro vecino del norte. El poder de Trump es enorme, y quizá sea el mayor que un presidente ha tenido nunca en la era contemporánea de los Estados Unidos.

Muchos de quienes nos dedicamos a analizar estos fenómenos hemos tenido que incluso poner en duda nuestras ideas, porque debemos admitir que todos nos equivocamos con él. Y como dije antes, es el único que goza de total inmunidad. Luego entonces, hay que pensar en dos cosas en el futuro, si queremos los mexicanos estar preparados:

1.- La primera es que debemos estar conscientes que las posibilidades que se reelija son muy altas. Si alguien me preguntara mi opinión, yo creo que México tiene que estar presupuestando políticamente desde ahora para un triunfo de Trump (nuevamente) en las elecciones del año 2020. La base electoral de este personaje no se mueve un milímetro en su nivel de aprobación (aunque disparase en contra de alguien en pleno centro de Nueva York). Esto le da un titánico margen de maniobra para hacer y deshacer a su antojo. Desde ahora tenemos que aprender la lección de 2016 y empezar a pensar en cómo vamos a hacerle, porque faltan todavía siete años más.

2.- La segunda reflexión es la siguiente: tenemos que esperar lo que sea de Trump. Dos ejemplos: este señor sería el único en todo el país del norte en ser capaz de – si quisiera – cambiar radicalmente el asunto del control de las armas. Este tema que parece “divino” e “intocable”, Trump sería el único que, de proponérselo, podría cambiar sustancialmente. Diga lo que diga, así sea sugerir que la Segunda Enmienda de la Constitución estadunidense se derogase, su base podría apoyarlo. La fe es ciega, dicen por allí, y la base política de este señor no solamente está de su lado, sino que le profesa una fe, casi religiosa. Ahora bien si analizamos que Trump busca los reflectores y el triunfo fácil (ya anunció que se va a reunir con el líder norcoreano, generando así el mayor avance diplomático de los últimos quince años en la distensión de dicho conflicto), no descartemos que los golpes de timón vengan pronto. Suficientes ejemplos de ello tenemos y le dan grandes resultados.

Por último, si yo fuera el nuevo presidente de México, estaría pensando seriamente en cómo utilizar estas dos herramientas a mi favor: Trump no tiene miedo de dar golpes de timón y bandazos, no le asusta hacer pactos con “el diablo” y tiene más poder que ningún otro presidente actual y va a estar allí durante siete años. ¿Ya pensaron los candidatos presidenciales que hacer con esto? Más vale maña que fuerza, dice el otro refrán…

@fedeling