/ miércoles 4 de noviembre de 2020

El Presidente tenía razón

En la doble crisis (sanitaria y económica) por la que el mundo atraviesa este año, una de las decisiones más difíciles del Estado mexicano fue decretar la suspensión temporal de las actividades no esenciales, a fin de no aumentar los contagios de Covid-19 y así evitar poner en riesgo la salud de las personas. Esta decisión significó un freno a la producción de bienes y servicios, el cierre de negocios, la pérdida de cientos de miles de empleos, la paralización del comercio y la baja en el consumo.

Ante este panorama, el pasado 5 de abril, el presidente López Obrador presentó su plan de reactivación económica. Por un lado, el plan se basó en mantener la política de austeridad, es decir, no contratar deuda, no crear nuevos impuestos ni aumentar los ya existentes, y no subir los precios de las gasolinas. Por otro lado, se dirigió a apoyar a los más pobres, a través del financiamiento a los programas de bienestar; el apoyo a pescadores, campesinos y trabajadores de la construcción, además del impulso de los créditos a la palabra para pequeños negocios y trabajadores independientes.

Grandes empresarios, políticos de oposición y medios de comunicación de la derecha no hicieron esperar sus críticas a las medidas anunciadas, porque el plan se alejaba de la receta neoliberal que exige contratar más deuda para rescatar los negocios de los más acaudalados, con la [falsa] idea de que éstos, como generadores de riqueza, dispersaran las ganancias de tal forma que se beneficien a los demás —el “efecto goteo”—.

Este año no surgió un nuevo Fobaproa —como sí sucedió en 1995 tras el “error de diciembre” de 1994—, que blindara las fortunas de los más ricos con cargo al bolsillo de las y los mexicanos, sino que el dinero público se dirigió a la economía de las familias más vulnerables, mientras que a las grandes empresas se les instó a ponerse al corriente con el pago de impuestos. Como dije en otra entrega para esta columna: “la pirámide se invirtió a favor de quienes menos tienen” (El Sol de Hermosillo, 05/05/2020).

Así, el 30 de octubre, el Inegi informó sobre la recuperación económica del país hacia el tercer trimestre de 2020, con un crecimiento de 12% del producto interno bruto en comparación con el trimestre anterior; mejora que se debe principalmente al avance de la industria de la construcción, automotriz, minería, eléctrica y de manufactura, los cuales en conjunto reportaron un crecimiento de 22%, y que está relacionado con la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

El comercio y los servicios —que integran el sector más afectado por la pandemia— crecieron 8.6%, gracias a la reapertura de los negocios, que actualmente funcionan mediante restricciones sanitarias y aforos limitados. Mientras que la agricultura, la ganadería y la explotación forestal presentan un crecimiento de 7.4%.

El mismo día, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público dio cuenta del estado de las finanzas públicas y la situación económica del país, comunicando que a la fecha se han recuperado 7.8 millones de empleos —dos de cada tres empleos perdidos en abril—. Informó que el crecimiento económico se debe al aumento de la inversión, el consumo, las exportaciones, la producción industrial, las ventas al mayoreo y al menudeo, así como la existencia de un sistema financiero robusto.

La política de austeridad gubernamental ha hecho posible invertir más en salud y contar con recursos para la adquisición de vacunas contra la Covid-19. Adicionalmente, la economía nacional y la economía de las familias mexicanas se ha fortalecido con las remesas de las y los migrantes que trabajan en Estados Unidos, las cuales representan una de las principales fuentes de ingresos del país y se espera que lleguen a los 40 mil millones de dólares para el final del año.

A pesar de que las proyecciones de organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, han estimado caídas graves en el producto interno bruto de los países de América Latina, los datos demuestran una recuperación económica de México. El mismo FMI actualizó la estimación que en junio tenía de una caída de 10.5% para 2020, a 9% en octubre; en tanto, prevé una expansión económica de 3.5% para 2021, 0.2% más que su estimación de junio.

Si bien el repunte de la economía es lento, debido a la incertidumbre sobre un posible rebrote en los contagios de coronavirus por la temporada invernal, así como la baja en los recursos de la Hacienda Pública para sortear una pandemia larga, poco a poco la reactivación económica está teniendo beneficios en cuanto a la recuperación de empleos, el consumo y el bienestar de las familias. Las acciones del nuevo gobierno de México están dando resultados en la dirección correcta.

El Presidente tenía razón.

Diputada federal por Morena.

