/ martes 16 de julio de 2019

El regreso del Príncipe Valiente

Por: Juan Amael Vizuet

Miles de lectores conocieron la existencia de Aecio, el último gran general romano, gracias a los episodios de una historieta.

En aquellas mismas aventuras descubrieron al rey Arturo, así como a los caballeros de la Mesa Redonda: Tristán, Percival, Galahad, Lanzarote y Gawain. El autor era Harold Rudolph Foster (1892- 1982), ilustrador canadiense a cargo de la primera tira de acción, Tarzán de los monos. La nueva serie se desarrollaba en la Edad Media. Su héroe era el Príncipe Valiente.

Las jóvenes generaciones mexicanas tienen ahora la oportunidad de iniciarse en la lectura de una obra mayor, merced a la reedición española disponible ya en nuestro país, con prólogos de la doctora Beatriz Montes, de la Universidad de La Rioja, y del especialista catalán Álvaro Pons.

Pons define al Príncipe Valiente como la primera serie adulta por su complejidad y riqueza, si bien las aventuras de este guerrero medieval son aptas para toda la familia.

El dibujo prodigioso y detalladísimo de Foster creó mundos enteros. Fue el primer historietista en lograr un equivalente a las superproducciones del cine: vastos escenarios naturales, castillos majestuosos, escuadrones enteros en combate, multitudes de “extras”, cada uno ataviado a la usanza de su tiempo.

Los azorados lectores cruzaban con su héroe el río Rubicón, lo acompañaban a Roma, a la Tierra Santa e incluso al Nuevo Mundo. En una era sin televisión ni internet, el Príncipe Valiente condujo a sus amigos de todas las edades más allá de las limitaciones cotidianas. Les transmitió los ideales de los caballeros cristianos, resueltos a defender la justicia, aunque se vieran en desventaja abrumadora.

El humor y el idilio sazonaban la aventura. El Príncipe Valiente arrancaba más risas que muchas series de la vertiente cómica.

Tal vez ningún historietista haya dibujado heroínas y villanas más bellas ni más brillantes que Foster: la reina Aleta de las Islas Brumosas era estadista y estratega. Cuando esta soberana y el héroe se casan, Valiente evoluciona: el matrimonio y la paternidad lo transforman para mejorarle. Quedan atrás sus azares juveniles. Por ello, uno de los temas principales de esta saga es el camino hacia la madurez como objetivo de una vida.

Foster perteneció a la generación de grandes maestros de la aventura como Alex Raymond, Burne Hogarth y Milton Cannif; sin embargo, el canadiense los superó a todos. Transcurrieron décadas para que el italiano Hugo Pratt lograra una obra de semejantes alcances con su marino mediterráneo Corto Maltés.

El gran héroe de Foster inspiró émulos como El Capitán Trueno, de los españoles Mora y Ambrosio, así como Isabel de Lancaster, ilustrada por el maestro mexicano Arturo Casillas. Ahora, por fin el Príncipe Valiente está de regreso con su Espada Cantora y su universo épico.

Por: Juan Amael Vizuet

Miles de lectores conocieron la existencia de Aecio, el último gran general romano, gracias a los episodios de una historieta.

En aquellas mismas aventuras descubrieron al rey Arturo, así como a los caballeros de la Mesa Redonda: Tristán, Percival, Galahad, Lanzarote y Gawain. El autor era Harold Rudolph Foster (1892- 1982), ilustrador canadiense a cargo de la primera tira de acción, Tarzán de los monos. La nueva serie se desarrollaba en la Edad Media. Su héroe era el Príncipe Valiente.

Las jóvenes generaciones mexicanas tienen ahora la oportunidad de iniciarse en la lectura de una obra mayor, merced a la reedición española disponible ya en nuestro país, con prólogos de la doctora Beatriz Montes, de la Universidad de La Rioja, y del especialista catalán Álvaro Pons.

Pons define al Príncipe Valiente como la primera serie adulta por su complejidad y riqueza, si bien las aventuras de este guerrero medieval son aptas para toda la familia.

El dibujo prodigioso y detalladísimo de Foster creó mundos enteros. Fue el primer historietista en lograr un equivalente a las superproducciones del cine: vastos escenarios naturales, castillos majestuosos, escuadrones enteros en combate, multitudes de “extras”, cada uno ataviado a la usanza de su tiempo.

Los azorados lectores cruzaban con su héroe el río Rubicón, lo acompañaban a Roma, a la Tierra Santa e incluso al Nuevo Mundo. En una era sin televisión ni internet, el Príncipe Valiente condujo a sus amigos de todas las edades más allá de las limitaciones cotidianas. Les transmitió los ideales de los caballeros cristianos, resueltos a defender la justicia, aunque se vieran en desventaja abrumadora.

El humor y el idilio sazonaban la aventura. El Príncipe Valiente arrancaba más risas que muchas series de la vertiente cómica.

Tal vez ningún historietista haya dibujado heroínas y villanas más bellas ni más brillantes que Foster: la reina Aleta de las Islas Brumosas era estadista y estratega. Cuando esta soberana y el héroe se casan, Valiente evoluciona: el matrimonio y la paternidad lo transforman para mejorarle. Quedan atrás sus azares juveniles. Por ello, uno de los temas principales de esta saga es el camino hacia la madurez como objetivo de una vida.

Foster perteneció a la generación de grandes maestros de la aventura como Alex Raymond, Burne Hogarth y Milton Cannif; sin embargo, el canadiense los superó a todos. Transcurrieron décadas para que el italiano Hugo Pratt lograra una obra de semejantes alcances con su marino mediterráneo Corto Maltés.

El gran héroe de Foster inspiró émulos como El Capitán Trueno, de los españoles Mora y Ambrosio, así como Isabel de Lancaster, ilustrada por el maestro mexicano Arturo Casillas. Ahora, por fin el Príncipe Valiente está de regreso con su Espada Cantora y su universo épico.