En los últimos ocho años, hemos presenciado la aparición de presidentes con una fuerza extraordinaria, misma que deriva de millones de votos a favor de estos, y cuyas propuestas traen siempre aparejada la promesa de un cambio. Esto no es novedoso, y lamentablemente el resultado no ha sido siempre el mejor para toda la población y el mundo.
Lo anterior, nos obliga a reflexionar sobre las facultades que debe tener el presidente de un país. Veamos algunos de esos presidentes: Donald Trump en los Estados Unidos de América, Nayib Bukele en la República del Salvador y János Áder en Hungría.
Por lo general, las competencias de los presidentes suelen estar especificadas en la constitución de cada país, sin embargo, existen las facultades meta-constitucionales, mismas que se encuentran implícitas en el régimen político o comienzan a edificarse a lo largo de lo que se llama el gobierno de un solo hombre. Las citadas competencias meta-constitucionales son las más peligrosas para un país, y para cualquier democracia.
Jorge Carpizo nos decía que algunas de las facultades meta-constitucionales eran: (i) ser el presidente y dominar al partido político que tenía mayoría absoluta en el poder legislativo. Lo anterior se ejemplifica con János Áder, quien acaba de obtener facultades ilimitadas para gobernar en el contexto de la crisis del COVID 19, gracias a que su partido domina al poder parlamentario; (ii) los poderes legislativos se debilitan y, con ello, el sistema de pesos y contrapesos que permite limitar las actuaciones del presidente. A guisa, el partido republicano obstruyó el ofrecimiento de pruebas en el juicio en contra de Donald Trump en los Estados Unidos de América; (iii) el poder judicial se va desvaneciendo por miedo o por la colocación de ciertas personas en puestos clave. Aquí, Donald Trump también se ha distinguido por colocar ciertos perfiles en la Suprema Corte de Justicia de aquel país; (iv) los gobiernos de un solo hombre tienen una injerencia marcada en la economía, tal y como sucede con la guerra comercial que se desarrolla entre China y los Estados Unidos de América; y (v) estos presidencialismos tienden a dominar a los medios de comunicación. Cuando el doctor Carpizo escribió su texto no había redes sociales, el día de hoy, parece que la tendencia es influir en éstas. Tanto Bukele como Donald Trump hacen un franco abuso de twitter o tienen un medio de información consentido.
En el presidencialismo se debilitan las democracias. Los Estados Unidos de América tienen instituciones sólidas que su presidente ha logrado cambiar o minar a través de los vehículos que la propia democracia le proporciona, como su Suprema Corte de Justicia. La división política, la polarización y lapsos históricos precisos van deformando la democracia para convertirla en el gobierno de una sola persona -o- la preponderancia de ésta.
Por tanto, es claro que la democracia no es perfecta y dista mucho de serlo. Lo que es un verdadero problema es un presidencialismo desenfrenado en donde se violan reiteradamente los derechos humanos. El colmo de este fenómeno es la añoranza de los hombres fuertes. Hay democracias en donde la figura de los hombres fuertes sigue causando divisiones de opinión, por ejemplo: Pinochet en Chile y Tito en las nuevas naciones de lo que fue Yugoslavia. Los seres humanos tenemos una inclinación por la certeza que causan esas figuras, aunque sea en detrimento de los derechos humanos, esperemos superar el complejo.
Doctor en Derecho
@jangulonobara