/ sábado 28 de mayo de 2022

El poder de una mirada

¡Que mirada tiene! Es lo primero que pienso cuando la conozco. Más que escuchar la plática que nos da la directora del colegio, me siento atraído por su paz, su serenidad y el balance interior que proyecta. Al platicar con ella, me doy cuenta de que su contacto visual es permanente, no se distrae, no ve a otras personas. De esta manera me hace sentir que soy lo único que existe en ese momento. Es poco común encontrarnos personas así. Cuentan que precisamente ése era el origen del carisma de John F. Kennedy (1817-1963): al conversar veía a la persona de tal forma, que le provocaba la sensación de estarle buscando el alma. ¿El resultado? Conquista absoluta.

El Lenguaje de la mirada es inagotable. Es tan sutil y al mismo tiempo tan poderoso que valdría la pena analizarlo.

En lo íntimo, ¿has platicado con alguien que dice escucharte pero que centra su mirada en otro lado? Nos sentimos ignorados. ¿Cuántas veces lo hemos hecho cuando nuestro hijo o pareja quiere contarnos algo? Para que haya una verdadera comunicación, el encuentro visual es muy importante. Por lo general, la mirada exterioriza nuestra conciencia. Por eso, cuando queremos disimular algún sentimiento, ya sea de atracción física o de culpa, escapamos del intercambio de miradas.

Sin embargo, cuando conocemos bien a la persona, basta un atisbo para establecer un coloquio silencioso. Y si estamos enamorados, con una sola mirada nos sentimos entrelazados. Observa cómo, cuando algo nos interesa, lo miramos fijamente. A veces se trata de una persona del sexo opuesto, de un artista o simplemente de la forma de vestir de alguien.

En estos casos, para disimular nuestro interés tratamos de observar cuando no nos ven. Aunque a veces el inconsciente nos delata y por más que queremos, la atracción o curiosidad se hacen evidentes.

Asimismo, los ojos son un buen indicador de cuando estamos estresados, ya que solemos cerrarlos, como deseando que desaparezca el problema.

En lo social, en una reunión con personas desconocidas, muchas veces podemos distinguir quién es introvertido. Por lo general baja los ojos con frecuencia y no sostiene el contacto visual. En este caso es mejor mirar suavemente, voltear a otro lado para evitar que se sienta intimidado y así podremos ganar su confianza poco a poco.

Cuando nos encontramos con una persona de trato difícil y hostil, la mejor manera de comunicarnos con ella es brindarle toda nuestra atención y verla directamente a los ojos. De esta manera comunicamos el mensaje de “no tengo miedo y te invito a que platiquemos”. Es común que esta conducta sólo sea una forma de solicitar atención. Todos hemos experimentado el poder de una mirada cuando nos sentimos observados a distancia. Materialmente sentimos la mirada en la espalda y, como esto nos incomoda, volteamos a buscar la causa.

La mirada intimida, invade física y psicológicamente al otro. Es por eso que, al cruzarnos con un transeúnte, bajamos la vista para tranquilizarlo. Aun una mirada sutil puede ser una intrusión. Jean Paul Sartre (1905-1980) decía: “Cuando nos encontramos solos en el parque y observamos los árboles, las plantas y los setos, nos sentimos como en el centro del universo. Pero sí otra persona entra, la naturaleza del parque parece cambiar. Una segunda fuerza aparece y pasamos de observadores a observados; de emperadores a un elemento más en el ambiente”.

En el trabajo, para que una negociación se lleve a feliz término, es vital sostener las miradas. Sin embargo, si esto se prolonga más allá de los convencional, se convierte en una agresión.

Cuando vendemos algo, los ojos son nuestra mejor herramienta. Si con ellos transmitimos fuerza, sinceridad y alegría, lo contagiaremos y elevaremos la posibilidad de la venta.

En el juego de las miradas ocurren cosas curiosas. Por ejemplo, si una persona, al entrar a una oficina, provoca que el otro se sienta obligado a verlo de inmediato, está señalando que tiene mayor jerarquía; sin embargo, si el visitado tarda en levantar la vista, significa que él tiene mayor nivel en el escalafón.

Para comunicarnos mejor con las personas, tengamos en cuenta lo anterior y recordemos el gran secreto de Kennedy...Hay que mirar al otro como si quisiéramos encontrarle el alma.


Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@gmail.com


¡Que mirada tiene! Es lo primero que pienso cuando la conozco. Más que escuchar la plática que nos da la directora del colegio, me siento atraído por su paz, su serenidad y el balance interior que proyecta. Al platicar con ella, me doy cuenta de que su contacto visual es permanente, no se distrae, no ve a otras personas. De esta manera me hace sentir que soy lo único que existe en ese momento. Es poco común encontrarnos personas así. Cuentan que precisamente ése era el origen del carisma de John F. Kennedy (1817-1963): al conversar veía a la persona de tal forma, que le provocaba la sensación de estarle buscando el alma. ¿El resultado? Conquista absoluta.

El Lenguaje de la mirada es inagotable. Es tan sutil y al mismo tiempo tan poderoso que valdría la pena analizarlo.

En lo íntimo, ¿has platicado con alguien que dice escucharte pero que centra su mirada en otro lado? Nos sentimos ignorados. ¿Cuántas veces lo hemos hecho cuando nuestro hijo o pareja quiere contarnos algo? Para que haya una verdadera comunicación, el encuentro visual es muy importante. Por lo general, la mirada exterioriza nuestra conciencia. Por eso, cuando queremos disimular algún sentimiento, ya sea de atracción física o de culpa, escapamos del intercambio de miradas.

Sin embargo, cuando conocemos bien a la persona, basta un atisbo para establecer un coloquio silencioso. Y si estamos enamorados, con una sola mirada nos sentimos entrelazados. Observa cómo, cuando algo nos interesa, lo miramos fijamente. A veces se trata de una persona del sexo opuesto, de un artista o simplemente de la forma de vestir de alguien.

En estos casos, para disimular nuestro interés tratamos de observar cuando no nos ven. Aunque a veces el inconsciente nos delata y por más que queremos, la atracción o curiosidad se hacen evidentes.

Asimismo, los ojos son un buen indicador de cuando estamos estresados, ya que solemos cerrarlos, como deseando que desaparezca el problema.

En lo social, en una reunión con personas desconocidas, muchas veces podemos distinguir quién es introvertido. Por lo general baja los ojos con frecuencia y no sostiene el contacto visual. En este caso es mejor mirar suavemente, voltear a otro lado para evitar que se sienta intimidado y así podremos ganar su confianza poco a poco.

Cuando nos encontramos con una persona de trato difícil y hostil, la mejor manera de comunicarnos con ella es brindarle toda nuestra atención y verla directamente a los ojos. De esta manera comunicamos el mensaje de “no tengo miedo y te invito a que platiquemos”. Es común que esta conducta sólo sea una forma de solicitar atención. Todos hemos experimentado el poder de una mirada cuando nos sentimos observados a distancia. Materialmente sentimos la mirada en la espalda y, como esto nos incomoda, volteamos a buscar la causa.

La mirada intimida, invade física y psicológicamente al otro. Es por eso que, al cruzarnos con un transeúnte, bajamos la vista para tranquilizarlo. Aun una mirada sutil puede ser una intrusión. Jean Paul Sartre (1905-1980) decía: “Cuando nos encontramos solos en el parque y observamos los árboles, las plantas y los setos, nos sentimos como en el centro del universo. Pero sí otra persona entra, la naturaleza del parque parece cambiar. Una segunda fuerza aparece y pasamos de observadores a observados; de emperadores a un elemento más en el ambiente”.

En el trabajo, para que una negociación se lleve a feliz término, es vital sostener las miradas. Sin embargo, si esto se prolonga más allá de los convencional, se convierte en una agresión.

Cuando vendemos algo, los ojos son nuestra mejor herramienta. Si con ellos transmitimos fuerza, sinceridad y alegría, lo contagiaremos y elevaremos la posibilidad de la venta.

En el juego de las miradas ocurren cosas curiosas. Por ejemplo, si una persona, al entrar a una oficina, provoca que el otro se sienta obligado a verlo de inmediato, está señalando que tiene mayor jerarquía; sin embargo, si el visitado tarda en levantar la vista, significa que él tiene mayor nivel en el escalafón.

Para comunicarnos mejor con las personas, tengamos en cuenta lo anterior y recordemos el gran secreto de Kennedy...Hay que mirar al otro como si quisiéramos encontrarle el alma.


Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

pacofonn@gmail.com