/ martes 17 de abril de 2018

El primer ministro de Hungría y nuestro AMLO

Con frecuencia puede ser de utilidad analizar lo que sucede en otros países, en especial si por la similitud de características sustantivas o de circunstancias podemos extraer provechosas lecciones aplicables, con los ajustes necesarios, a nuestra propia realidad. Por eso conviene echarle una mirada a lo que en la actualidad está sucediendo en Hungría. En la tierra de los magiares, como en múltiples naciones del planeta, existe un amplio descontento social, en gran medida propiciado por las crecientes tendencias a la concentración del ingreso y la agudización de las desigualdades sociales.

El hombre fuerte de Hungría, Viktor Orbán, se las ha ingeniado para gobernar durante un largo periodo: inicialmente asumió como primer ministro en 1998 para terminar su cuatrienio en 2002. Volvió a esa posición de mando en 2010 y el pasado 8 de abril acaba de ser electo por cuarta vez. Una de las banderas que le ha brindado mayor atractivo entre los electores a este populista liderazgo ha sido su radical e intolerante oposición a la inmigración.

Orbán no se esfuerza por ocultar el carácter autoritario de su mandato. Él mismo ha descrito su proyecto de gobierno sosteniendo que se propone crear un Estado “iliberal”, opuesto al tradicional liberalismo político. Por ello no es de extrañar que considere como fórmulas de gobierno más apropiadas a los sistemas autoritarios de la China de Xi Jinping, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan y la Rusia de Vladimir Putin que los de las democracias liberales occidentales.

Al inicio de su carrera política, junto con otros estudiantes fundó en 1988 la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz), y entonces se declaraba entusiasta liberal y además se encontraba sumamente interesado en conocer a fondo el fenómeno de la llamada “sociedad civil”. Pero experimentó una radical transformación, en especial bajo el influjo de estar operando hipnotizado por la poderosa fuerza adictiva del ejercicio del poder político.

Ahora no sólo su proyecto político es contrario al liberalismo, sino que el joven entusiasta por el estudio de la naturaleza de la sociedad civil, que logró obtener una beca otorgada por su multimillonario paisano George Soros para acudir a la muy prestigiada Universidad de Oxford, a fin de profundizar en el conocimiento de dicho fenómeno social, se ha convertido en un feroz combatiente de esos movimientos en donde sectores de la colectividad informados, responsables y concientizados se organizan para impulsar transformaciones y objetivos de beneficios generales.

Su antipatía por la sociedad civil puede encontrar más profunda explicación en el hecho de que ONGs, financiadas también por quien le otorgara la beca para su no completada estancia en Oxford, han expuesto escándalos gubernamentales y han cuestionado corrupción y disfuncionalidad en su régimen. Además del habilidoso manejo populista de Orbán, quien tiene proyectado prolongar todavía más su ya largo mandato, podemos constatar que también comparte con nuestro venático AMLO ese repudio a una sociedad civil con capacidad para organizarse, cuestionar y presionar a diversas instancias gubernamentales para superarse y alcanzar sustanciales mejorías. Ambos proyectan mucha mayor inclinación y gusto por tratar con las masas humanas de fieles seguidores ya “aclientelados” que les vitorean y aplauden en las plazas públicas y a quienes en su mundo ubican como el pueblo todo.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell

Con frecuencia puede ser de utilidad analizar lo que sucede en otros países, en especial si por la similitud de características sustantivas o de circunstancias podemos extraer provechosas lecciones aplicables, con los ajustes necesarios, a nuestra propia realidad. Por eso conviene echarle una mirada a lo que en la actualidad está sucediendo en Hungría. En la tierra de los magiares, como en múltiples naciones del planeta, existe un amplio descontento social, en gran medida propiciado por las crecientes tendencias a la concentración del ingreso y la agudización de las desigualdades sociales.

El hombre fuerte de Hungría, Viktor Orbán, se las ha ingeniado para gobernar durante un largo periodo: inicialmente asumió como primer ministro en 1998 para terminar su cuatrienio en 2002. Volvió a esa posición de mando en 2010 y el pasado 8 de abril acaba de ser electo por cuarta vez. Una de las banderas que le ha brindado mayor atractivo entre los electores a este populista liderazgo ha sido su radical e intolerante oposición a la inmigración.

Orbán no se esfuerza por ocultar el carácter autoritario de su mandato. Él mismo ha descrito su proyecto de gobierno sosteniendo que se propone crear un Estado “iliberal”, opuesto al tradicional liberalismo político. Por ello no es de extrañar que considere como fórmulas de gobierno más apropiadas a los sistemas autoritarios de la China de Xi Jinping, la Turquía de Recep Tayyip Erdogan y la Rusia de Vladimir Putin que los de las democracias liberales occidentales.

Al inicio de su carrera política, junto con otros estudiantes fundó en 1988 la Alianza de Jóvenes Demócratas (Fidesz), y entonces se declaraba entusiasta liberal y además se encontraba sumamente interesado en conocer a fondo el fenómeno de la llamada “sociedad civil”. Pero experimentó una radical transformación, en especial bajo el influjo de estar operando hipnotizado por la poderosa fuerza adictiva del ejercicio del poder político.

Ahora no sólo su proyecto político es contrario al liberalismo, sino que el joven entusiasta por el estudio de la naturaleza de la sociedad civil, que logró obtener una beca otorgada por su multimillonario paisano George Soros para acudir a la muy prestigiada Universidad de Oxford, a fin de profundizar en el conocimiento de dicho fenómeno social, se ha convertido en un feroz combatiente de esos movimientos en donde sectores de la colectividad informados, responsables y concientizados se organizan para impulsar transformaciones y objetivos de beneficios generales.

Su antipatía por la sociedad civil puede encontrar más profunda explicación en el hecho de que ONGs, financiadas también por quien le otorgara la beca para su no completada estancia en Oxford, han expuesto escándalos gubernamentales y han cuestionado corrupción y disfuncionalidad en su régimen. Además del habilidoso manejo populista de Orbán, quien tiene proyectado prolongar todavía más su ya largo mandato, podemos constatar que también comparte con nuestro venático AMLO ese repudio a una sociedad civil con capacidad para organizarse, cuestionar y presionar a diversas instancias gubernamentales para superarse y alcanzar sustanciales mejorías. Ambos proyectan mucha mayor inclinación y gusto por tratar con las masas humanas de fieles seguidores ya “aclientelados” que les vitorean y aplauden en las plazas públicas y a quienes en su mundo ubican como el pueblo todo.

amartinezv@derecho.unam.mx @AlejoMVendrell