@LoreniaValles

www.loreniavalles.mx

En la doble crisis (sanitaria y económica) por la que el mundo atraviesa este año, una de las decisiones más difíciles del Estado mexicano fue decretar la suspensión temporal de las actividades no esenciales, a fin de no aumentar los contagios de Covid-19 y así evitar poner en riesgo la salud de las personas. Esta decisión significó un freno a la producción de bienes y servicios, el cierre de negocios, la pérdida de cientos de miles de empleos, la paralización del comercio y la baja en el consumo.

Ante este panorama, el pasado 5 de abril, el presidente López Obrador presentó su plan de reactivación económica. Por un lado, el plan se basó en mantener la política de austeridad, es decir, no contratar deuda, no crear nuevos impuestos ni aumentar los ya existentes, y no subir los precios de las gasolinas. Por otro lado, se dirigió a apoyar a los más pobres, a través del financiamiento a los programas de bienestar; el apoyo a pescadores, campesinos y trabajadores de la construcción, además del impulso de los créditos a la palabra para pequeños negocios y trabajadores independientes.

Grandes empresarios, políticos de oposición y medios de comunicación de la derecha no hicieron esperar sus críticas a las medidas anunciadas, porque el plan se alejaba de la receta neoliberal que exige contratar más deuda para rescatar los negocios de los más acaudalados, con la [falsa] idea de que éstos, como generadores de riqueza, dispersaran las ganancias de tal forma que se beneficien a los demás —el “efecto goteo”—.

Este año no surgió un nuevo Fobaproa —como sí sucedió en 1995 tras el “error de diciembre” de 1994—, que blindara las fortunas de los más ricos con cargo al bolsillo de las y los mexicanos, sino que el dinero público se dirigió a la economía de las familias más vulnerables, mientras que a las grandes empresas se les instó a ponerse al corriente con el pago de impuestos. Como dije en otra entrega para esta columna: “la pirámide se invirtió a favor de quienes menos tienen” (El Sol de Hermosillo, 05/05/2020).

Así, el 30 de octubre, el Inegi informó sobre la recuperación económica del país hacia el tercer trimestre de 2020, con un crecimiento de 12% del producto interno bruto en comparación con el trimestre anterior; mejora que se debe principalmente al avance de la industria de la construcción, automotriz, minería, eléctrica y de manufactura, los cuales en conjunto reportaron un crecimiento de 22%, y que está relacionado con la entrada en vigor del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC).

El comercio y los servicios —que integran el sector más afectado por la pandemia— crecieron 8.6%, gracias a la reapertura de los negocios, que actualmente funcionan mediante restricciones sanitarias y aforos limitados. Mientras que la agricultura, la ganadería y la explotación forestal presentan un crecimiento de 7.4%.

El mismo día, la Secretaría de Hacienda y Crédito Público dio cuenta del estado de las finanzas públicas y la situación económica del país, comunicando que a la fecha se han recuperado 7.8 millones de empleos —dos de cada tres empleos perdidos en abril—. Informó que el crecimiento económico se debe al aumento de la inversión, el consumo, las exportaciones, la producción industrial, las ventas al mayoreo y al menudeo, así como la existencia de un sistema financiero robusto.

La política de austeridad gubernamental ha hecho posible invertir más en salud y contar con recursos para la adquisición de vacunas contra la Covid-19. Adicionalmente, la economía nacional y la economía de las familias mexicanas se ha fortalecido con las remesas de las y los migrantes que trabajan en Estados Unidos, las cuales representan una de las principales fuentes de ingresos del país y se espera que lleguen a los 40 mil millones de dólares para el final del año.

A pesar de que las proyecciones de organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, han estimado caídas graves en el producto interno bruto de los países de América Latina, los datos demuestran una recuperación económica de México. El mismo FMI actualizó la estimación que en junio tenía de una caída de 10.5% para 2020, a 9% en octubre; en tanto, prevé una expansión económica de 3.5% para 2021, 0.2% más que su estimación de junio.

Si bien el repunte de la economía es lento, debido a la incertidumbre sobre un posible rebrote en los contagios de coronavirus por la temporada invernal, así como la baja en los recursos de la Hacienda Pública para sortear una pandemia larga, poco a poco la reactivación económica está teniendo beneficios en cuanto a la recuperación de empleos, el consumo y el bienestar de las familias. Las acciones del nuevo gobierno de México están dando resultados en la dirección correcta.

El Presidente tenía razón.

Diputada federal por Morena.

@LoreniaValles

www.loreniavalles.mx